Yolanda Vargas Dulché, la gran invención de la historieta.
Saber la vida
esde la cuna muy humilde en que llegó al mundo en 1919, pasando por la barriada en que se desarrolló familiarmente en la capital del país, hasta su juventud, esta chica inquieta observaba con cuidado las maneras de la gente. Los contrastes del lenguaje coloquial, entonaciones, formas de ser y mostrarse se convirtieron en un impensado análisis de la conducta humana y fue su mejor forma de comprender el mundo. Ella sabía que tenía condiciones para brillar porque pensaba distinto, pero su primer intento serio por hacer carrera fue en el terreno artístico, al hacer el dueto Rubia y Morena con su hermana Elba, con el que tuvieron eco en la XEW, plataforma base de muchas de las figuras históricas de América Latina. Pero la breve notoriedad del canto no prometía gran futuro (pese a que tenían cierto cartel y llegaron a presentarse en el extranjero); entonces encontró su verdadera vocación: contar historias. Con todos los diálogos y modelos de vida que capturó en su inteligente reflexión humana, Yolanda Vargas Dulché se mostró con una capacidad sorprendente para atraer la atención de la gente por sus historias.
Periodista y argumentista
No hubo aplauso o elogio de expertos en la música (así fuera de Agustín Lara, uno de los alternadores de su dueto) que la mantuviera en los escenarios; en cambio, pasó a ser reportera del periódico El Universal, donde también comenzó a publicar sus primeros relatos. La forma del cuento se convirtió en su principal herramienta narrativa. De los cuentos cortos nacieron después los guiones para radionovelas y los argumentos de las historietas. Trabajó en la popular empresa editorial de García Valseca, donde fue modelando lo que después serían sus principales líneas creativas. Con variación de formatos, desde las historias completas hasta las largas entregas por episodios (que formarían seriales de gran impacto bajo el título Clásicos de Lágrimas, Risas y Amor, que tuvo tres eras distintas, todas con gran popularidad, lo mismo que Ladronzuela), Yolanda destacó como primerísima guionista y argumentista, lo que llenó su escritorio de solicitudes para nuevas historietas y argumentos para otros medios, como el cine, al hacer el argumento de Cinco rostros de mujer (Gilberto Martínez Solares, 1947).
Memín y los que siguen
Su novio, Guillermo de la Parra, su querido Memo o, más bien, Memín, era bromista, directo y cariñoso, es decir, la esencia de personalidad para crear a un niño travieso y entrañable. La imagen y formas las había en un niño que le llamó la atención en un viaje a Cuba, cuando hacía giras artísticas con su hermana. Así nació Memín Pinguín, personaje que alcanzó récords en el mundo editorial de muchos países, teniendo en México millones de seguidores. Guillermo y ella crearon Editorial Argumentos.
Después siguieron muchísimas historias, entre las que destacaron piezas como El pecado de Oyuki, María Isabel o Encrucijada, por mencionar trabajos que se convirtieron en éxitos en la televisión, aunque también muchos de sus trabajos se han adaptado al cine. Los títulos son numerosos y la clasificación debe incluir las historias que fueron acondicionadas a los lenguajes y elementos de diferentes épocas, ya que Vargas Dulché mantuvo su vigencia por más de cuatro décadas, destacando los seriales Doctora Corazón y Confidencias de un chofer, donde captó las claves de lo popular mexicano.
Las otras mujeres
Yolanda presentó mujeres que contrastaban con los patrones clásicos (si bien mantuvo papeles en tramas tradicionales), creando a mujeres con el control de las cosas, fuera desde la iniciativa social y laboral, mostrando carácter y liderazgo, como Yesenia, o dureza sin piedad en una villana, como Rubí, personaje odiado por generaciones y prototipo de personaje perverso que consigue lo que quiere con manipulaciones sin par.
