En la segunda edición del certamen auspiciado por la UNAM, se eligieron 10 trabajos que articulan la exposición Pedir lo imposible
Miércoles 5 de febrero de 2020, p. 4
Imaginar el bien fue el primer llamado a los jóvenes para participar en la segunda Bienal de Artes y Diseño UNAM 2020.
Con el título Pedir lo imposible, el conjunto de obra seleccionada llega al Museo Universitario de Ciencias y Arte (MUCA), donde se exhibirá desde el sábado 8, a contracorriente de los impulsos mercantiles y para romper las paredes a las que por tradición se ha constreñido al arte.
‘‘Hasta ahora el arte hablaba del mundo estando fuera de él. Lo importante de la bienal es romper eso e integrar los nuevos procesos de investigación de manera interdisciplinaria”, explica en entrevista con La Jornada Pierre Valls, director de ese encuentro auspiciado por la Facultad de Artes y Diseño de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).
Se trata de ‘‘pensar el arte como una piedra más dentro del muro que puede ser la ciencia, la arquitectura, todas las disciplinas. Es decir, el arte ya no es un cuadro que no responde a las necesidades de cuestionar el mundo” y se integra a las contingencias sociales, científicas y ambientales, no sólo a través del goce estético, sino con acciones que tienen impacto real en la comunidad.
Se muestran 10 proyectos en los que la participación de alumnos, profesores y colectivos es determinante. Las obras abordan perspectivas contemporáneas sobre temas como feminismo, ecología, mediación social, denuncia política, memoria y saberes de pueblos originarios. El medio ambiente es el problema que más destaca entre las preocupaciones de los jóvenes artistas, refiere Valls.
Compromiso con los problemas del país
El cielo se encendió de golpe es la obra que retoma la explosión en San Juan Ixhuatepec, el 19 de noviembre de 1984, que recurre a la memoria de esa tragedia en el estado de México. Es uno de los trabajos que exhibirá el museo ubicado en la Facultad de Arquitectura, a un costado de la Rectoría de la UNAM, donde se ha erigido una pirámide que dentro obliga a la ceguera; se ha puesto un montículo de arena para alertar sobre la destrucción del lago de Guadalupe, en el estado de México, o hay puestos ambulantes para reproducir obra gráfica.
El objetivo, describe la convocatoria, es contribuir ‘‘a la conciliación’’ del arte y el diseño como fuente de conocimiento y aprendizaje, practicados desde la universidad pública, mediante la interdisciplinariedad y el compromiso con los problemas del país.
Preocupaciones humanas y conocimientos indígenas
Fernanda Barreto y Yutsil Cruz, curadoras de la muestra, describen en la ficha museográfica que esta edición de la bienal responde a la urgencia de abordar problemas de carácter social para interconectar las diversas disciplinas con otros saberes no académicos. El arte se une a las ciencias puras y sociales, pero también a preocupaciones humanísticas y conocimiento indígenas.
El título Pedir lo imposible se retoma de los escritos del filósofo esloveno Slavoj Zizek. ‘‘¿Es posible construir un mundo mejor desde las prácticas culturales y educativas?”, cuestiona Pierre Valls. Aunque la respuesta es una incógnita, sí es posible observar las inquietudes de los jóvenes creadores que han quedado de manifiesto en los 88 proyectos que concursaron.
La muestra incluye un programa de ‘‘activaciones’’ de las piezas que permiten al visitante no ser un mero observador, sino involucrarse con la funcionalidad y la reflexión alrededor de las propuestas.
En la entrada del MUCA, junto con las grandes letras del título de la bienal Pedir lo imposible, también está inscrito en lengua náhuatl.
Esta no es la única vez que se utiliza el náhuatl, pues se da visualización a la identidad indígena; por ejemplo, la obra Timosanilwiah/ Nosotros conversamos, que replantea el acto de compartir tiempo y saberes, o Totlapaltlalnatzin, que muestra un conjunto de huipiles y canastas acompañados de versos: ‘‘Vengan, bordadoras, que con su imaginación ustedes son las creadoras de resistencia y acción”.