Lunes 17 de febrero de 2020, p. 33
Aunque en las dos décadas pasadas la educación superior en México se expandió rápidamente, al pasar de una cobertura de 20.6 por ciento al inicio del milenio a casi 40 por ciento en 2019, la tasa de eficiencia terminal en jóvenes de entre 25 y 29 años es de apenas 67 por ciento; además, hay de una tasa de abandono superior a 20 por ciento. Ambos indicadores están muy lejos del promedio reportado por los países de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE).
El avance en cobertura muestra, paradójicamente, enormes desigualdades en el territorio nacional, pues mientras nueve entidades federativas se encontraban 40 por ciento arriba de la meta propuesta para 2018, en el otro extremo, siete estaban por debajo de 30 por ciento.
De acuerdo con los datos más recientes de la Asociación Nacional de Universidades e Instituciones de Educación Superior (Anuies), el Instituto de Investigaciones Sobre la Universidad y la Educación (Iisue), la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y el Centro de Estudios Educativos y Sociales (Cees), esa brecha, lejos de acortarse, se profundiza más.
Al agrupar los datos por región geográfica se observa que la zona sur-sureste presenta la menor cobertura –28.5 por ciento–; al contrario, la Ciudad de México reporta 97.5 por ciento. En el tema de ingreso, permanencia y egreso de educación, el sistema nacional es sumamente excluyente.
Factores socioeconómicos
En el trabajo Análisis de desempeño de universidades públicas estatales en México 2000-2019, recientemente editado, el Cees señala que a estos desbalances geográficos
se suman retos importantes en la calidad de los servicios educativos, que se reflejan en el bajo número de estudiantes en programas acreditados por su calidad y se estima que de éstos, sólo 44.7 por ciento tiene ese registro.
Además, junto con la desigualdad de oportunidades en el acceso a la educación superior por zona geográfica, se presentan barreras por nivel de ingreso. Así, de acuerdo con datos de la Encuesta Nacional de Ingresos y Gastos de los Hogares 2018, cinco de cada 10 jóvenes (54.1 por ciento) que logran cursar este nivel se encuentran en los cuatros deciles de mayor ingreso, y sólo dos de cada 10 pertenecen a los dos deciles con mayor pobreza (21 por ciento).
En concordancia, la investigadora Mónica López Ramírez, del Iisue, muestra también que el acceso a la educación superior en México está ampliamente relacionado con las condiciones socioeconómicas de los estudiantes y sus familias. Entre quienes acceden a ella, sólo 7 por ciento proviene de orígenes sociales desfavorecidos, mientras 42 por ciento se sitúa en estratos sociales privilegiados.
Aun cuando se han implementado programas para abatir la deserción en la enseñanza superior, como los programas de becas gubernamentales y de acompañamiento a través de tutorías, la eficiencia terminal está lejos de los estándares deseables, señala la académica en su trabajo La desigualdad en educación superior en México a través del estudio de las trayectorias escolares.