Riesgo de contagio de la pesadumbre
ía siete, fase dos, periodo de emergencia sanitaria (Covid-19). Tal vez una de las razones no dichas por la autoridad para aconsejar no salir de casa es el daño que produce anímicamente mirar una ciudad sola, triste, como desahuciada.
El virus se robó la risa, la arrancó de mala manera de los rostros, de las calles, y en el aire se empieza a esparcir ese sentimiento de tragedia que enferma el ánimo, que alimenta una impotencia desesperante. Por más soleado que parezca el día, la calle está cubierta de esa sombra triste que impone el abandono. Los parques casi solos, los restaurantes cerrados, las taquerías casi sin tragones, los corredores sin el sonar constante de los tenis. Se regresa a casa contagiado de pesadumbre, y eso, hace daño. Tal vez esto sea, también, un factor para no abandonar la casa durante los próximos 30 días que ha exigido no el gobierno, sino el peligro de la pandemia.
Y aunque de pronto mucha gente pensó que el Gobierno de la Ciudad de México actuaba tarde, lento y omiso –sobre todo después del Vive Latino–, hoy se debe reconocer, desde todas las instancias, la estrategia y planeación que han logrado Claudia Sheinbaum y su equipo.
En algunos momentos incluso poniendo un paso adelante a las recomendaciones que se hacían desde el gobierno federal, o convocando a científicos y académicos a ofrecer su razón y su palabra a la gente que requiere saber que hay unidad en la lucha contra el virus, y eso aún en contra de su voluntad; es decir, no ha querido que se sepa que ella convocó a las mentes brillantes del país, por ejemplo.
Hoy el reparto de algunos materiales necesarios para la lucha en el hogar resulta más que significativo. Habla de la preocupación, sí, pero también habla del hecho de gobierno.
Ya en la entrega anterior hablábamos de qué tanto esta emergencia serviría a Claudia Sheinbaum para consolidarla como una muy importante gobernante, y parece que esto se ha ido cumpliendo. Sheinbaum avanzó a zancadas en estos días y eso ya no es cuestión de discursos ni alharacas, son hechos de gobierno, nada más.
Tal vez ahora no se dé el peso político que tiene esto, pero a su tiempo las acciones de hoy tendrán muy importantes resultados en el ánimo de la población, eso seguramente se podrá medir al término de la contingencia.
Sería mezquino, por decir lo menos, que la gobernante tratara de levantar banderas ahora. Su mejor forma será seguir trabajando, eso lo sabrá la gente más temprano que tarde.
De pasadita
Las benditas redes sociales han dejado al descubierto a un número de sitios desde donde se alienta el saqueo, y estas fueron localizadas por la inteligencia policial de la ciudad, y se actuará en consecuencia.
El suceso es de la mayor importancia porque no basta con que se hallen los sitios y se encuentre a los culpables de esta forma de causar un caos que repercuta en la estabilidad de gobierno, sino que la seguridad de conseguir, por ejemplo, alimentos, debe considerarse de prioridad nacional.
Y en este caso, que quede claro, no se trata de proteger a los empresarios, que por su lado han aumentado el precio de algunos productos sin razón, sino de garantizar la vida de mucha gente.
En el caso de la Ciudad de México, es necesario que la policía garantice a los grandes almacenes y a los lugares de abasto la seguridad suficiente para que se proporcione lo necesario a la población.
Y aguas con los jueces, quienes ciegos y sordos liberan al ladrón porque alguna razón de peso les asiste. ¡Cuidado!