s un término derivado del latín soror, que significa hermana. Confieso que me sonaba un poco pedante, pero al entender bien lo que expresa creo que no hay una palabra que explique mejor el sentimiento que permeaba en la impresionante marcha del domingo pasado por el Día Internacional de la Mujer. Es una palabra nueva que se emplea para referirse a la solidaridad entre mujeres en un contexto de discriminación sexual.
En nuestro país se extiende a la violencia diaria que incluye feminicidios, el machismo, la misoginia, la discriminación laboral, entre muchas otras que padecen en mayor o menor grado todas las mujeres.
Eran miles de todas las edades y sectores sociales, había niñas con sus madres, adolescentes, jóvenes, mujeres maduras y de la tercera edad. Se convocó por redes sociales y la respuesta fue abrumadora. No había líder, ideología, partidos políticos ni la supuesta intervención de la derecha, si es así, que se exponga quiénes y cómo, porque se deslegitima al movimiento.
Había unos lazos de raíz profunda que las unían, un despertar de las conciencias. Todas han padecido algún tipo de discriminación o violencia, han sido acosadas, viven con miedo, pero quedó claro que eso ya no se va a permitir.
Este movimiento sin duda va a generar un cambio social porque la mentalidad masculina que tiene injertado el machismo, la misoginia y el autoritarismo tendrá que cambiar.
La presión que ejercerán millones de mujeres que no van a permitir actos machistas, como lenguaje soez, chistes, miradas, acoso, que les paguen menos, que las traten diferente que a los hermanos, compañeros de escuela o trabajo, son gérmenes de la violencia familiar y social.
Yo soy tu dueño y puedo hacer contigo lo que yo quiera... incluso matarte
. Y no pasa nada. Esto se acabó, aunque siga sucediendo, las mujeres van a exigir justicia real, hechos y van a llegar hasta donde sea necesario, lo cual –como vimos– puede incluir la violencia.
En la marcha pudimos percatarnos que las chicas que hacían destrozos tenían una gran rabia, sacaban el coraje y la impotencia por todos los abusos padecidos históricamente. Entre las manifestantes, muchas las apoyaban y otras pedían parar la violencia.
Es cierto que esta toma de conciencia no ha permeado en las mujeres de las clases más desprotegidas, pero así han comenzado los movimientos que han cambiado la historia. Si las leyes se aplican efectivamente, si policías, jueces, magistrados, autoridades, patrones, jefes de familia cambian su actitud y si no lo hacen sufren las consecuencias, pero se irá dando la transformación.
Es de primordial importancia diseñar políticas que incluyan campañas de comunicación y que den a conocer a las mujeres que viven en la pobreza y la marginalidad, que el hombre no es su dueño, que no tiene derecho a violentarla ni a ella ni a sus hijos.
Es primordial ofrecer una salida, hay que ampliar los refugios donde puedan acudir que incluyan apoyo sicológico y legal. Es imperativo porque gran parte de la violencia se ejerce en el ámbito familiar.
La secretaria de Gobernación ha propuesto habilitar escuelas de educación básica como refugios temporales, lo que suena muy bien, porque tiene que ser un programa muy extenso que cubra todo el país. El Presidente ha hablado de establecer centros culturales y deportivos junto a los bancos del bienestar que van a construir en las zonas más pobres y lejanas; sería mejor que fueran refugios y guarderías para que las mujeres tengan la posibilidad de generar ingresos propios; es la mejor manera de hacerlas libres.
Al día siguiente su voz fue el silencio, se estima que 22 millones de mujeres en todo el país se quedaron en su casa el 9.
Estimados lectores: hoy me salí de los temas que abordo en estas crónicas, pero ha sido muy fuerte ser parte de esta experiencia que confío sea el inicio de un cambio profundo con todas y todos.