Elena Martínez Blanco es también autora de literatura infantil y juvenil // Por su tenacidad, su local es ahora el único de ese giro en la ciudad española de Tres Cantos
Jueves 14 de mayo de 2020, p. 4
Madrid. Elena Martínez Blanco es escritora de literatura infantil y juvenil, pero también es una librera convencida de que ese espacio –la librería– es un páramo de conocimiento y esperanza para un mundo mejor. Su vida cambió radicalmente con la llegada de la pandemia del Covid-19, que la obligó a cerrar de un día para otro las puertas de su local, Serendipias, y preguntarse junto a su hija adolescente: ¿De qué vamos a comer mañana?
Después de unos minutos de tribulación y de vértigo tomó una decisión: preparar su bicicleta, un buen equipo de protección con guantes, mascarilla y pantalla protectora y una buena mochila para meter los pedidos que ella misma tenía pensado entregar a sus vecinos. Así ha logrado no sólo vender más libros que otros meses, sino también mantener viva el único local de este tipo en su localidad, llamada Tres Cantos, y seguir llevando a diario un plato de comida a su mesa.
Martínez Blanco fundó Serendipias hace un par de años en Tres Cantos, que se ubica a unos 25 kilómetros de Madrid. La ciudad tiene alrededor de 50 mil habitantes y es ejemplo de planificación urbana, con parques, áreas verdes y deportivas y escuelas suficientes para la población de parejas jóvenes con hijos pequeños. Ella misma es madre divorciada de una niña adolescente, cuyo padre no colabora en la manutención de la joven.
Su vida siempre ha estado ligada a la escritura y la literatura. De hecho, ella misma es autora de libros infantiles y juveniles que se venden en varios países de América Latina, entre ellos México, así que decidió fundar la librería y crear no sólo un espacio de venta de libros, sino ir más allá y crear un espacio de encuentro. Por eso Serendipias se convirtió de inmediato en sitio para escuchar cuentos infantiles, participar en talleres de literatura, acudir a presentaciones de libros y comprar los ejemplares para educar a los más pequeños, así como las últimas novedades para adultos. El negocio no iba mal y ella iba sacando adelante en solitario y poco a poco tanto su proyecto profesional como a su hija.
Pero llegó la pandemia del Covid-19 y todo ese mundo en construcción y en marcha se alteró. Sus cimientos se sacudieron y de pronto vio cómo todo aquello por lo que había luchado con tanto empeño estaba en riesgo de morir. Me di cuenta de que o vendía libros o tendría que cerrar la librería y buscar otra manera de vivir y darle de comer a mi hija. Así que hablé con ella y le dije que o buscaba una manera de seguir trabajando o no tendríamos para comer. Saqué mi bicicleta, me preparé con un buen equipo de protección, activé las redes sociales y empecé con la venta electrónica de libros que yo misma entregaba en las casas de los vecinos
, explicó a La Jornada.
No quería contratar una agencia de mensajería porque no quería arriesgar a mis vecinos con medidas de seguridad e higiene que yo no controlaba; además, pensé que sería mucho más ágil que yo misma entregara los pedidos, y muchas veces lo hacía sólo una o dos horas después de haberse realizado la compra. Y además yo misma limpiaba todo, lo desinfectaba y garantizaba el proceso de seguridad e higiene. Mi sorpresa fue que empecé con dos o tres pedidos y al poco tiempo tenía hasta 30. De hecho, tuve que pedir a mi padre que me ayudara en el reparto
, explicó.
Elena, de 43 años, es autora de libros como Los gusanos de seda, Bajo el paraguas azul, Serendipias y Abecedario de los fonemas, entre otros. Para mantener viva la actividad de la librería, aunque fuera de forma virtual, decidió organizar encuentros por Internet y leer cada noche cuentos infantiles a su público más joven. Así, además de promover la venta de sus libros, mantenía vivo su negocio, que además es el único de este giro en su localidad.
Su arrojo por asumir ella misma el reparto de sus libros y mantener la actividad de la librería le ha salvado de tener que cerrar sus puertas y ha podido sufragar buena parte de sus gastos mensuales, incluso a pesar de que el dueño del local que renta la eximió del pago durante dos meses. Ahora, en la fase de la llamada desescalada
del confinamiento en el que está Madrid, Elena puede vender libros con cita previa, sin que el cliente entre al local y, por supuesto, sin que toque ningún ejemplar. Ella, además de vender así las ediciones y poder saludar a sus vecinos y clientes, sigue con la entrega a domicilio. Y continuará así hasta que se regularice la situación y se recupere poco a poco la normalidad.
De momento creo que ya superamos la etapa más crítica y ahora, además, he conseguido un crédito del Estado, que me permitirá tener un colchón para el futuro inmediato, que sigue siendo imprevisible. Pero yo seguiré luchando por subsistir.