Caldo de cultivo y soldados en las calles
l ingreso del país a la anormalidad juega con riesgos seguramente ya previstos, pero no por ello menos peligrosos: desempleo-pobreza-pobreza-violencia-violencia-soldados en las calles.
La fórmula parece simple, pero implica situaciones de gran calado. La crítica a la orden para que el Ejército vigile las calles en el país ignora el futuro inmediato: el muy alto desempleo, la pobreza aumentada, el hacinamiento y la poca oferta de empleos por parte de la iniciativa privada; es decir, un caldo de cultivo muy espeso que complicará tratar de reconvertir la cotidianidad.
El ejemplo más claro está en la Ciudad de México. Desde finales del mes pasado, el Inegi alertó sobre la pérdida de 100 mil puestos de trabajo en la capital del país. Al principio de esta semana ya habían desaparecido 55 mil plazas, confirmó la secretaria del Trabajo local, lo que significa que el desempleo llegará a tasas cercanas o sobre 7 por ciento de la población en edad de tener trabajo.
Sin duda la violencia reclutará a los más necesitados, a los frustrados, a los que van a arriesgar su vida para conseguir dinero para comprar medicamentos, y frente a eso, como salida fácil está la represión que podrán ejercer los verdes contra la gente, se diga lo que se diga.
Los soldados, hay que dejarlo claro, no están capacitados para respetar los derechos humanos. Sus tareas no son las de prevención, por lo que mandarlos a las calles parece significar que aún no se cuenta con los apoyos suficientes para lanzar de inmediato un proyecto de empleo emergente por los grandes patrones que ya antes de la pandemia se negaban a invertir si no se les cumplían sus caprichos.
Creo que esta idea se comparte en muchas instancias de gobierno, donde ya se ha dejado de suponer que los señores del dinero proyectarán una campaña de ocupación que evite que el desempleo y la pobreza alimenten la violencia.
Por eso, en lo que se llama la nueva normalidad
, el gobierno debería tomar las riendas de la economía y crear los empleos productivos que se requieren, o hacer alianzas reales con pequeños y medianos empresarios que estén dispuestos a ganar menos, a mantener a flote sus negocios y a ocupar la mano de obra que de otra forma reclutarán el odio y la violencia.
Entonces, resulta fácil sacar al Ejército a las calles, porque lo difícil sería emprender una verdadera nueva forma de gobierno acorde con la nueva normalidad, donde todas las funciones que los señores del dinero no quieran ejercer las ocupe el gobierno.
Esa sí sería una nueva normalidad. Entender que el mejor programa social será el que impulse un nuevo contrato social que equilibre las desigualdades y donde la justicia sea la que gane dará como resultado una nueva normalidad, lo demás es una muy peligrosa forma de vestir con palabras engañosas el no hacer nada. Aguas.
De pasadita
Por lo pronto, quienes sí ven en esa nueva normalidad un peligro para sus enormes ganancias cotidianas son algunos empresarios que siguen derramando odio y violencia.
Desde hace algunos días, en las redes sociales aparece un tipo, con aires de Vicente Fox, que pertenece a uno de los mercados de la iniciativa privada que más ganancias obtiene; nos referimos a Soriana. En un video, llama a la creación de otro frente de odio, y con un discurso violento dice que luchará para echar de la Presidencia antes del primero de diciembre a Andrés Manuel López Obrador y salvar al país. Sólo eso nos faltaba, otro Fox, pero ahora con aires de salvador de la patria. Qué cinismo.