Calderón: autocomplacencias difíciles // Su libro: propaganda de temporada // Duro contra Diego, Fox y PAN // Taimada carta a AMLO
guante para abrazarestá hecho de plástico y cinta adhesiva.Foto Afp
l más reciente libro de Felipe Calderón Hinojosa (FC) es una especie de recuento anecdótico de una carrera política desde una derecha fallida en sus ansiosas pretensiones de modernidad, o un voluntarioso informe de autosuperación personal durante un sexenio de fraudulento inquilinato en Los Pinos, o un nada disfrazado ajuste de cuentas con quienes fueron sus compañeros de partido (Vicente Fox, Diego Fernández de Cevallos (DFC), Gustavo Madero, Marko Cortés y el Partido Acción Nacional en general), o un rebuscado relato en busca de cierta legitimidad política para sus proyectos políticos en curso (el partido México Libre y un supuesto liderazgo de su esposa Margarita Zavala), o un intento de justificar la guerra contra el narcotráfico
que desató y ahora niega hasta en términos denominacionales, o un taimado esfuerzo epistolar de colocar en la discusión pública una proclama disfrazada de carta
al Presidente de la República para darse a sí mismo un banderazo de salida rumbo a los comicios de 2021.
Un poco más de 500 páginas publicadas por Penguin Random House Grupo Editorial, en su sello Debate, bajo el título Decisiones difíciles (par de palabras ya utilizadas, en inglés, por Hillary Clinton y Cyrus Vance, quienes fueron secretarios de Estado de Estados Unidos, como ya se había apuntado en anterior entrega de esta columna).
En todo caso, el título podría haber sido (Auto) Complacencias difíciles
, pues en términos generales hay una relatoría de explicaciones y de intento de justificaciones, siempre en un tono cercano a las historietas de aventuras, con héroes que a pesar de todo logran salir adelante, y algunas formas menores de autocrítica que terminan como decoración accesoria para subrayar la épica de sí mismo, buscada por el peculiar autor a quien las circunstancias políticas y judiciales (Genaro García Luna, como el principal punto de contraste criminal de lo que Calderón plantea como positivo de su sexenio funerario) no le dan para alcanzar las indulgencias políticas que habría supuesto al entregar su original a los editores.
Diego Fernández de Cevallos aparece como alguien repudiado por los propios panistas, por su docilidad ante Carlos Salinas de Gortari. En particular, relata algo con tufo a negociación oscura con Zedillo en la elección presidencial de 1994, cuando el llamado Jefe parecía tener a la mano el triunfo y, luego de hablar con directivos de la campaña del candidato priísta (FC desliza si la plática no habría sido con el propio Zedillo), aceptó como si nada que no hubiera un segundo debate que los panistas suponían que elevaría los bonos de Diego.
Escribe FC sobre este episodio. “Suponía yo que (DFC) convocaría a una rebelión, denunciaría a sus interlocutores. Simplemente alzó los hombros y se despidió de nosotros. No hubo casus belli sobre el tema. Me asombró que lo tomara con tal resignación, y que no derivara eso en un señalamiento público encendido. No hubo denuncia del hecho, ni movilizaciones exigiendo segundo debate, ni convocatoria a ello, nada. Ahí se perdió toda esperanza”.
Calderón señalando a Fox como alguien cuando menos indeciso o timorato a la hora de las definiciones frente a López Obrador en el tramo de la elección fraudulenta de 2006 hasta la sumamente accidentada toma de posesión en San Lázaro (y las supuestas palabras con eso no hay que meterse
cuando Felipe, el presuntamente valiente, preguntaba a Fox sobre el problema de narcotráfico que heredaría). O Calderón que asegura haber dicho al brasileño Lula y al venezolano Hugo Chávez ¡Y juntos, o por separado, nos la pelan a los mexicanos!
, luego de que los sudamericanos habrían bromeado al decir que con helicópteros franceses que estaban comprando podrían invadir luego a México.
En fin, pocas cosas relevantes para tantas páginas; un esfuerzo de autolegitimación en tiempos que le son adversos. Felipe turbio, resentido, acechante y ansioso de hacerse de algo del poder perdido. ¡Hasta mañana!
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