omenzamos 2020 y se avivan los rescoldos de un 2019 turbulento, que comenzó con una Venezuela bajo asedio, y terminó con un golpe de Estado contra el proceso de cambio boliviano y con Evo Morales como asilado político de los gobiernos de México, primero, y Argentina, después, todo ello mientras insurrecciones populares desafiaban nuevamente el modelo neoliberal en Haití, Honduras, Ecuador o Chile, a las que se sumaban las grandes movilizaciones contra el sistema político en Colombia.
Probablemente el año 2020 esté conformado por muchos más focos rojos sobre los que poner nuestra atención, pero vamos a dar prioridad y analizar los cinco principales:
El eje progresista México-Argentina. El regreso del kirchnerismo y del peronismo en la tercera economía latinoamericana no sólo implica la derrota del proyecto neoliberal macrista en las urnas, siendo el primer presidente latinoamericano en todo el ciclo progresista que no logra la reelección, sino que junto a México se va a conformar un eje progresista conformado por dos de los tres países latinoamericanos miembros del G-20.
La buena sintonía entre Alberto Fernández y Andrés Manuel López Obrador, cuyo gobierno, además, va a estar a cargo de la presidencia pro tempore de la Celac (que tendrá una primera ronda de conversaciones el 8 de enero en Ciudad de México) podría dar un nuevo impulso a la integración regional de una América Latina convulsionada por golpes de Estado y rebeliones populares. Aunque cada presidente tiene mucha tarea en casa para desmontar el destrozo social neoliberal, con la renegociación de la deuda de más de 50 mil millones de dólares contraída con el FMI en el caso de Fernández, y los retos para disminuir las tasas de pobreza, desigualdad y violencia, en el caso de López Obrador, parece que hay una intención por impulsar un liderazgo regional que ningún presidente de la derecha latinoamericana puede tener.
El golpe de Estado en Bolivia. Con Evo Morales protegido por el gobierno argentino y ya muy cerca de Bolivia, los próximos movimientos pasan por la convocatoria de elecciones el 3 de mayo (probablemente para junio, con la toma de posesión el 6 de agosto) y la designación el 19 de enero del candidato del MAS-IPSP, que todo parece indicar podría ser Luis Arce Catacora, el ex ministro de Economía, artífice del milagro económico boliviano, como una forma de apelar no tanto a la clase media, sino sobre todo al bolsillo de la gente común, que quedará seriamente afectado en caso de que los golpistas sigan en el poder. Su acompañante podría ser un indígena, como el ex canciller Diego Pary, o un dirigente campesino, como Andrónico Rodríguez, vicepresidente de las Seis Federaciones del Trópico de Cochabamba.
Pero a pesar de que el MAS pudiera ser el partido más votado en primera vuelta, es necesario ser conscientes de que quienes han impulsado el golpe de Estado en Bolivia no van a entregar el poder en una cita electoral, y harán todo lo que tengan que hacer para mantenerlo. La vuelta de la DEA, USAID y el embajador de Estados Unidos, así como la privatización de empresas públicas o la venta del litio, no van a ser puestas en riesgo por los golpistas y sus socios del Departamento de Estado.
Venezuela. A pesar de haber sufrido durante 2019 una agresión militar, diplomática y mediática mayor que la que provocó la caída del proceso de cambio boliviano, y un bloqueo económico que ha supuesto más de 30 mil millones de dólares de pérdidas debido a las sanciones, Venezuela comienza 2020 como uno de los países más estables de la región, entregando la vivienda número 3 millones a los sectores más humildes (con una meta de 5 millones de viviendas para 2025) y dedicando 76 por ciento del PIB a inversión social, algo inédito en el continente.
Este 2020 habrá elecciones legislativas, la número 26 desde 1998 (de las 25 anteriores el chavismo ganó 23) y si se logra reactivar la economía y la oposición golpista se mantiene dividida, puede ser el año en que se consolide la etapa post-Chávez de la revolución bolivariana.
Rebeliones antineoliberales. Con un capitalismo global en fase de descomposición y un modelo neoliberal que no puede garantizar condiciones de vida dignas para una mayoría de la población, las movilizaciones populares, que adoptan diferentes ritmos, intensidades y liderazgos según el país, irán en aumento durante 2020. Si a eso le sumamos la ola feminista, que puede convertirse en tsunami allá donde la izquierda no asuma el feminismo como parte de su horizonte político, se dan las condiciones para que la derecha no pueda imponer su programa gracias a las luchas de las y los de abajo.
Estados Unidos. Last but not least, la elección presidencial va a impactar en América Latina, desde México a Argentina, pasando por Cuba y por supuesto Venezuela, además de Bolivia o el Brasil de un cada vez más cuestionado Bolsonaro y de un Lula, quien en libertad puede demostrar un liderazgo no sólo político, sino social.
El acto de inicio de la campaña trumpiana ejecutado en Bagdad mediante el asesinato del general iraní Soleimani es sólo la confirmación de la necesidad que tiene Trump de una guerra y varios enemigos externos para asegurarse la reelección.
Que el 2020 nos agarre sino confesados, al menos sí informados.
* Politólogo vasco-boliviano,especialista en América Latina