Cultura
Ver día anteriorSábado 28 de marzo de 2020Ver día siguienteEdiciones anteriores
Servicio Sindicado RSS
Dixio
 
Disquero
La Primavera de Vivaldi, Piazzolla y Botticelli
Foto
Foto
▲ Antonio Vivaldi
Foto
▲ Astor Piazzolla.
 
Periódico La Jornada
Sábado 28 de marzo de 2020, p. a16

Una novedad discográfica coincide en carambola: inició la primavera mientras todo oscurecía.

¿Tristeza? Vivaldi ayuda. Es la música optimista por excelencia.

Françoise Sagan: Vivir es aprender a ver en la oscuridad (Bonjour, tristesse).

La novedad: Vivaldi Piazzolla Tango Seasons.

Los hermanos Gabetta, Sol y Andrés (ella violonchelista cada vez más famosa, él violinista en esplendor, nacidos en Córdoba, Argentina, 1981, 1976), distribuyen sus proyectos siempre en estallido. Fundaron la Cappella Gabetta y el fruto más reciente es el disco que hoy recomendamos.

Andrés Gabetta se ha especializado en repertorio barroco. Dirige desde su violín a la Cappella Gabetta en este álbum dotado de 17 tracks entreverados de música de Antonio Vivaldi (1678-1741) y de Astor Piazzolla (1921-1992) y al final combina la música de ambos en una composición de Roberto Molinelli (Ancona, Italia, 1963).

De por sí la música de Vivaldi entabla conexiones insólitas. En este disco lo podemos ver prácticamente bailando en las calles de Buenos Aires, impelido ese atributo por la enjundia de los instrumentistas involucrados.

Mario Stefano Pietrodarchi, italiano, cumple el papel de Piazzolla en esta vorágine de tango barroco, válgase la expresión resultante de la música salida de los altavoces.

El inconfundible chasquear del arco del violín raspando la parte trasera del puente, invención de Fernando Suárez Paz, El Negro Suárez, violinista de Piazzolla, suena como una serpentina lanzada al vendaval de un bosque: Piazzolla y Vivaldi, la música de Buenos Aires, como él definió a su obra, con la música de Venecia, la de Vivaldi.

Es tal el brío con el que los músicos de la Cappella Gabetta arremeten las obras de Vivaldi, que queda también desnuda otra porción de la espalda de esa música sonriente: sus conexiones hacia el futuro, encuentro en el tiempo que aquí suena, en este disco, como jaranas de son jarocho por esa combinación a toda velocidad del colibrí que salta en la hojadelata del clavecín con el zumbido de las cuerdas de la Cappella.

La lógica de ese encuentro de eras, los violines barrocos con las jaranas jarochas, ya ha quedado demostrada muchas veces, la más bella en manos de Jordi Savall, cuando reunió en Guanajuato, 2008, a su orquesta, la Capella Reial de Catalunya, con el grupo de son jarocho Tembembe Ensamble Continuo, en el programa titulado ‘‘Encuentro de Músicas de Fuego y Ayre”, y después en el disco El Nuevo Mundo, con Jordi Savall y sus orquestas Hespérion XXI y la Capella Reial de Catalunya.

‘‘Estas músicas, aunque provienen de distintas fuentes, tienen el mismo espíritu”, dijo Jordi Savall aquella vez en Cuévano.

Y lo mismo sucede en el disco que hoy nos ocupa: el espíritu que anima a Vivaldi de igual manera mueve a Piazzolla.

Chicotazos en el contrabajo, rechinidos en el puente del violín, acompasado diapasón: los elementos de Piazzolla; la mañana soleada en toda la orquesta, los trinos de las aves en los violines, los elfos, hadas, duendes, gnomos y sirenas: los elementos de Vivaldi. Juntos hacen carnaval.

Equivale este disco al fresco de Sandro Botticelli titulado así también: La Primavera.

Una de las obras más amadas en la historia (junto al viejo Bach): Las Cuatro Estaciones de Vivaldi, danza con la obra de un autor que se convirtió en leyenda: Las Cuatro Estaciones Porteñas, de Astor Piazzolla.

Vivaldi con bandoneón, Piazzolla con instrumentos de época (barroca), vaya combinación.

La revista Grammophone, máxima autoridad en reseña de discos y sumamente rigorista, dobló las manos así: ‘‘¿Piazzolla con instrumentos del periodo barroco?”, amenazó de entrada, para luego declinar: ‘‘un Vivaldi incendiario”, un disco ‘‘de alto octanaje”.

Un homenaje a los tempi fulminantes, a la libertad creativa, una reverencia a las sonrisas, un hoyo de luz en la oscuridad.

Sumemos recomendaciones: el disco 8cho Estaciones, dirigido desde el violín por el experto argentino Christian Danowicz y la Wroclaw Chamber Orchestra Leopoldinum, es pura dinamita.

Es una mezcla volcánica de Vivaldi con Piazzolla, en fraseos insólitos, cadencias vaporosas, elegancia rotunda, sensualidad rampante.

El espíritu locuaz de los polacos, la sangre bonaerense del director y violinista son una combinación alucinante en este disco indispensable para quien requiera linterna emocional, apapachos en el alma.

Hay otro disco a recomendar: Vivaldi and Piazzolla: 8 Seasons, con dos músicos estupendos que suenan a orquesta entera: el maestro Alemán Harald Oeler, acordeonista, y la señorita Sinn Yang, sino-alemana. Los arreglos para acordeón y violín de la música de Vivaldi suenan a Piazzolla y los resultantes de deletrear con esos instrumentos a Piazzolla, suenan a Vivaldi.

Y es que el cura rojo (así le decían a don Toño en Venecia: era abate y pelirrojo) era un locochón genial, un artista del trapecio, como todos los autores barrocos que crearon belleza en tiempos de horror.

Ese espíritu lo entendió y asume otro alemán: Max Richter, cuyas Cuatro Estaciones de Vivaldi Recomposed también recomendamos. Aunque no trae música de Piazzolla, les viene manejando lo que es el heavy metal, en especial en el track siete de ese disco, correspondiente al movimiento Presto, de El Verano de Las Cuatro Estaciones. Max Richter dijo que escribió, mejor: re-escribió ese pasaje de Vivaldi pensando en la manera en que John Bonham aporreaba la batería. Prodigios del barroco: Vivaldi redivivo en Led Zeppelin.

Y ya entrados en gastos, no se pierdan (todos estos discos se consiguen en Spotify y anexas) The New Four Seasons, del enfant terrible del pacato mundo de la música de concierto: Nigel Kennedy, ese genio punk del violín clásico. Fiero, fuerte. Bello. Bien punk.

Y bueno, si alguien se asustó en la sala, ahí está una versión modosita, digo ortodoxa, la mejor en su renglón: Las Cuatro Estaciones de Vivaldi con Anne-Sophie Mutter. Karajan a la batuta.

Música para el confinamiento de los tiempos (válgase la paráfrasis de la partitura de Olivier Messiaen: Quatuor pour la fin des temps).

Después de navegar por todas esas versiones aquí recomendadas, podemos regresar al disco que dio pie (palante, pie patrás) al Disquero de hoy: Tango Seasons.

La música de Antonio Vivaldi y la de Astor Piazzolla, juntas, se combinan de manera luminosa en una salutación matutina que puede ver a través de la oscuridad: bonjour, tristesse, alégrate, ya llegó la primavera.

[email protected]