urante la reunión del Grupo Interinstitucional para la Prevención del Embarazo en Adolescentes, la titular del Instituto Nacional de las Mujeres, Nadine Gasman, reconoció que la tasa de fecundidad adolescente continúa siendo alta, pues entre 1990 y 2018 sólo tuvo una reducción de 86 a 71 nacimientos por cada mil mujeres. Asimismo, la funcionaria reiteró que resulta inaceptable el hecho de que cada día 32 niñas de entre 10 y 14 años se conviertan en madres.
En el mismo acto, la secretaria de Gobernación, Olga Sánchez Cordero, presentó un decálogo para la atención de esta problemática. El plan de acción contempla, entre otras medidas, fortalecer dicha política desde el ámbito público con un enfoque sexual y reproductivo
, prevenir, atender y sancionar toda forma de violencia, e incorporar la participación de las adolescentes en el diseño de las políticas dirigidas a ellas. La funcionaria recalcó también que la atención a los embarazos adolescentes es una deuda pendiente del Estado mexicano, y destacó la corresponsabilidad del varón en un fenómeno que prejuicios y taras sociales achacan únicamente a la mujer.
Cabe saludar que desde las instancias más altas de la administración federal se reconozca el deber del Estado hacia las adolescentes y se eche luz sobre las dimensiones del problema, pero es igualmente necesario señalar una omisión importante en la estrategia presentada, la cual se enfoca en la educación dentro del ámbito escolar. Se trata, justamente, de que tal enfoque pasa por alto la obvia urgencia de actuar sobre el contexto más inmediato en que vive la gran mayoría de las jóvenes: la familia, sea cual sea su configuración. Está claro que ninguna política implementada desde las aulas rendirá los frutos deseados mientras no se acompañe de un trabajo de concientización en padres, madres, abuelos, tutores y, en general, todos aquellos adultos que conviven con las jóvenes en el ámbito doméstico y toman decisiones acerca de la información a las que éstas pueden acceder, al mismo tiempo que cuentan o se arrogan facultades para restringir sus libertades.
Un enfoque integral también debería poner en primer plano la atroz realidad de que para muchas jóvenes el embarazo y la consiguiente salida del hogar se presentan como una vía de escape de situaciones familiares insoportables en las que privan todas las formas de violencia, incluyendo la violación, que, como denunció Gasman, debe señalarse como la primera causa de embarazos en niñas de 10 a 14 años. Incluso dejando de lado esta agresión extrema que pertenece al terreno de lo penal y debe combatirse con todo el peso de las leyes, lo cierto es que en los hogares se presentan situaciones de opresión, desinformación y manejo sumamente cuestionable de valores que son otros tantos factores del embarazo adolescente.
En suma, cabe esperar que la atención institucional a esta problemática acelere la implementación de todas las medidas necesarias para acabar con un drama que empieza y culmina en la negación de derechos a cientos de miles de jóvenes cada año.