a necesidad de crecimiento de la economía ha puesto en la mira las opciones de política monetaria del banco central. Se trata, en esencia, de la reducción de la tasa de interés, medida que habría de favorecer la expansión del gasto en consumo e inversión, público y privado.
El Programa Monetario para 2020 del Banco de México se sustenta en el mandato Constitucional (artículo 28): Su objetivo prioritario será procurar la estabilidad del poder adquisitivo de la moneda nacional, fortaleciendo con ello la rectoría del desarrollo nacional que corresponde al Estado
. Como objetivo no es poca cosa. La estabilidad de los precios, así expuesta de modo general, no es suficiente.
El documento prevé que la economía siga enfrentando un entorno incierto y, aunque se anticipa una recuperación del gasto y del producto, el balance de riesgos continúa sesgado a la baja
. Es éste el escenario de los distintos pronósticos económicos que fijan el crecimiento en torno a uno por ciento en el año.
El subgobernador del BdeM Gerardo Esquivel ha sido muy explícito en sus declaraciones y en sus votos en la junta de gobierno, donde se fijan las pautas de política monetaria.
Su postura es rebajar más rápidamente la tasa de interés. Esto se remite a la conclusión del análisis de la junta (del 19 de diciembre 2019) que afirma que el estancamiento económico sigue ampliando “en terreno negativo…las condiciones de holgura de la economía”. Esto quiere decir –sin eufemismos– que la economía funciona con muy altos niveles de desocupación y subocupación de los recursos disponibles, en especial la fuerza de trabajo. Esta es una forma del desperdicio.
A finales de enero, Esquivel hizo una interesante presentación en una reunión de BBVA en Londres (https://t.co/Jzr5D6IwW7?amp=1). Apuntó que existe la base macroeconómica propicia para una recuperación. Mostró que el crecimiento ha sido negativo desde el último trimestre de 2018, debido a condiciones externas desfavorables. La caída de la producción industrial en Estados Unidas afecta negativamente y de modo directo la actividad económica en México. Esta es ya, por cierto, una condición estructural.
El argumento principal de la presentación es que la tasa de interés real (descontada la inflación) es muy elevada. Hoy está en 4.1 por ciento. La tasa nominal al inicio de 2019 era de 8.25 por ciento, en agosto bajó a ocho, en septiembre a 7.75, en noviembre a 7.5, en diciembre a 7.25 y ahí se mantiene hasta hoy. Cabe anotar que esto no estimuló la recuperación del producto y del empleo.
La tasa de inflación anual (enero-enero) fue de 3.24 por ciento. Resulta así que la tasa real de interés, según se muestra en la presentación, es cuatro veces mayor que en Brasil y Colombia, y más de tres veces que en India y China.
De ahí se desprende que rebajar las tasas de interés alentaría el gasto privado de consumo e inversión. En el primer caso, según la misma presentación, la tendencia es negativa desde agosto de 2018. En cuanto a la inversión, la tendencia a la baja es muy marcada desde mediados de 2018. ¿Por qué ahora menores tasas de interés impulsarían el crecimiento?
Una cuestión relevante es que el crecimiento del crédito bancario a empresas no financieras es negativo desde mayo de 2018 y mucho más para las pequeñas y medianas.
Esquivel muestra tres indicadores que impulsarían la actividad económica este año: el mayor nivel de confianza del consumidor, la mayor masa salarial real y la constante tendencia al alza de las remesas.
Los ajustes en la tasa de interés de referencia que hace el banco central se manifiestan con rezago en la actividad económica. Este rezago tiende a ser mayor en relación con la incertidumbre en el ámbito económico y político. Esa es precisamente la situación en el país.
El escenario indica que los proyectos de inversión de las grandes empresas no se concretan a un ritmo que impacte de modo señalado la actividad productiva y la creación de empleos.
El gasto en inversión tanto del sector público como del privado representa alrededor de 19 por ciento del PIB, lo que, se estima, permitiría un crecimiento de largo de plazo del orden de 1.5 por ciento anual. El aumento hasta una proporción de 25 por ciento del PIB soportaría un crecimiento de 2 por ciento y esto podría servir de sustento a la tasa de 4 por ciento a la que se propone llegar el gobierno.
No hay ningún automatismo en estos procesos. Para que esto ocurra se necesita mucho más que la herramienta de las tasas. La estrategia de inversión del gobierno debe estar bien definida, cumplir los programas de cada proyecto y ser muy efectiva en su rendimiento.
La tasa de interés es un instrumento cuyo efecto productivo no se expresa de manera directa en la actividad económica, sino que está mediada por una serie de factores reales y percibidos de índole económica, financiera, política, legal y de seguridad pública. Abarcar ese entorno más comprensivo podría hacer más robusta la posibilidad de crecimiento.