s el país más pequeño de la Unión Europea. Tiene apenas 450 mil habitantes, pero se convirtió en un Estado mafioso que vende pasaportes de oro que abren las puertas del mundo a la nueva oligarquía rusa, ampara las actividades de los kleptócratas de Azerbaiyán y cuenta con un sistema bancario apto para ocultar el dinero mal habido lo mismo del crimen organizado que de empresarios o políticos de varios países.

De todo esto informaba Daphne Caruana Galizia, periodista y bloguera de 53 años, asesinada en octubre de 2017, al estallar una bomba colocada en su coche.

Daphne ofrecía pruebas de la corrupción de los más importantes funcionarios gubernamentales de esa isla del Mediterráneo y los negocios irregulares que tenían con importantes empresarios.

A paso de tortuga iba la investigación oficial sobre su violenta muerte, pero a gran velocidad y esmero la de un grupo de periodistas de todo el mundo que se encargó de analizar los documentos que la periodista había reunido sobre la corrupción en Malta.

Y cuando menos se pensaba, y a cambio de inmunidad, un participante en el complot para asesinarla dio detalles fundamentales sobre los autores intelectuales del crimen. Destacadamente el nombre de uno de los presuntos implicados: el poderoso empresario Yorgen Fenech, detenido cuando se disponía a abandonar la isla.

Lo liberaron bajo fianza, lo que indignó a la ciudadanía, harta de ser gobernada por corruptos. Miles exigieron a renuncia del primer ministro, Joseph Muscat, quien prometió separarse del cargo en enero próximo. Ya lo hicieron su principal asesor y dos ministros al descubrirse sus negocios turbios con el rico empresario. Hay el temor de que Muscat y otros funcionarios implicados en el crimen borren las huellas que los comprometen en los actos de corrupción que la periodista denunciaba en su blog.

En México la impunidad cobija a los autores materiales e intelectuales del asesinato de decenas de periodistas. Como Miroslava Breach y Javier Valdez.