Opinión
Ver día anteriorDomingo 17 de noviembre de 2019Ver día siguienteEdiciones anteriores
Servicio Sindicado RSS
Dixio
 
Los libros de Álvaro
Y

o conocí a Álvaro en un seminario en México y de inmediato establecimos una empatía que sólo creció a lo largo de los años. Cuando yo organicé la Latinoamericana – Enciclopedia Contemporánea de Am é rica Latina y el Caribe–, le pedí la entrada sobre Bolivia. Él mandó un texto formidable. (Estoy en la actualización de la Enciclopedia, le voy a pedir que la actualice.) Me acuerdo de que con el pago que recibió, Álvaro compró su primera computadora.

Mantuvimos siempre contacto; lo seguí cuando Evo lo invitó a ser su candidato a vicepresidente. Estuve en la primera campaña electoral, en 2005; viajé a Bolivia con él. Me acuerdo de que el sábado previo a las elecciones fuimos a Santa Cruz de la Sierra. Ya en el aeropuerto lo abordaron empresarios, seguros de que él se volvería presidente, intentando hacer contacto con él. De vuelta no había vuelos comerciales, porque no hay transporte público entre ciudades en el día mismo de la votación. Un empresario brasileño ofreció su avioncito; un productor de soya, desde luego. Álvaro aceptó, pero dijo que el mismo empresario viajara con nosotros, para evitar cualquier trampa.

Estuvimos juntos el día mismo de las elecciones, siguiendo el conteo de los votos. Me acuerdo de Álvaro llamando a Evo, tratando de convencerlo a ir a La Paz a dar una declaración de presidente electo. Evo quería estar con su gente en Cochabamba, pero aceptó venir, hizo su declaración y volvió para su gente y su mundo.

Me acuerdo de que salimos con Álvaro hacia El Alto, y la gente quería oírlo. Álvaro manejaba, feliz, a más de 100 kilómetros por hora. Fue recibido como un gran líder, y habló para el pueblo de El Alto.

Volví para la toma de posesión de Evo y de Álvaro. Por la mañana tomamos café en el departamento de éste. En su declaración de bienes para asumir como vicepresidente, Álvaro manifestó sus 10 mil libros y su salario de profesor de la universidad; eran todos los bienes que él tenía. Evo llegó con pan; enseguida salimos hacia Tihuanaku, la más antigua ciudad indígena de Bolivia, donde Evo tomaría posesión antes de la asunción formal en La Paz.

Salimos en una combi; Evo, de jeans. Pero cuando el pueblo, que iba caminando hacia la ceremonia, descubría que Evo iba en el coche, lo paraba a cada rato. Él bajaba para abrazar a la gente y dirigirles palabras.

Cuando llegamos allá, Evo nos dejó y fue a encontrarse con las autoridades indígenas. Recuerdo que me senté en la primera fila del gran espacio abierto, con Eduardo Galeano. De repente apareció Evo en un arco grande, vestido con los trajes de los pueblos indígenas, como un dios.

Las mujeres indígenas, mientras tanto, limpiaban la plaza del Palacio Quemado para recibir a su líder mayor. Evo y Álvaro finalmente tomaron posesión y empezaron los gobiernos más importantes de la historia de Bolivia. Estuve yendo regularmente al país a lo largo de los años. Le prometí a Evo, en uno de los viajes, llevarlo a ver un juego de futbol en Maracaná, pero no he podido cumplir todavía con él; pero lo haré, seguro.

Siempre que me encontraba con Álvaro en Buenos Aires, hacíamos un periplo por librerías, con el coche oficial de Álvaro; operaciones devastadoras por la cantidad de libros que él compraba. Recordada siempre con el itinerario de las librerías. Y los libreros me siguieron identificando como el amigo de Álvaro. Concluida a último momento la operación, lo acompañaba, con el coche relleno, superpesado, al aeropuerto militar, de donde él salía con el avioncito hacia La Paz. Cuando lo iba a ver en Bolivia, siempre le llevaba libros, desde luego. Cuando se casó, Álvaro salió de su modesto y pequeño departamento, donde cabían con gran dificultad, hacia una casa más grande, donde pudo abrigar todos sus libros, su biblioteca en crecimiento constante e irrefrenable.

Álvaro, el más importante y mejor intelectual latinoamericano contemporáneo, me acompañó, a su vez, en mi mandato de secretario ejecutivo del Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales (Clacso), y tengo en orgullo de haber tenido al boliviano como el más importante proceso político a lo largo de mi mandato. Hemos publicado en Clacso –así como también en Brasil– gran cantidad de libros de Álvaro.

La dupla Evo-Álvaro era una combinación perfecta. El artículo de Álvaro sobre indigenismo y marxismo es una obra prima, una actualización genial de la obra de José Carlos Mariátegui, un trabajo teórico de limpieza de campo, indispensable para el surgimiento de Evo como líder y la comprensión del fenómeno boliviano.

Siempre nos hablábamos por teléfono, especialmente en los momentos más álgidos de la lucha en Bolivia. Yo lo traje a Brasil para el lanzamiento de su libro La potencia plebeya; dio conferencia en la Universidad del Estado de Río de Janeiro y pude mostrarle un poco de esta ciudad.

Los tiempos recientes acá y allá fueron turbulentos. Lo seguía con ansiedad, buscando noticias directamente o por medio de su fiel jefe de gabinete, Héctor. Le mandaba noticias de Brasil y le pedía noticias de allá.

Hasta que los acontecimientos se precipitaron de manera infernal y el proceso boliviano desembocó en la renuncia de ellos del gobierno para evitar una masacre. Veo la foto de Evo y de Álvaro llegando a México y, simultáneamente, la noticia de que no sólo han saqueado la casa de Evo, sino también la de Álvaro y le han quemado sus 30 mil libros. Me imagino, además de todo el dolor por todo lo que pasa en Bolivia, ese dolor de Álvaro.

Pero no te preocupes, Álvaro. Vamos a recomponer tu biblioteca, libro por libro, en México, en Argentina, en Brasil, en Francia, donde sea. Así como Bolivia va a recuperar su democracia, su régimen plurinacional, el poder del pueblo. Evo y tú volverán en los brazos del pueblo, como Lula ha recuperado su libertad en los brazos del pueblo.