La UNAM, en difícil momento // Falla juramento a la nación// Renuncia en la Suprema Corte
erminemos cuanto antes con el asuntito Medina Mora. Y no porque tan deplorable, perverso, vergonzante y criminal asunto no merezca una discusión exhaustiva y, por supuesto, una sentencia rotunda e irrecusable. Lo propongo por razón de fuerza no sólo mayor, sino impostergable: el difícil momento que vive nuestra casa, la UNAM, y que exige todo el interés, inteligencia y participación activa y comprometida de quienes, por encima de muchísimas diferencias, somos la universidad de la nación.
Cuando Medina Mora fue interpelado por el presidente del Senado sobre su juramento de fidelidad a la Constitución, alborozado, eufórico ofreció cumplir su cometido, mirando en todo por el bien y prosperidad de la Unión
(por supuesto mintió). Y cuando el presidente del Senado replicó: Si no lo hicieres así, la nación os lo demande.
El alma (ese adminículo que los conquistadores consideraban era imposible que los naturales portáramos) se me fue a los pies. ¿A la nación le echan la responsabilidad de demandar a un falsario cuyas credenciales para llegar al sitial que le otorgó el Senado, fueron exclusivamente las instrucciones, la consigna que dictó el representante más emblemático de la nación, o séase, el mismísimo presidente, amigo, partner, socio, big brother, the godfather de la banda que asoló al país durante el periodo de desgracia del Señor 2012-2018 y de la que el señor ministro era su auténtico legal body guard?
Pero, obseso como soy (dije obseso, si me quitan la “s“ formalizo mi protesta), que continúo mi rastreo y encuentro que el artículo 109 estipula: El Congreso de la Unión expedirá leyes de responsabilidad de los servidores públicos conducentes a sancionar a quienes incurran en las causales que a continuación anota, por ejemplo la II: la omisión de delitos por parte de cualquier servidor público será perseguida y sancionada en los términos de la legislación penal. Y la III: Se aplicarán sanciones administrativas a los servidores públicos por los actos u omisiones que afecten la legalidad, honradez, lealtad y eficiencia que deban observar en el desempeño de sus empleos, cargos o comisiones.
Y la cosa no para aquí. El artículo termina diciendo: Cualquier ciudadano bajo su más estricta responsabilidad y mediante la presentación de elementos de prueba, podrá formular denuncia ante la Cámara de Diputados del Congreso de la Unión respecto de las conductas a las que se refiere el presente artículo
.
Y para rematar (y perfeccionar los supuestos que se exponen), el siguiente artículo, o sea el 10: “Podrán ser sujetos de juicio político los senadores y diputados al Congreso de la Unión, los ministros de la Suprema Corte de Justicia de la Nación [……] Las sanciones consistirán en la destitución del servidor público y en su inhabilitación para desempeñar funciones, empleos, cargos o comisiones de cualquier naturaleza en el servicio público”.
O séase que, con un solo senador, diputado, dirigente de cualquiera de los partidos políticos o de los sesudos analistas políticos
(así los anuncian en sus personalizadores, en las mesas televisivas mal llamadas de debate, en vez de contrate o remate), hubiera sido suficiente, para cuestionar este despropósito y encaminarlo por el camino de la legalidad.
Para terminar, regresemos al principio: las renuncias de los ministros de la SCJN procederán por causas graves. A mí se me ocurre, por ejemplo, de conciencia: El ministro MM decide renunciar a todos los placeres y boato de este enloquecido mundo en 2020 (o sea, el doble del de los inigualables roaring twenties) y, con esta fecha asume una vida de absoluta austeridad, recato, honestidad y vida proba. También informa que ha solicitado su incorporación a la orden de los monjes Cartujos. Como quien dice, los abuelos de la omertá, código de honor siciliano que ahorita nos tiene en suspenso: ¿Lo acatarán don Chapo Guzmán y don Genaro García Luna? Si nosotros estamos con el alma en un hilo, ¿cómo se sentirán algunos ilustres como don Raúl Salinas de Gortari, otra vez el hermano incómodo, el combativo líder proletario don Carlos Romero Deschamps, y el príncipe de la impoluta barra de abogados sin escrúpulos
don, Juan Collado, quienes, bien saben que su suerte está echada: ¡Escupe, Lupe! o se te adelantará el más fiel de los tuyos, en cuyo caso terminarás dominando una segunda lengua (aunque sea un caló muy doloroso) en una institución del extranjero).
Y, sí el presidente y el Senado franquearon las puertas de la responsabilidad legal, con toda amabilidad y cortesía, ¿quiénes le otorgaron el pasaporte y le otorgaron la visa al país de la impunidad? Nos falta un párrafo.
Twitter:@ortiztejeda