Opinión
Ver día anteriorLunes 6 de abril de 2020Ver día siguienteEdiciones anteriores
Servicio Sindicado RSS
Dixio
 
Antes, ahora y después
S

on muchas las preguntas sobre lo que sucederá en torno a la pandemia que azota al mundo entero. En el plano que tiene que ver estrictamente con la salud: ¿cuántos más sucumbirán a sus devastadores efectos?; ¿en qué momento empezará a estabilizarse el número de nuevos casos?; ¿cuándo empezará a decrecer?; ¿cuándo se puede considerar que el aspecto crítico de la pandemia quedó atrás?; ¿cuándo se producirá la vacuna para prevenirla?

En el aspecto económico: ¿hasta cuándo las medidas que se tomen podrán atenuar los efectos de la recesión que está a la vuelta de la esquina? ¿Organismos como el FMI y el Banco Mundial serán capaces de coordinar una ayuda efectiva a todas aquellas naciones que por su condición económica la requieran? ¿Las naciones que dada su fortaleza económica estarán en posibilidad de asistir a las más gravemente afectadas, estarán en disposición de hacerlo?

El antes

No son pocos los que se preguntan por qué si existía información sobre la posibilidad de que se presentara una pandemia como la del coronavirus no se tomaron las medidas que hubieran permitido prever, o cuando menos atenuar, sus efectos.

Hay pruebas irrefutables de que varios de los epidemiólogos que trabajan dentro de las agencias gubernamentales de Estados Unidos habían advertido desde meses atrás que algo similar podría suceder. De ello han dado cuenta diversos medios en los que se ha entrevistado a muchos de esos especialistas. Un resumen se puede encontrar en el diario New York Times (Cómo Trump menospreció al coronavirus, marzo 20, 2020) y uno más reciente y profusamente documentado en The Washington Post (Desastre al interior del gobierno sobre la prueba del coronavirus, abril 4, 2020).

El ahora

Millones de servidores adscritos al sector salud se debaten a lo largo del país por atajar los devastadores efectos de la pandemia con todos los instrumentos a su alcance. Pero, en contrapartida, la administración federal continúa regateando a muchos de los gobiernos estatales los instrumentos y el equipo necesario para hacer frente a la pandemia.

Llama la atención que más y más gobernadores exigen al presidente Trump que ponga un alto a la forma un tanto anárquica en la disputa para adquirir dichos equipos, pero él se niega a hacerlo. No está claro por qué insiste en que los gobiernos actúen motu proprio para conseguirlos al precio que cada uno pueda pagar.

Los estados compiten entre ellos para comprar lo necesario dentro o fuera del país, y lo más absurdo es que el gobierno federal también compite con ellos en esa disputa. Particularmente dramático ha sido el llamado del gobernador de Nueva York, en donde el virus ha cobrado ya más de 3 mil 500 vidas y los infectados suman más de 113 mil, para que se apoye a ese estado en la adquisición urgente del equipo necesario para asistir a la población afectada.

El después

En alguna manera el después empezó cuando el Congreso aprobó un paquete multimillonario para salvar la economía, una vez resuelta la disputa que los legisladores demócratas y republicanos hicieran sobre el énfasis que se daría a la aplicación de fondos.

No es menor el diferendo entre salvar la economía de las personas y negocios más castigados por la epidemia, o las corporaciones en las que muchos de ellos laboran y garantizar las fuentes de trabajo, una vez pasada la crisis. Una y otra propuesta tienen muchas aristas, y la forma de limarlas sería un acuerdo al más alto nivel que permitiera conjugarlas en la mejor forma posible.

Lo seguro es que la solución que se tome definirá el desarrollo de la nación, al menos en el mediano plazo. En cualquier caso, para la magnitud de la tarea que se vislumbra, será necesario un gobierno con una amplia visión de Estado, interesado en el bienestar de toda la sociedad, no en la autocomplacencia ni en el propósito de beneficiar, a como dé lugar, a quienes son parte de su entorno más inmediato.