Opinión
Ver día anteriorViernes 27 de septiembre de 2019Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Cambio climático mental
N

ietzsche lanza un desafío pretendiendo cambiar el valor del movimiento partiendo del niño que juega a orillas del mar, imagen del niño como representante de la regresión, del retorno al origen, emergencia de la concepción de ‘‘un después”, un porvenir, una plenitud por alcanzar; giros que se ‘‘redimen” y el olvido como regalo de la memoria.

El niño que ‘‘juega” con el mundo, dice Rovatti, tiene un aspecto ultrahumano, cada uno de nosotros puede rememorar de sí mismo un tramo, detener la imagen, percibir en ella un cierto valor de permanencia que pertenece al acervo de las cosas sencillas, aquellas sencillas maravillas que acontecen cotidianamente como el brillo del sol, el murmullo del mar, la lluvia que cae, y yo agregaría la voz de un cande andaluz que dice: ‘‘como el rayo de luna, yo sólo quiero caminar, como corre la lluvia en el cristal, como el río corre hacia el mar”. Eso que hemos perdido y trato de rescatar mentalmente.

Y así entre la lluvia y el mar, la memoria y el olvido evoco las palabras de Nietzsche: ‘‘Inocencia es el niño y olvido, un nuevo comienzo, un juego, una rueda que gira por sí sola, un primer movimiento, un sagrado decir de sí que sí” (Así hablaba Zaratustra, ‘‘De las tres metamorfosis”).

Pero al mismo tiempo en todos nosotros se ocultan muchos falsos niños. Más el niño de ‘‘verdad” no se avergüenza de su llanto y lo torna risa, porque sus ojos son capaces de adivinar, y sonreír por ello, al distinguir y presentir las nuevas conchillas que la próxima ola le obsequiará. Ese niño de ‘‘verdad” me parece a mí el niño aquel del poema de Federico García Lorca:

‘‘El niño busca su voz. (La tenía el rey de los grillos). En una gota de agua / buscaba su voz el niño”. Y así como dice Guillén, haciendo alusión a la obra de García Lorca:

El niño que existe en el poeta –y los dos son uno– dispone las palabras en combinaciones caprichosas, como si estuviese jugando en una playa con piedras y conchas. Así jugaba Federico, entre su imaginación y sus manos, con el mundo.

¿Existirá la posibilidad del cambio climático y que nuestros descendientes jueguen a la orilla del mar en este juego de los países compitiendo a ver quién llega primero al infierno?