omo ante tantas tragedias históricas, hay hechos que, sin entenderse aún sus perfiles con claridad, empiezan a asustar al mundo cuando su guadaña ya está en pleno movimiento. En México, aparte de la comunidad intelectual, pocas personas están alertas sobre ciertos riesgos apenas visibles. Seguimos preocupados por el día de hoy sin visión de profundidad y latitud.
Al mundo entero nos asedian riesgos que, siendo generales, tienen expresiones regionales o nacionales que debieran preocuparnos. Hay riesgos superiores como la inestabilidad política o social, sobrepoblación, limitada economía, agotamiento de recursos, crimen trasnacional, ambientales, nuevas formas de colonialismo como el cultural, financiero, comercial o tecnológico.
De ellos se derivan la ineficacia de los organismos internacionales, conflictos bilaterales, estragos nacionales sean políticos, sociales o económicos; pobreza extrema al alza, migraciones masivas. Otros son cíclicos como las sequías, inundaciones, sismos, desabastos alimentarios, condiciones extremas de clima, epidemias como coronavirus, desempleo rural. No suelen tener una sola expresión, es normal que se correlacionen en su origen, evolución y permanencia.
Sorprende el no poder identificar estos conceptos cuya discusión está en el mundo con los que nuestra Ley de Seguridad Nacional determina como elementos de la misma materia. Sólo como ejemplo, reflexiónese en casos que la ley sostiene que atentan contra la seguridad nacional: Enuncia a actos tendentes a consumar espionaje, sabotaje, terrorismo, rebelión, traición a la patria; interferencia extranjera en los asuntos nacionales; obstaculizar o bloquear operaciones militares o navales contra la delincuencia organizada; contra de la seguridad de la aviación; actos que atenten contra del personal diplomático y demás ingenios. Es más, un código penal que un soporte al proyecto nacional. Ninguna idea de país futuro.
No es este espacio para discutir tal ley, pero sí para subrayar que, como efecto de su miopía, en 15 años de vigencia, no ha tenido efecto alguno sobre la vida nacional, salvo servir de excusa para limitar derecho al acceso a la información, como si ella no fuera la esencia de la historia. A la ley la domina una inspiración de Línea Maginot, la mayor línea de defensa militar construida en el mundo moderno entre 1936 a 1939.
La línea se construyó con criterios medievales y con escasos efectos para la defensa de Europa Occidental. Una aberración que cambio la suerte de Europa. Indujo a cometer el error mayúsculo de Francia, Bélgica, Países Bajos y de paso de Gran Bretaña en la Segunda Guerra Mundial. ¿Estaremos montando un error semejante ya por décadas al mirar solamente actos presentes o pasados?
Nuestro razonamiento sobre seguridad nacional semeja una fiscalía decimonónica, sólo de persecución del delito y no reconoce los problemas globales que se precisaron anteriormente y sus efectos sobre el país. Nada de perspectiva, de propósito de futuro, de progreso, puro escabullirse del conflicto político. Esta visión tan angosta no es sólo de la ley, es una falta de percepción generalizada.
¿Cómo renfocar nuestra atención y recursos hacia un universo más amplio, realista que nos congregue? La primera idea sería abandonar ese exclusivismo policiaco/militar y abrirnos a ideas complementarias, nada sofisticadas que se debaten y aplican en el mundo desde tiempos de la bomba atómica de Hiroshima o la caída del Muro de Berlín.
La seguridad nacional como idea orientadora de ciertas políticas públicas necesariamente obligadas en cualquier país ha sido nula, ni siquiera tiene efecto sobre su inspiración persecutoria o su ayuno anticipatorio. Tampoco las instituciones de justicia, las fuerzas del orden, de inteligencia u operación se beneficiaron con ese enfoque. Se han desarrollado independientes, a golpes inerciales, con inspiraciones personalistas y por ende de acortada eficacia.
Han sido décadas de esta confusión. Dados los largos plazos en que esta situación ha privado, el primer paso obligado sería asumir la voluntad de insistir. Ha habido egoísmos conceptuales, confusiones, sordera, ignorancia. Si esos son los primeros retos a vencer, parece ser que el convencimiento, el reconocimiento de esta insuficiencia de comprensión del devenir mundial del que nuestro país es parte fuera de discusión. Es el paso secuente y continuo.
Las diferencias al respecto que existen entre la academia, lejos de ser un defecto es una ventaja. Las ideas plurales siempre dan frutos mejores. Lo lamentable es que desde que se instituyó la Ley de Seguridad Nacional, todo lo que se ha visto son las interpretaciones personalistas de ella por parte de gobernantes para interpretar la ley a su modo y que esta se utilice como a ellos convenga.
Con lo que está sucediendo con la ecología, la conectividad, el comercio, la cultura o el crimen trasnacional, un día los mexicanos, distraídos miembros de la comunidad internacional, nos reclamaremos nuestra falta de ubicación al no atender los llamados que escuchamos a nuestras puertas, ¿y entonces? ¡¡Pues arrúguense y sigan en el caparazón!!