El trabajo editorial Ida Rodríguez Prampolini (2019), publicado por el Instituto Veracruzano de la Cultura (Ivec) en su naciente colección Veracruz Universal, reúne una selección de textos de su directora fundadora.

Esa recopilación a cargo de Christian Goeritz Álvarez, nieto de Rodríguez Prampolini, es el cuarto título de la serie que dirige el poeta y traductor José Luis Rivas, cuyo fin es rendir homenaje a los veracruzanos que, por una parte, han dejado un legado a sus coterráneos y, por otra, con su vida y obra trascienden las fronteras del estado y adquieren carácter de ‘‘veracruzanos universales”, explica Agustín del Moral, del departamento de publicaciones del Ivec.

Los primeros tres títulos están dedicados a Salvador Díaz Mirón, Jorge Cuesta y Emilio Carballido. Ahora se prepara uno sobre Sergio Galindo. La colección –con énfasis en el número sobre Rodríguez Prampolini– será presentada el 29 de febrero a las 18 horas en la Feria del Libro del Palacio de Minería.

Todos los volúmenes tienen el mismo patrón estructural: una introducción general de la colección, un texto de algún personaje de la vida literaria o artística sobre el homenajeado, una breve cronología del personaje, una presentación del compilador, el cuerpo de obra, la sección Cuentos dedicados y testimonios, otra de nombre Entrevista, la bibliografía general y un apartado iconográfico. En el caso de Rodríguez Prampolini el texto ‘‘Dos, tres mariposas para Ida’’, es de Luis Cardoza y Aragón.

Activista social

Para Goeritz Álvarez, su abuela no sólo fue una de las voces principales de la crítica de arte en México en el tercer cuarto del siglo XX, distinguida profesora de la Universidad Nacional Autónoma de México e introductora de los problemas relativos a la comprensión del arte contemporáneo europeo en un ambiente aún monopolizado por el muralismo, sino ‘‘prolífica escritora, activista social comprometida, cabeza de familia y, sobre todo, en sus palabras, fue una mujer con mucha suerte”.

El filósofo y catedrático de la Universidad Veracruzana apunta: ‘‘De humilde carácter como corresponde a las grandes mentes, Rodríguez Prampolini atribuía buena parte de su vida al efecto de un hado benigno, al cual sumó su entusiasmo por lo que hacía en cada ocasión. Como dijo en cierta entrevista: ‘Siempre le pongo muchas ganas a lo que hago’ y esto lo explicaba porque decía que tuvo la maravillosa fortuna de dedicarse a lo que le apasionaba, sobre todo a la docencia, la investigación y la mejora de la comunidad a través de la cultura.

‘‘Rodríguez no sólo posee una pluma apasionada e interesante para disciplinas que actualmente se consideran áridas o demasiado académicas, sino además una cultura y un temple que los años siguientes en las academias se han perdido: el tenor de la hiperespecialización, de la citación constante de respaldo, de la discusión erudita sin mayor envergadura, del miedo a la hipótesis arrojada y a la constatación hermenéutica correcta es totalmente ajeno a nuestra profesora y crítica de arte, como lo ha sido a todos nuestros próceres intelectuales y humanísticos desde Reyes y Vasconcelos a nuestros días.”