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Ciudad perdida

Covid-19: previsiones, acciones e inacciones

P

aulatinamente, sin mayores auxilios oficiales, pero con la mejor vacuna: la información oportuna y veraz, miles, tal vez millones, de capitalinos ya han iniciado la fase 2 de prevención contra el nuevo coronavirus.

Más allá de las compras de pánico, los habitantes de la Ciudad de México muy rápidamente parecen haber entendido las reglas que pueden prevenir un impacto desastroso por la pandemia. Tal vez como nunca, o quizá sólo cuando aquel episodio de la influenza obligó al gobierno de Marcelo Ebrard a decretar el cierre de la ciudad, la voz de las autoridades ha sido escuchada por la gente, y también, eso hay que dejarlo en claro, las experiencia de Italia y España parecen haber marcado las actitudes de los habitantes de la capital de México.

No obstante, las críticas, algunas hasta fundadas, se han esparcido mucho más veloces que el propio virus. Los gobiernos tienen la culpa, se repite con argumentos muchas ocasiones infames, aunque sí, es innegable que a veces la negligencia ha triunfado sobre todas las advertencias y las críticas encuentran en los gobiernos su mejor blanco, pero del otro lado, desde la iniciativa privada, además de las quejas, los gritos y sombrerazos, ¿qué se hace?

El fin de semana pasado, en dos aeropuertos –indudables focos de infección–: el de la ciudad de Guadalajara y el de la Ciudad de México, los negocios no mostraban algún tipo de prevención. Los salones de espera de cualquier marca estaban llenos sin que se informara de la situación y se ofreciera a la gente protecciones tan simples, pero tan importantes, como el gel antibacterial.

El esfuerzo, ahora como siempre que se vive una crisis, debe ser parejo y hoy la gente está cumpliendo con su papel; el gobierno busca atender las demandas de la gente, que cada vez son más y de mayor calado, y trata de prepararse para lo que parece inevitable, pero desde la iniciativa privada, incluso desde los organismos que con más enjundia encabezan las campañas contra el gobierno, no se ve nada contundente.

En otros países, más afectados, eso sí, se han tomado medidas muy fuertes para quienes no cumplan con las medidas que recomiendan los gobiernos. Aquí no nos queremos pelear con los empresarios, pero de pronto resulta desesperante que su golpeteo busque ocultar sus conductas erróneas y confundan a la gente con epítetos fuera de las críticas necesarias.

Así las cosas, la Ciudad de México, que paso a paso toma sus decisiones, enfrenta desde ya la emergencia con todas las herramientas que están a su alcance y casi con el acuerdo de sus diferentes sectores sociales. Como dice el lugar común: es hora de dejar de buscar culpables y emprender la tarea de defensa, que tanto se necesita.

De pasadita

Organizaciones como el Acnur (Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados) han señalado que en el mundo mueren por desnutrición 8 mil 500 niños al día, cifra que respaldan la Unicef, la Organización Mundial de la Salud y otros organismos de la importancia de los que hemos mencionado. Podrían decirme que hoy no viene al caso hablar de esa pandemia –el hambre–, pero se padece desde hace mucho tiempo y hasta ahora no hay poder que logre controlarla, y menos aún aliviarla. Si alguien quiere argumentos para señalar que el asunto del coronavirus tiene ingredientes políticos, en el análisis de su combate y su emergencia se podrá hallar una buena cantidad de respuestas.

Parece que a estas fechas nadie está preocupado por que cada 10 minutos un niño muera de hambre. Lo que esto significa no es que el mundo esté acostumbrado a este mal, sino que no afecta, seguramente, a los grandes capitales.