¡Oh, La Habana!
a Habana, o como le llaman oficialmente, Ciudad de La Habana, cumple hoy 500 años de existencia, y la ocasión se torna perfecta para evocar su historia, recorrer imaginaria o presencialmente sus barrios, avenidas, sus fuertes, sus palacios y festejar con su gente.
La Habana es una metrópoli con atractivo muy particular. En su historia de cinco siglos ofrece una imagen muy diversificada como diversas son también las denominaciones que se le ha dado a través de su historia. Para los colonizadores españoles fue la llave del nuevo mundo
, el antemural de las indias Occidentales
. En la independencia fue exaltada como la siempre fidelísima ciudad
. Tras el cambio de dominio sus nuevos poseedores, Estados Unidos, le llamaron el Montecarlo del Mar Caribe
, y la revolución de Fidel Castro, Territorio Libre de América
. En su ya largo existir fue centro de trata de esclavos de los españoles, propiedad por 11 meses de los ingleses, ocupada por Estados Unidos al ganar la guerra hispanoamericana y cuna de blanqueo de dinero de la mafia estadunidense.
Una ciudad que vio nacer a José Martí, el Apóstol de la Libertad, caer al presidente Gerardo Machado, que vivió la huida de Fulgencio Batista tras el triunfo de la Revolución, que recibió la entrada triunfal de Fidel Castro y sus barbudos, que integró a su panorama la sobria arquitectura soviética, pero que nunca perdió su imponente arquitectura colonial española, el exquisito toque francés o el estilo de planificación neoyorquino.
La Habana Barroca de Carpentier y de Lezama Lima, la nocturna y bohemia de Tres Tristes Tigres, la ciudad secreta del grupo Orígenes, que deslumbró a María Zambrano y antes a Juan Ramón Jiménez. La Habana sucia de Pedro Juan Gutiérrez y la del drama gay de Reynaldo Arenas. Es La Habana de Nuestro hombre en La Habana, de Graham Greene, la de Hemingway y El viejo y el mar, y la del barman catalán Constante.
La que dibujó en el siglo XIX el grabador francés Frédéric Mihale. La ciudad de Cecilia Valdés y Rita Montaner; del proxeneta Yarini y el Hombre de París; el lugar donde se formó como pintor Wifredo Lam y donde vio la luz poética Dulce María Loynáz. La Habana de Josephine Baker, Nat King Cole, Agnès Varda, Compay Segundo, Ibrahim Ferrer y Omara Portuondo; la que descubrió Dizzy Gillespie en las tumbadoras de Chano Pozo, cambiando para siempre la forma y el fondo del jazz
La Habana, la gran Habana: ciudad-caleidoscopio. Ciudad-espejo de transformaciones sociales, políticas y ambientales. Ciudad-memoria del pasado, donde la literatura y el cine han abrevado y siguen abrevando para crear historias. Ciudad-luz, ciudad-música, ciudad-sexo; bella y alcahueta que se ofrece siempre como amable espacio de convivencia humana.
La Habana crazy, La Habana loca, la capital del mundo
, como pregona en un alegre son Juan Formell; La Habana vestida de mar
, que replica Pablo Milanés.
La que hoy cumple 500 años toda hermoseada gracias a un programa de renovación en el que participaron muchas naciones del mundo y que le hace revivir, de cierta manera, la magnificencia que tuvo en sus años de gloria, cuando por sus calles desfilaban elegantes carros y por sus principales paseos deambulaban los gánsteres y estrellas de cine.
Vivir La Habana
Cuando uno llega a La Habana y entra en esa atmósfera, ese sopor, siente que algo le seduce, le atrae, le atrapa. Esta ciudad capital de los cubanos no deja indiferente a nadie. Pero el que quiera comprenderla, abarcar su atmósfera y su realidad, con el entendimiento y el sentimiento, y conservar más que un recuerdo de ella, debe abandonar clichés y dejarse atrapar por ese magnetismo, esa impronta única.
La Habana es un estado de ánimo
, me dice Eusebio Leal, historiador de la ciudad y responsable de la restauración y rehabilitación de su centro histórico y otros complejos urbanos.
La Habana no es sólo un espacio, una sonoridad, una luz; La Habana es un punto de referencia para muchos, un misterio para otros y un sueño lleno de contradicciones y contrastes para quien la vive. Una ciudad que es amada por todos los cubanos, que podrán odiar su decadencia, pero no dejar de amar su magnificencia.
Fastos habaneros
La fiesta de celebración por los 500 años de La Habana empezó ayer a las nueve de la noche con la tradicional peregrinación de cientos de habaneros, que dieron tres vueltas a la ceiba que marca el lugar de la fundación de la ciudad en 1519; echaron una moneda a sus raíces y pidieron un deseo, con la esperanza de que se cumpla. A eso de las 12, 21 salvas de cañón y un espectáculo de fuegos artificiales dieron la bienvenida a los 500 años en el Malecón habanero. De ahí en adelante, todo es música, color y sabor.