unto de giro en la patria grande. La heroica rebelión del pueblo chileno contra el modelo que los fundamentalistas de mercado proclamaban como la panacea del mundo ha hecho hundir al neoliberalismo irreversiblemente en el más profundo de los descréditos. Lo reafirma más aún la valentía con que jóvenes, mujeres, ancianos, el pueblo todo, se enfrentan a la represión pinochetista de Sebastián Piñera.
Las multitudes de participantes desarmados en las marchas pacíficas avanzan resueltamente hacia líneas de carabineros que disparan a mansalva gases lacrimógenos, balas de goma y perdigones que ya han ocasionado 3 mil 712 detenidos, 404 de ellos menores de edad, mil 233 heridos y pérdida de visión o lesiones oculares a más de 100 personas, mujeres y hombres agredidos sexualmente y torturados, a veces en plena calle. Los esbirros disparan a la cara en busca del máximo terror. Hay 20 fallecidos pero las causas específicas no me quedan claras.
La batalla de Chile es parte fundamental de la de mayor alcance que se dirime en América Latina y el Caribe, y en el mundo, por la hegemonía política. De un lado, el modelo neoliberal; del otro, uno llamado a desmantelarlo, como hemos visto en Venezuela, Bolivia, en el primer gobierno kirchnerista, en los de Lula y Dilma, en Uruguay y Nicaragua. En Honduras con Zelaya y en Paraguay con Lugo hasta el derrocamiento de ambos. Se trata de lograr la regresión del neoliberalismo cuanto más y hasta donde sea posible, según la correlación de fuerzas en cada país, considerando que aunque agoniza, es el patrón de acumulación por ahora hegemónico, al menos a escala del capitalismo occidental.
Un acontecimiento muy importante para el rumbo político progresista de la región fue la rotunda victoria electoral de Andrés Manuel López Obrador con una agenda antineoliberal, de independencia, soberanía y dignidad nacional. El hecho puso en cuestión la insostenible fábula del fin de ciclo progresista. Mucho más al producirse en México, uno de los países más extensos, poblados, importantes económicamente e influyentes de nuestra América.
Pero se ve cada día más claro que en los estados donde gobiernos progresistas fueron derrocados o derrotados electoralmente, o en aquellos donde por años ha gobernado la derecha, caso de Colombia y Perú, al neoliberalismo no le va nada bien y es rechazado enérgicamente por crecientes luchas populares, como en Argentina, Brasil y Honduras. En esas estábamos y en octubre de este año estalló el formidable levantamiento indígena y popular en Ecuador contra el paquetazo del Fondo Monetario Internacional (FMI); aunque no haya conseguido sus objetivos por ahora, demostró la capacidad ofensiva de las fuerzas populares ecuatorianas, que ahora enfrentan una nueva ronda de conversaciones con el gobierno del traidor Moreno.
La resonante victoria electoral de Evo Morales en los comicios del 20 de octubre confirma también la viabilidad de una América Latina antineoliberal, pese a las patadas de ahogado de Mesa y sus socios separatistas de Santa Cruz. La transparencia con que el gobierno boliviano ha abierto la elección a la observación internacional y las gigantescas muestras de apoyo popular a su favor pondrán punto final al intento oligárquico-imperialista de robarse las elecciones a costa del voto indígena.
Mientras, en Argentina, otro país de la mayor importancia regional por razones semejantes a México, el resultado de las elecciones del 20 de octubre, con la victoria del dúo Fernández-Fernández muestra un rechazo frontal al neoliberalismo 3.0 de Macri y el anhelo de retomar el camino de la dignidad de ser humano, la independencia nacional, la reindustrialización, el empleo y el derecho a la educación y salud. De inmediato, se prevé un acuerdo sobre salarios que permita reactivar el mercado interno, que junto a una nueva fiscalidad permitirá avanzar en la agenda social. No le resultará nada fácil a Alberto y Cristina en un país saqueado y endeudado hasta el tuétano por los grandes capitales socios de Macri. Ese mismo día ganaba Daniel Martínez, candidato del Frente Amplio la primera vuelta de la elección uruguaya. Será cuesta arriba, pero no imposible, ganar en segunda vuelta contra la derecha unida. No debe omitirse la derrota electoral del guerrerista y corrupto uribismo en las alcaldías de Bogotá y Medellín, un paso a favor de la paz.
En este contexto, la heroica resistencia y batalla por su desarrollo de Cuba y Venezuela, en muy difíciles condiciones de creciente y cruel guerra económica y de cuarta generación por parte de Estados Unidos, constituye una contribución excepcional para inclinar la balanza del lado de los pueblos y uno de los estímulos morales más importantes en este momento para el movimiento revolucionario y progresista latinocaribeño. Éste, a la vez, tiene el sagrado deber de multiplicar sus esfuerzos solidarios con las revoluciones cubana y bolivariana, misión que debe colocar como prioridad máxima de su agenda.
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