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¿Dónde se inició la revolución de 1910?
A

utoridades culturales de varios estados de la Federación me han hecho la curiosa pregunta con que encabezo este artículo. La cuestión suscita apasionados localismos y hace unos meses me comprometí a darle respuesta antes del aniversario del inicio de la tercera gran transformación social y política de nuestra historia.

Debo confesar que, aunque hay algunos personajes sobre los que siento particular predilección (como Toribio Ortega, cuyo nombre vincula la insurrección maderista a la lucha de los pueblos en defensa de sus tierras, o Carmen y Aquiles Serdán), me parece que más allá de quienes se adelantaron unos días, deben considerarse iniciadores de la revolución todos aquellos que, cumpliendo su compromiso moral, respondieron al llamado hecho por Francisco I. Madero tan pronto como pudieron, digamos, entre el 14 y el 25 de noviembre de 1910.

Así, la Revolución la iniciaron en Puebla los hermanos Serdán. Juan Camatzin, en Tlaxcala; Cándido Aguilar, Camerino Mendoza y Ga­briel Gavira, en poblaciones de Veracruz; los hermanos Arrieta, en Canelas, y Agustín Castro, Orestes Pereyra y los hermanos Contreras, en Gómez Palacio, Durango. Enrique Adame Macías, en San Pedro de las Colonias; Benjamín Argumedo, en El Gatuño, y Cesáreo Castro, en Cuatro Ciénegas, Coahuila… Otros estaban a punto para alzarse, pero se los impidió la policía, como los hermanos Robles Domínguez, Eugenio Aguirre Benavides o quienes acompañaron al propio Madero en su intento por tomar Ciudad Porfirio Díaz, hoy Piedras Negras.

Pero sí es importante resaltar que fue en Chihuahua donde los levantamientos populares tendrían más eficaz impacto. En el estado grande se sublevaron Toribio Ortega, en Cuchillo Parado; Pascual Orozco y Albino Frías, en San Isidro; José de la Luz Blanco, en Santo Tomás; Heliódoro Olea, en Bachíniva; José Rascón Tena, en Namiquipa; José de la Luz Nevarez y Andrés U. Vargas, en Cruces; Rufino Loya, en Cuiteco; Nicolás Brown, en Moris; Antonio Rojas y Alejandro Gandarilla, en Dolores; Epifanio Durán, en Nonoava; Apolonio Rodríguez, en Batopilas; Manuel Loya, en Chínipas; Francisco D. Salido, en Guazapares; Ignacio Valenzuela, en Témoris; Pedro Bustamante, en San Juanito; Fortunato Casavantes, en Matáchic; Baudelio y José María Caraveo, en Urúachic; Porfirio Talamantes, en Janos, y Guillermo Baca y Maclovio Herrera, en Parral.

Entre el 17 y el 21 de noviembre, Francisco Villa reunió en la Sierra Azul un fuerte contingente. De San Andrés, Chuvíscar y los ranchos de la Sierra Azul llegaron numerosos hombres de a caballo mandados por Santos Estrada y Santos Regalado. De Santa Isabel llegó la gente convocada por Feliciano Domínguez. De Ciénega de Ortiz, San Lorenzo, Santa Rosalía de Cuevas y Santa María de Cuevas procedía un grupo de jinetes bien armados y mejor montados, encabezados por Javier Hernández. Desde Satevó subieron 40 hombres mandados por Fidel Ávila, entre ellos algunos que alcanzarían enorme prestigio en los años por venir, como José E. Rodríguez y Liborio Pedroza. Otro grupo llegó desde la comarca de Huejotitán y Balleza; eran sus jefes Trinidad Rodríguez, Macedonio Almada y Mercedes Luján. Guadalupe Gardea y el joven Martín López llegaron desde la ciudad de Chihuahua y Daniel Granados desde Caríchic.

Además de los maderistas, en esos días se alzaron en armas en el noroeste de Chihuahua, enarbolando la bandera roja del Partido Liberal Mexicano, los magonistas Praxedis Guerrero, José Inés Salazar, Lázaro Alanís, Cenobio Orozco, José C. Parra y Rodrigo M. Quevedo. El jefe militar magonista, el joven guanajuatense Praxedis Guerrero, moriría en combate apenas un mes después.

¿Contra qué se levantaron esos mexicanos en noviembre de 1910? Contra el autoritarismo y la dictadura, definidos así por Madero en 1909: A esto debemos atribuir que ahora la justicia ampara al más fuerte; que la instrucción pública se imparte sólo a una minoría de quienes la necesitan; que los mexicanos son postergados a los extranjeros; que los obreros mexicanos emigran al extranjero en busca de más garantías y mejores salarios; que se han emprendido guerras sangrientas, costosas e inútiles contra los yaquis y los mayas; que se han hecho peligrosas concesiones al extranjero, y, por último, que el espíritu público está aletargado, el patriotismo y el valor cívico deprimidos. Lo que actualmente pasa en nuestro país causa pena y vergüenza.

También contra el latifundio, el régimen de privilegio y un modelo económico que entregaba nuestras riquezas y nuestro comercio internacional a las compañías de las metrópolis imperialistas. Madero también se definiría sobre esos temas, como mostraré más adelante.

Entre febrero y abril de 1911 la rebelión maderista adquiriría un carácter auténticamente nacional, pero eso fue posible gracias al éxito y la persistencia de los rebeldes de Chihuahua… de todas las poblaciones mencionadas en este artículo y otras que se me pasaron.

Hoy, como entonces, ¡Viva ­Madero!

Twitter: @HistoriaPedro