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Tontas canciones de amor
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Periódico La Jornada
Sábado 19 de octubre de 2019, p. a16

Somos mayoría quienes amamos las canciones de amor, canta Paul McCartney:

You’d think that people would have had enough of silly love songs
I look around me and I see it isn’t so
Some people want to fill the world with silly love songs
And what’s wrong with that
I’d like to know
’Cause here I go again
I love you, I love you
I love you, I love you

Esa canción es el emblema del arte de McCartney: Silly love songs.

Lo representa.

Del titipuchal de rolas similares, esa lo define por su honestidad, sentido del humor y buen gusto: ‘‘tontas” canciones de amor.

Tonto de amor, atolondrado, tórtolo.

Shakespeare se regocija.

Paul McCartney publicó Silly love songs el primero de abril de 1976, primero como disco sencillo y después como parte del álbum Wings at the speed of sound.

Demostró, apoyado en William Shakespeare, que todas las canciones de amor son tontas por naturaleza y que ese es un valor.

Libros enteros demuestran su aserto, definiciones médicas y filosóficas sobre el amor lo reivindican.

Ha publicado esta canción en distintas grabaciones. Lo hace ahora nuevamente con un significado especial: un refrendo. Refrenda su vocación de gran melodista, su inclinación por las canciones sencillas, pero sobre todo su condición Beatle y la configuración de su arte entero.

Por eso la incluye en su nuevo disco: Wings over America.

Nuevo porque se trata de una remasterización, una edición cuidadosa del capítulo nodal de su carrera: cuando terminó la era Beatles, cayó al abismo y ascendió de nuevo.

Desde la redición de Abbey Road, del cual el Disquero se ocupó la semana pasada, resultó evidente su homenaje a Linda Eastman, con quien se casó, formó un hogar y una banda que nombró Wings debido a uno de los episodios que marcaron su matrimonio: ella en labor de parto difícil salvó la vida. Lo narra así Paul McCartney a través de su biógrafo, Philip Norman:

‘‘Más tarde Paul recordaría haber rezado como loco y haber recibido como respuesta otra visión de su madre partera que le sirvió para bautizar a su banda ante su nueva hija, Stella Nina. Como si unos ángeles revolotearan en torno a su madre, Mary, le pareció ver una multitud de doradas y desplegadas… alas.”

Resulta significativo que McCartney redite hoy ese disco con esa y otras canciones de amor que dedicó a Linda Eastman (Maybe I’m amazed; y en otros discos: My Love; The lovely Linda) porque con ella construyó su nuevo destino: Paul McCartney, músico.

El álbum Wings over America, que hoy recomendamos, es la novedad discográfica más importante del momento porque es una manera espléndida de acercarse a un autor de características peculiares, para dejar de lado el lugar común. No es el autor de Yesterday, es un músico.

Wings over America se publicó originalmente como álbum triple, en 1976; en 2013 se convirtió en disco doble y hoy, con la magia de la remasterización, compone un mural sonoro impresionante: no es un recopilado de grandes éxitos, es una radiografía, close up, desnudamiento de la cocina, un manual de navegación.

Los dos discos, Part One / Part Two, reúnen 28 cortes donde recorremos el camino completo: piezas de rock duro, para romper el estigma de ‘‘grupo glam” que pesaba sobre los Wings; artefactos raros (Spirits of Ancient Egypt, Medicine Jar, Go now, Soily); composiciones conocidas pero en versiones jazzy, funky, improvisatorias a placer (Picasso’s last words, Let ’em in) y muchos momentos donde el escucha presencia influencias que antes no resultaban obvias, como la de Bob Dylan (en la pieza Richard Cory, por ejemplo) y el andamiaje rapsódico, las secuencias y cambios de ritmo, atmósfera, tono. Un Paul McCartney poco conocido, muy diferente al lugar común que el mercado ha recluido.

Wings over America es un disco atípico. Revelador.

Este disco doble es eso, un gran revelador de la verdadera naturaleza musical de Paul McCartney porque contiene el momento exacto de la transición y el efecto mágico de la transformación. Antes Beatle, hoy McCartney.

Ya el biógrafo Philip Norman en su momento había desnudado a JohnLennon para derribar lugares comunes. En su libro dedicado a Paul McCartney, recibe los testimonios del biografiado y pone en claro cómo al terminar el periodo Beatles, Paul cayó en crisis (whisky, depresión, drogas duras, el infierno) y encontró alivio y el camino del futuro cuando se enamoró de una fotorreportera que terminó ocupando el lugar musical que tenía John Lennon: Linda Eastman, mujer leyenda por antonomasia.

Preguntaron azorados a McCartney cuando alineó en su banda Wings a su mujer:

–¿Cuál es la contribución de Linda?

–En términos estrictos, Linda se ocupa de las armonías vocales pero, por supuesto, es mucho más que eso porque ella es como un hombro en el que apoyarse, una segunda opinión y una fotógrafa de renombre. Por encima de todo, cree en mí. Somos en realidad un dúo.

Ella, embarazada, tomó clases de piano con un vecino, Paul la instruyó, los integrantes del grupo Wings se desesperaron e indignaron de tocar con ‘‘una principiante, una aprendiz”. Ella, Linda Eastman, construyó el imperio musical Paul McCartney.

Eso es lo que reconoce, valora, agradece Paul McCartney al reditar el disco doble (la llama doble) que hoy nos ocupa.

–¿Podrías describir la textura o la atmósfera del álbum en pocas palabras?

–Hogar. Familia. Amor.

Por eso canta Paul McCartney: ‘‘¿qué pero le ponen al amor? A ver, díganme, porque ahí les voy: te amo te amo te amo.”

Tontas canciones de amor.

Canciones para todos nosotros, tan atolondrados.

Larga vida, Sir Paul McCartney.

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