e todo se aprende, incluso en los tiempos del cólera. La pandemia del coronavirus también trae lecciones en clave geopolítica para América Latina.
1. La primera pregunta es obvia: ¿qué está haciendo el Grupo de Lima en esta contingencia? Esta alianza nació para un objetivo tan limitado que no está a la altura de los desafíos históricos que tienen que ver con las preocupaciones reales de la ciudadanía de América Latina. Y algo muy parecido le ocurre a la OEA.
2. Ausencia de instancias regionales efectivas que afronten esta problemática supranacional. Es ahora cuando se extraña a la Unasur y su capacidad de coordinación frente a situaciones como ésta. La Celac tiene una oportunidad histórica para asumir esta tarea.
3. China, primero. Se pide ayuda prioritariamente al gigante asiático, y no a Estados Unidos. China fue el lugar de origen de este virus y, por tanto, el primer país en sufrir sus consecuencias. Pero luego de ese momento, superó la crisis de manera muy efectiva. El porcentaje de afectados y muertos en comparación con su población es más que mínimo, a diferencia de lo que pasa en otros lugares del mundo. Demostró capacidad para vencer con eficacia esta batalla. Sale reforzada a nivel global.
4. El neoliberalismo, como racionalidad, no sirve. El sálvese quien pueda
no funciona; la supremacía de lo individual es un gran escollo ahora que pedimos esfuerzos colectivos; la cooperación se impone ante la competencia. Los mercados no saben cómo autorregularse; no existe mano invisible que los regule, y tampoco se cumple el mito de que los agentes privados logran sus beneficios por asumir más riesgos.
5. Europa ya no es un espejo al que imitar. Una vez más, y ya son muchas, vuelven a perder una oportunidad para mostrar al mundo que están a la vanguardia en temas importantes. No pudieron ser efectivos frente al coronavirus. El Estado de bienestar es mucho más débil de lo que presumían. La soberbia eurocéntrica los hizo infravalorar todo lo que venía del Lejano Oriente. Italia y España llegaron tarde y están siendo los más afectados por la crisis, y no es casualidad. La Unión Europea, además, muestra su incapacidad para coordinar y armonizar al menos una acción frente a esta pandemia. Se demuestra, así, que este espacio es de hecho un mercado único económico y monetario, pero está muy lejos de ser un proyecto social común.
6. Si se habla de salud, siempre hay que mirar hacia Cuba. Lo que nadie tiene, Cuba lo dispone. El Henry Reeve (Contingente Internacional de Médicos Especializados en Situaciones de Desastres y Graves Epidemias) fue creado en 2005 por Fidel Castro; y ahora son imprescindibles: comienzan a aterrizar en muchas partes del mundo. Cuba se sitúa en el centro de gravedad geopolítico cuando hablamos de salud.
7. Nace un nuevo desorden económico global. El riesgo país no importa. El número de científicos o camas disponibles para cuidados intensivos, sí. La predilección por la financiarización queda desplazada por la importancia de la economía real. Se abre una nueva disputa hacia adelante: entre el Consenso (neoliberal) de Washington permanentemente actualizado y un nuevo consenso postcoronavirus que considera que la sanidad pública es vital, el Estado debe tener un rol protagónico con sus políticas expansivas contracíclicas (fiscales y monetarias), es necesario un mayor control de capitales de los países emergentes para evitar su fuga en este tiempo de adversidad, la economía ha de girar en torno a la vida humana, y por supuesto, la deuda externa debería ser condonada por los organismos multilaterales, así como restructurada con quita por dos años (sin intereses) en el caso de los acreedores privados.
Indudablemente, estamos frente a un nuevo dilema civilizatorio con significativas consecuencias geopolíticas en el mundo, y por su supuesto, para América Latina.
Director del Celag.