l revisar la información económica que se publica periódicamente, es frecuente encontrar expresiones que señalan que los recursos de la economía se encuentran, por un lado, en la oferta global y, por otro, en la demanda global. Se trata de los dos lados de la moneda: ingreso y gasto. En particular, los componentes de la demanda agregada son el consumo, la inversión y las exportaciones.
El consumo tiene dos componentes: el consumo de las familias y el consumo del gobierno. Del mismo modo la inversión puede ser la que realizan las empresas privadas, o la que realiza el gobierno. El dato de las exportaciones suma todas las realizadas por entidades que operan en nuestro país. La información del tercer trimestre del año comparado con el año anterior, es decir, con la información del tercer trimestre de 2018, muestra que la demanda agregada de bienes y servicios se contrajo 0.2 por ciento.
La explicación de esta contracción está en el comportamiento de la inversión, en su componente de capital fijo, que se redujo 6.4 por ciento, así como del consumo del gobierno que cayó 1.9 por ciento en estos cuatro trimestres (septiembre 2018-septiembre 2019). Contrastando con este mal desempeño, las exportaciones aumentaron 3.5 por ciento y el consumo de los hogares lo hizo en 0.7 por ciento. Lo mismo puede apreciarse si se compara la información con el trimestre anterior: creció el consumo de las familias y las exportaciones, mientras que cayó la inversión y el consumo del gobierno.
La reciente decisión de la Comisión Nacional de los Salarios Mínimos de aumentar el salario mínimo nacional en 20 por ciento, que indudablemente permitirá que se recupere la capacidad adquisitiva de los trabajadores remunerados con este salario, se reflejará en un aumento en el consumo de las familias. Es previsible que, en consecuencia, este indicador siga teniendo un desempeño que impulsa el crecimiento de la demanda agregada. Lo mismo puede pensarse de las exportaciones, qué una vez aprobada parlamentariamente el tratado comercial (T-MEC), en Estados Unidos y México, y muy pronto también en Canadá, mantendrá abiertas las compuertas para las exportaciones mexicanas hacia sus vecinos del norte.
Sin embargo, aunque estos dos elementos sigan jalando a la economía, serán insuficientes –cómo lo han sido durante todo 2019 para que la economía del país crezca. Los factores claves para que la economía tenga un desempeño acorde con los requerimientos nacionales son, en primer lugar, la inversión y después el consumo del gobierno. A la inversión le corresponde el lugar principal. Si no hay una inversión cuantiosa, que Carlos Slim ha señalado insistentemente en por lo menos 5 por ciento del PIB solamente para infraestructura, no habrá un crecimiento alto. Por supuesto, el grueso de este monto tendrá que aportarlo las empresas privadas, pero es absolutamente indispensable que la inversión pública aumente sustancialmente.
Inversión privada e inversión pública son claves. Hay abundantes recursos financieros disponibles en los mercados internacionales, en los que las tasas de interés son verdaderamente atractivas, del orden de 1-1.5 por ciento anual, lo que abre un espacio de oportunidad extraordinario para que las empresas aprovechen y respondan al reto que les propone la recuperación económica de nuestro país. La oportunidad también está planteada para el gobierno federal. Hay mucho que hacer en el país, hay un gobierno que ofrece hacer las cosas honesta y ordenadamente, pero no basta. Es necesario y urgente tomar la decisión de que la inversión pública adelante recursos para grandes proyectos de inversión en infraestructura.
Las finanzas públicas se han mantenido muy controladas durante el gobierno de AMLO, evidenciando que el gobierno federal tiene una línea de trabajo ajena a excesos presupuestales. El primer año ha dejado claro que se cumplen las prioridades económicas y sociales establecidas en el programa de gobierno. Lo que no se ha podido cumplir es con el compromiso de crecer a ritmos de 4 por ciento anual. La coyuntura global no es favorable, lo que incrementa la responsabilidad gubernamental en la superación del ciclo de estancamiento o, peor aún, de un ciclo recesivo. La política económica debe responder a estas circunstancias. La prioridad en el segundo año debiera estar en revertir este ciclo para poder crecer.
Para hacerlo hará falta aprovechar oportunidades existentes en los mercados financieros globales y también en el nacional. Hay espacio presupuestal para hacerlo. Se ha documentado ya la capacidad de control de la administración pública. Es el tiempo de replantear principios que a la luz de las circunstancias no hace falta sostener. Los recursos que se requieren para impulsar la inversión pública están a la vista. Se trata de tomar la decisión e impulsar la economía durante 2020. El riesgo de no hacerlo es muy alto.