l martes pasado se efectuó el último debate entre los candidatos demócratas que se disputan el derecho a representar a su partido en la elección presidencial del próximo noviembre. La economía, el gasto social, la salud, la política exterior y la estrategia a seguir en cada uno de esos rubros han sido el tema de los debates y la campaña entre los demócratas.
Lo diferente en esta campaña es el trasfondo del juicio en contra del presidente Trump, que los demócratas iniciaron casi desde el momento en que tomó posesión como tal. Primero pugnaron para que se nombrara un fiscal especial que investigara la posible colusión de los rusos con el equipo de campaña de Trump para infiltrar el sistema electoral de Estados Unidos y evitar la elección de Hillary Clinton. Las conclusiones de tal investigación no arrojaron una culpabilidad explícita de Trump, pero tampoco lo exculparon de tal delito. Dejaron en el limbo la intención de los demócratas de llevar a un juicio al presidente. Posteriormente, en el transcurso de los siguientes meses, Trump cometió un nuevo desaguisado. Condicionó la entrega de la ayuda militar que el Congreso estadunidense había autorizado para que Ucrania se defendiera de las agresiones rusas, a que primero se investigara en ese país al hijo de Joe Biden, su más destacado rival político en la carrera por su relección. Evidentemente se trató de una maniobra para socavar la popularidad de Biden.
Dicha situación ha matizado la campaña demócrata, no obstante los esfuerzos que los precandidatos han hecho por referirse a las diferencias que existen entre demócratas y republicanos en su proyecto de país. La campaña ha tomado un inesperado sesgo ante la urgencia de derrotar a Trump, no por sus atrabiliarias medidas en la conducción del país, que las hay y muchas, sino por su involucramiento con los rusos para desvirtuar la elección de 2016, y por el chantaje a Ucrania para desvirtuar la de 2020. En el último debate entre los precandidatos demócratas este fue el telón de fondo. Aunque con diferente acento y estilo, trataron de expresar sus diferencias en lo sustantivo de la política que involucra el bienestar de la sociedad. Sin embargo, el contencioso asunto de los juicios contra el presidente fue el elefante que en el debate trataron de soslayar. Todos ellos están conscientes en que uno de los principales elementos que moderará la opinión de los electores el próximo noviembre es la pertinencia de haber sometido al presidente a un juicio en el que, al parecer, no todos consideraron oportuno, necesario y justo, no obstante, los elementos de sobra que hay para ello
El problema real es que ninguno de ellos ha logrado posesionarse claramente en las preferencias de los electores. Hay ambivalencia sobre quién tiene mayores posibilidades de enfrentar a Trump y derrotarlo en la próxima elección. Eso es lo que, a los simpatizantes del Partido Demócrata y a buena parte de la sociedad estadunidense, les causa una extraña, aunque explicable angustia. Es por lo que, con excepción de Bernie Sanders, quien una y otra vez ha reiterado sus convicciones sociales con aplomo y sin concesiones, los otros candidatos han debido matizar sus puntos de vista con el objeto de ganar mayor aceptación entre diversos segmentos del electorado demócrata. En este sentido, en su propósito de evitar la relección de Trump, los demócratas harían bien en explorar y explotar lo dicho por el Nobel Joseph Stiglitz, cuando apunta que el supuesto
éxito económico de Trump es un castillo de arena, si se le analiza desde el punto de vista de los nulos beneficios y las grandes pérdidas que han sufrido la mayoría de los estadunidenses.
Las semanas que vienen serán cruciales en la vida política de Estados Unidos. Por un lado, precedido de un barroco protocolo se inicia el juicio al presidente Trump en el Senado, por el otro, se iniciará la primera fase de las elecciones primarias. Las claves que se deriven de ellos tal vez ayuden a descifrar lo que viene.