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Para que quede claro

Ser leyenda (o no)... Kobe y el Chicharito

N

o hay parámetros que lo determinen. No sé si haya una especie de check-list donde uno va poniendo palomitas o tachecitos por cada requisito cumplido. Pero me queda claro, por ejemplo, que Javier Hernández, el Chicharito, puede ser bien querido, bien amado, admirado, seguido, hasta idolatrado, pero de allí a que se autonombre leyenda, como sucedió la semana pasada el día de su presentación con el Galaxy de Los Ángeles y, por ejemplo, el trágicamente fallecido Kobe Bryant, quien sí lo fue, y más ahora, hay una distancia enorme… Usted sabe la respuesta, quién sí y quién no.

Y no se trata de menospreciar los productos de casa, pero si yo me atreviera a ponerle una etiqueta de leyenda a uno o varios deportistas mexicanos, ellos serían Hugo Sánchez, Julio César Chávez, Salvador Sánchez (aunque le quedaba más por delante que lo que había hecho al momento de su muerte en 1982), El Santo, bueno, El Perro Aguayo, esos sí eran leyendas.

El chicharito ha cometido graves errores en su manejo, en la forma que ha hecho las cosas los últimos años y aunque reconozco el enorme grado de dificultad que lleva inherente el jugar fuera de México, sus 156 goles en Europa, producto de 424 partidos en nueve temporadas y cinco clubes en el viejo continente, no se acercan siquiera a los 240 goles que marcó Hugo mientras jugó allá mismo. Y al Pentapichichi nunca lo he visto, ni en los momentos más polémicos de su carrera, andarse autonombrando como lo hizo Hernández.

En el caso de Chávez, hice hace algunos años una serie de entrevistas en torno a su carrera y gente de la talla de Mike Tyson, Sugar Ray Leonard, Óscar de la Hoya, el gran réferi Richard Steele y otros más se llenaron la boca de elogios para el sonorense. Iron Mike me dijo que es el mejor peleador de nuestra generación y uno de los mejores de la historia. Leonard hizo énfasis en la gran capacidad para combatir que lo convirtió en un fuera de serie, una leyenda. El Golden Boy me dijo que si esa primera pelea ante el gran Julio César Chávez hubiera sido un par de años antes, estoy seguro que el ganador hubiera sido otro, no yo. Y ya para qué le sigo.

Y el destino, porque sí hay destino, quiso que Bryant diera la bienvenida a Hernández al Galaxy, con calurosas palabras y un enorme entusiasmo, pero él sabía perfectamente que el Chicharito llegó al equipo por motivos de estrategia comercial, más que por tratarse de una leyenda del futbol. Porque tal vez el tapatío nunca vaya a ser rebasado (o quién sabe) por algún otro jugador en la lista de anotadores del Tri, sobre todo porque la escandalosa cantidad de partidos que juega el equipo mexicano tiende a reducirse, pero eso le da el estatus de goleador histórico, no de leyenda.

Leyenda, en cambio, sí es Kobe Bryant, cuya trayectoria está llena de éxitos, de metas alcanzadas, de objetivos sobrepasados, de obstáculos superados. Todo lo que usted y yo hemos leído después del trágico accidente que cobró la vida de la estrella del basquetbol, quien no sólo es uno de los máximos anotadores de la historia en la NBA (habría que ver en dónde queda el mexicano en la lista de los goleadores de alguna liga en la que haya participado), sino que además se fue siendo bicampeón olímpico, lo cual no es poca cosa.

Ser leyenda no es algo que se alcanza por decreto, ser leyenda, como alguna vez se hablará también de Rafael Márquez, es algo que la gente hace trascender al tiempo y la distancia, superar las discusiones de los gustos, las preferencias.

No digo que Hernández no sea un gran jugador. Lo es. Es admirado por lo que ha hecho, la gente lo quiere por esa imagen hasta inocentona con la que supo ganarse un lugar en uno de los mejores clubes del mundo, el Manchester United, pero por casualidades del destino Juan Carlos Osorio nos comprobó que el Tri podía vivir sin él y, ¿sabe qué?, también lo está haciendo Gerardo Martino. No, ese adjetivo, si así puede llamarse, es algo que aún ahora le queda muy grande y no sé si aún tenga tiempo en su carrera para ganárselo algún día...