Tecnología, consumo y avances médicos generan en Occidente una ilusión de inmortalidad, sostiene el pensador español Santiago Alba Rico
Viernes 27 de marzo de 2020, p. 5
La pandemia de coronavirus también llegó a la filosofía. Dos de las más importantes polémicas se sucitaron alrededor de los filósofos contemporáneos Giorgio Agamben y Slavoj Zizek.
El italiano Giorgio Agamben publicó el pasado febrero un artículo sobre la exageración de la epidemia en los medios. El pánico resultante avalaría, según él, la intervención militar, el cierre de fronteras y medidas económicas de emergencia. Entonces apenas se habían reportado los primeros fallecimientos en Italia.
‘‘Parecería que, habiendo agotado el terrorismo como causa de las medidas excepcionales, la invención de una epidemia puede ofrecer el pretexto ideal para extenderlas más allá de todos los límites”, escribe Agamben en el texto reproducido en español por el sitio https://ficciondelarazon.org.
Sostiene que ‘‘en un círculo vicioso perverso, la limitación de la libertad impuesta por los gobiernos es aceptada en nombre de un deseo de seguridad que ha sido inducido por los mismos gobiernos que ahora intervienen para satisfacerla”.
Desde la publicación de ese texto se generalizaron los cierres de fronteras en Europa y América, toques de queda y cuarentenas ante las altas cifras de contagio, decesos en el mundo y el colapso de algunos sistemas de salud.
El filósofo francés Jean-Luc Nancy respondió a su amigo que semejante estado de excepción no tiene que ver con lo político: es viral –biológica, informática, cultural– que nos pandemiza. Los gobiernos no son más que tristes ejecutores de la misma, y desquitarse con ellos es más una maniobra de distracción que una reflexión política”.
Recuerda que hace tres décadas ‘‘los médicos me juzgaron para hacer un trasplante de corazón. Giorgio fue una de las pocas personas que me aconsejó no escucharlos. Si hubiera seguido su consejo, probablemente habría muerto tarde o temprano”.
En tanto, en un par de artículos, el pensador esloveno Slavoj Zizek consignó que la crisis del coronavirus puede llevarnos a superar los estados-nación, con estilos más solidarios y comunitarios de interrelación.
También reflexiona que ‘‘la actual expansión de la epidemia de coronavirus ha detonado las epidemias de virus ideológicos que estaban latentes en nuestras sociedades: noticias falsas, teorías conspirativas paranoicas y explosiones de racismo”.
El sitio Filosofía & Co refiere que el filósofo español José Luis Villacañas retomó la discusión. Para él, estamos ‘‘ante un atolladero evolutivo” en el que la historia parece hacer más difícil y propicia la ‘‘creación fantasiosa de escenas apocalípticas”, donde las personas ‘‘suspenden su moral y su relación con la norma”. Y llama a atenernos a los estados.
Por otro lado, el filósofo español Santiago Alba Rico explora que la idea de la normalidad previa a la pandemia era de ‘‘una estructura material y simbólica ‘automática’ que asegura una inmanencia mucho más confortable, casi autista en su clausura molusca: la tecnología, el consumo, los avances médicos han generado en Occidente una ilusión de inmortalidad.
‘‘El coronavirus –con las medidas tomadas contra él– nos revela de nuevo la independencia del mundo. La comparecencia de lo real, cuando ocurre, siempre se nos antoja irreal. Ese develamiento del mundo en su independencia es compartido, sin escapatoria, por todos los humanos al mismo tiempo. Este ‘sin escapatoria’ es importante, pues lo que define el mundo real –ya sea un árbol o un virus– es que no se puede escapar de él, ni para el bien ni para el mal.”
Las satisfacciones cotidianas, añade, como el agua en casa, la electricidad y los aparatos, el cajero bancario, el centro comercial abierto, el celular y la atención de los médicos, que antes se consideraba normal, es en el fondo lo contrario a lo real.