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La otra cara culichi
C

on ese apelativo se llama popularmente a los nacidos en Culiacán o a quienes se han avecindado ahí. El municipio lo cruzan cuatro corrientes hidrológicas: los ríos Humaya, Tamazula, Culiacán y San Lorenzo, que se unen en dos. Esto le da un encanto particular a la bella ciudad montada en suaves colinas que brindan vistas espectaculares y permiten apreciar la rica vegetación que salpica la urbe en la que destacan algunos árboles de notable frondosidad.

Recientemente acudimos a impartir una conferencia por el Festival Cultural, que este año conmemora el 488 aniversario de la fundación de la ciudad que nació como villa de San Miguel de Culiacán.

El ayuntamiento convocó a las diferentes asociaciones culturales y organismos institucionales de los tres niveles de gobierno que respondieron con entusiasmo, lo que logró que se llevaran a cabo más de 100 eventos.

Por primera vez se incluyeron conferencias, conversatorios y un curso de historia y cultura de Culiacán. En esto tuvieron participación central el Archivo Histórico General de Sinaloa, la crónica y la corresponsalía del Seminario de Cultura Mexicana, cuyo presidente –el culto cronista Gilberto López Alanís– fue nuestro anfitrión.

El también director del Archivo Histórico nos mostró el soberbio edificio antiguo que es la sede del acervo y que actualmente, como parte del festival, muestra una exposición sobre mujeres relevantes en la formación social de la entidad. Está el centro histórico, que conserva varias construcciones magníficas de siglos pasados. La conferencia se realizó en la sede del Centenario de las Artes, bella casona que fue el Mesón San Carlos.

También sobresale la que ocupa El Colegio de Sinaloa, creado por decreto del Ejecutivo estatal en 1991 e inspirado en El Colegio Nacional. Actualmente lo preside el escritor Elmer Mendoza, y entre sus integrantes se encuentran los poetas Jaime Labastida y Vicente Quirarte.

Varias actividades se efectuaron en el Jardín Botánico, maravilloso espacio que cuenta con una variedad de más de 2 mil plantas.

Y ahora vamos a la gastronomía, que es cosa mayor. Al bajar del avión me recibió Nelson Gandara, quien dirige la comisión de organización del seminario y fuimos directo al restaurante de mariscos Capitán Barbosa, donde nos esperaba el López Alanís. Para comenzar pedí la tostada capitán y... fue también para terminar; imaginen ustedes una tostada de buen tamaño sobre la que se levanta una pirámide de 15 centímetros de alto conformada por pulpo, callo de hacha y camarones, todo fresco y deliciosamente sazonado.

Por la noche, después de la conferencia, me llevaron a la cenaduría Pepeto’s. Ahí ordené un platillo con cuatro de las especialidades de la casa: tamalito, gordita, chalupita y quesadilla, sabrosísimas. Lo reciben a uno en el patio en donde lo atienden las encantadoras señoras de la familia.

Todavía faltaba el desayuno del día siguiente, que sin duda fue el broche de oro: La Chuparrosa Enamorada. Bajo una gran palapa se ubican las mesas pintadas y las sillas de colores, junto a un canal del río Culiacán. Lleva el nombre de Antonio Rosales, quien derrotó a los franceses en 1864; por esa victoria es reconocida como Ciudad Heroica.

El subyugante lugar está sombreado por el frondoso follaje de enormes huanacaxtles, con gruesos troncos de formas escultóricas que parecen diseñados por artistas. Iguanas de distintos tamaños y colores se posan en ellos y forman parte de la obra de arte de la naturaleza.

Su gentil dueño, Jorge Peraza, nos mostró la propiedad llena de encantos. Y vamos a las viandas: comenzamos con pan de mujer recién horneado, acompañado por café de la olla y comenzó un desfile de sabrosuras culichis: colache, que son calabacitas tiernas con elote y un sazón único, gorditas con asiento, nata, queso, chilaquiles y se me acabó el espacio.

Termino afirmando que es una maravillosa experiencia visitar Culiacán, hermosa ciudad de gente amable y generosa que lo hace sentir seguro y muy feliz.