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De nuestras jornadas

De un final penoso a un inicio incierto

E

n Baja California una generación completa nació en la era del Partido Acción Nacional y no conoció otra forma de hacer política. Treinta años en el poder hicieron del PAN un remedo de las peores épocas del Partido Revolucionario Institucional. Kiko Vega heredó una deuda de 30 mil millones de pesos (una cifra similar escandalizó a los del blanquiazul cuando se trató de Humberto Moreira en Coahuila) y una estela de violencia que obligó al ex gobernador y a su grupo a salir por la puerta de atrás.

Desde hace al menos tres años Vega de Lamadrid no gobernaba el estado, lo administraba. Por eso no pudo controlar a sus diputados cuando decidieron aprobar una reforma constitucional para ampliar de dos a cinco años un periodo de gobierno que ya tenía nombre y apellido. Cuando pudo, impuso a los diputados una disciplina que los llevo a aprobar la ley del agua que sacó a la calle a 40 mil personas en el invierno de 2017 y a endeudar el estado por los próximos 37 años para construir una planta desaladora en Playas de Rosarito, aunque luego salieron corriendo del Congreso, perseguidos por furibundos ciudadanos que les tiraban huevos, monedas y una lluvia de improperios. Las escenas provocaban risa en redes sociales: la clase política panista, incluido el gobernador, escabulléndose de la muchedumbre entre camionetas y guaruras.

Jaime Bonilla Valdez llegó al palacio de gobierno –donde casi no estará, dice, porque su gobierno será itinerante– como López Obrador a la Presidencia, con las siglas de Morena pero sin estructura partidista como tal. Su equipo de gobierno es variopinto: un poco del PRI, otro del PAN, varios desconocidos y viejos amigos.

Son tres los pilares de su grupo –si es que al final, en dos o en cinco años, consiguen aglutinarse y convivir–: Amador Rodríguez Lozano, su secretario de Gobierno; Guillermo Ruiz Hernández, fiscal general del estado, y Mario Escobedo Carignan, secretario de Economía Sustentable y Turismo.

Y al lado de todos ellos, Xicoténcatl Leyva Mortera, el viejo ex gobernador depuesto por Carlos Salinas de Gortari, quien conserva un pequeño grupo. La noche en que Jaime Bonilla ganó la gubernatura Leyva ocupaba la silla a su derecha. A la izquierda estaba el amigo y compadre de Bonilla, El Tití Ruiz.