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American curios

Nostalgia presente

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▲ Jóvenes en resistencia a la agenda neoliberal en Seattle hace 20 años lucharon con la consigna: Otro mundo es posible.Foto tomada de YouTube
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20 años de la gran rebelión contra la globalización corporativa que estalló en Seattle el 30 de noviembre de 1999, sus canciones, consignas e internacionalismo hoy están presentes en la lucha político-electoral y de justicia social de Estados Unidos, donde tal vez la corriente más dinámica de las fuerzas antineoliberales se atreve a llamarse socialismo democrático.

Pero tal vez el mayor legado de Seattle es el potencial –y la necesidad– de la solidaridad global entre norte y sur dentro de un movimiento de justicia (ver primera parte: https://www.jornada.com.mx/2019/ 11/25/mundo/029o1mun ).

Esa oposición al modelo corporativo de la globalización en Seattle tenía sus antecedentes en diversas luchas en otras partes del mundo –la insurgencia zapatista en Chiapas, Sudáfrica, Filipinas, Corea, India– pero en América del Norte nació en respuesta a la propuesta del tratado de libre comercio que hoy día aparentemente está por ser sustituido por otro que es en esencia más de lo mismo.

De hecho, se puede decir que la lucha contra el TLCAN –definido como el candado de las políticas neoliberales– no sólo fue la primera en tener una dimensión trinacional, sino que los diversos actores sociales nunca antes habían logrado abrir el tema de la política económica internacional como asunto clave en el debate popular en los tres países. Hasta entonces, estos tratados, convenios y acuerdos neoliberales siempre se habían hecho en lo oscurito.

Después de Seattle, las cumbres neoliberales buscaron sesionar en lugares remotos o detrás de fortalezas para defenderse de los que se insistía serían beneficiados. La Organización Mundial de Comercio se refugió en Doha para la siguiente ronda (aunque la organización ha estado mortalmente herida desde Seattle, tanto por la dentro y fuera). La Cumbre de las Américas sesionó en Quebec en abril de 2001 en una sede protegida por el muro antiguo (3.8 kilómetros de largo por 3 metros de altura) que rodea parte del centro histórico y miles de agentes de seguridad. El concepto medieval de protección de los representantes del hemisferio que ocasionó una respuesta igualmente medieval: los activistas construyeron enormes catapultas de madera que rodaron hacia el muro y cuando se dio la orden de ataque –provocando tensión con los agentes de seguridad del otro lado– las catapultas abrieron fuego lanzando ositos de peluche.

Los movimientos altermundistas en este país continuaron nutriendo el potencial de una nueva solidaridad internacionalista real entre sectores del pueblo estadunidense y sus contrapartes en otros países, algo sin precedente, frente a un enemigo común: las fuerzas neoliberales trasnacionales que estaban aplicando las mismas políticas contra los pueblos en el norte y en el sur.

La ira, pero también el festejo de la resistencia que marcan esos nuevos encuentros en las calles se podían oír en la música en las calles. Rage Against the Machine era de los grupos más escuchados en Seattle (https://open.spotify.com/track/21Mq0 NzFoVRvOmLTOnJjng?si=MrDgMm 2pRFK_y_v96-9fxw ), y poco después en la Cumbre del G8, en Génova, donde una de las voces esenciales del altermundismo marcó la resistencia que tanto asustó a las cúpulas (https://www.youtube.com/watch?v=qurdD37ofk4 ; https://www.youtube.com/watch?v=lwRED_-8nVc ).

Esas canciones y cantantes, el toque de miles de tambores y cacerolas, se siguen escuchando. Después de un intermedio en Estados Unidos provocado por el 11-S, la resistencia feroz a la agenda neoliberal continuó, sorprendiendo a todos aquí con el breve pero poderoso estallido de Ocupa Wall Street en 2011 (con nuevas canciones y viejos cantantes https://open.spotify.com/track/2Vj9p2Ah XNLHdKP8rHS476?si =mWuWomRlTdqSapLu0s7bGA ) con veteranos de Seattle educando a nuevas generaciones y hoy día una mayoría de los jóvenes dicen favorecer el socialismo, lo que para ellos significa justo lo opuesto al neoliberalismo.

Ahora los jóvenes están advirtiendo a los demás que ante la sentencia de muerte para el planeta que representa el orden neoliberal actual, se requiere una rebelión bajo la misma consigna que retumbó en Seattle hace dos décadas: Otro mundo es posible.