La escritora supo mostrar a personajes que cumplían con patrones convencionales del relato melodramático, que contenían pinceladas diferentes. La descripción de acciones y definición de personajes (con un gran equipo de dibujo y formación que complementaron perfectamente sus ideas) le permitieron ser siempre diferente en su presentación de contenidos. Natural contadora de historias
(rezo que la definió en reseñas, menciones y hasta exposiciones de su obra), Vargas Dulché también recibió los embates comunes de quien gana terreno en el arte popular. Literatos, periodistas y hasta colegas criticaron su éxito, asociándolo con la baja educación del pueblo; reprocharon su reiteración de situaciones con o sin mujeres seductoras, y nunca le concedieron ser una creadora de consideración con figuras reconocidas de su tiempo.
La controversia de un consentido
Memín es una de las historietas más populares y de mejores ventas en la historia del cómic lainoamericano. Con diferentes épocas desde su tradicional formato compacto con ilustraciones impresas en sepia, hasta una última era en color, Memín acompañó a todo tipo de lectores, desde luego con gran impacto popular, sin que pudiera asociársele sólo con un grupo laboral o socioeconómico específico. Querido por todos, fue, sin embargo, tema de controversia internacional gracias a una torpeza presidencial: Vicente Fox declaró que los mexicanos cumplían cabalmente como trabajadores en Estados Unidos, pero no por ser confiables, capacitados, dedicados, sino porque cumplían con labores que ni los negros quieren hacer
. La frase lo enfrentó (y con él a los cuerpos diplomáticos en todos los niveles) con Estados Unidos, lo que pareció rematarse con una coincidencia postal: ni más ni menos que el lanzamiento de la estampilla de Correos de México con Memín como efigie conmemorativa.
En el momento indicado para la polémica, un personaje que era todo carisma y reflejo de reclamos por inequidades de la vida cotidiana, fue visto como exacerbación racista de un país cuyo presidente ya había dicho que los trabajadores afroamericanos hacían lo peor de lo peor. Mientras el reverendo Jesse Jackson y otros líderes se entrevistaban con Fox o declaraban desde sus nichos, Memín se reditaba para beneplácito de los lectores mexicanos, los medios se llenaban de expertos en historieta, sociólogos, comunicólogos, escritores y otros estudiosos para analizar si el viejo Memín tenía que adaptarse a la modernidad y ya no ser dibujado con labios tan gruesos, con rasgos más sencillos, sin que pudieran considerarse parodia de la raza negra, etcétera.
Las críticas contrastaban con la forma en que el cómic fue recibido por años en muchos países (incluso la Unión Americana), llegando a ser recomendado como lectura obligada en Filipinas por tratarse de una lectura que fomenta el respeto a la familia y las instituciones
, de acuerdo con declaraciones oficiales de su ministro de Eduación en 1985.
En Historia social del cómic, Terenci Moix sostiene que “el significado sociológico y las posibilidades de revolución expresiva del cómic exigen, ante todo, una consideración intelectual digna, una aproximación sociológica coherente y, desde luego, un margen de confianza por parte de sus detractores a priori”. Memín surgió de una forma, en un periodo particular, sin afán de ofender
, y sigue leyéndose.
La mexicana más leída
Yolanda Vargas Dulché sigue siendo la mexicana más leída de todos los tiempos, porque sus historias siguen editándose, si bien es verdad que mucho de su obra puede ser conocida en formatos o versiones ya adaptadas, pero la base de sus relatos permanece. Sigue funcionando porque hizo historias que tocan lo que se vive cotidianamente en distintos estratos sociales, porque su forma de analizar los amores y los dolores es tan vigente como la construcción elemental de los romances o las tragedias; porque las traiciones de los villanos son las mismas, porque los pobres batallan por subir los mismos escaños que se les han escamoteado permanentemente.
La popularidad y la llamada alta cultura mantendrán siempre sus batallas, cuando en realidad debería de verse su trabajo como se ha visto la aportación creativa de muchos en la historieta mundial: han sido iniciadores de nuevos lectores. Gracias a que muchos hojearon esos cómics, pasaron después a la lectura literaria y a la búsqueda de información especializada. Pero a Yolanda Vargas Dulché no le hizo falta el reconocimiento de ningún erudito para alcanzar a millones, la sencillez y calidad de su narrativa sigue siendo admirable y no ha salido de los puestos desde que ella se fue en 1999.