na dosis de necesaria adrenalina cinematográfica fue proporcionada por los hermanos Josh y Benny Safdie con su nueva y más sólida realización a la fecha, Uncut Gems (Gemas no cortadas). Sobre un guion de ellos mismos y Ronald Bronstein, la narrativa se centra en el joyero transa Howard Ratner (Adam Sandler) y sus arriesgadas maniobras por salir adelante financieramente a costa de los demás. Al mismo tiempo, el hombre se está separando de su esposa (Idina Menzel), se ha peleado con su voluptuosa amante/empleada (Julia Fox) y le debe una fortuna a un gangsteril pariente (Eric Bogosian), quien lo asedia con sus matones.
El adjetivo frenético no empieza a describir la energía con que los Safdie conducen este thriller cómico que, como buenos neoyorquinos, evidencia la influencia hiperactiva de Martin Scorsese (quien funge como productor ejecutivo) y el bajo mundo de Abel Ferrara. En comparación, hasta su anterior película, Viviendo al límite (2017), parece un ejercicio en calmada contemplación.
Sandler siempre me ha parecido un cómico insufrible, pero aquí demuestra –como lo hizo antes en Embriagado de amor (Paul Thomas Anderson, 2002)– haber desperdiciado su talento protagonizando comedias chatarra. Su personaje de Howard es una mezcla de desesperación y vulgaridad que resulta graciosa al mismo tiempo que patética. Es un loser con ínfulas de winner.
Igual de intensa, aunque en un tono muy diferente es la ingeniosa película española El hoyo, promisorio debut en la realización del bilbaíno Galder Gaztelu-Urrutia. Situada en un futuro distópico, la acción se sitúa en un centro penal que consiste en varios niveles –nunca se sabe cuántos– donde una plataforma desciende desde la cúspide cargada de manjares, recorriendo los pisos por minutos para que, en cada uno de ellos, un par de presos consiga comer dejando los restos para los de abajo.
Cumpliéndose un mes, los presos cambian de nivel al azar. Uno de los reos (Iván Massagué) intenta idear una forma de retar al sistema, conservando algo de comida para que llegue al último nivel. El original guion de David Desola y Pedro Rivero se presta, por supuesto, a la alegoría con claras implicaciones sociopolíticas y religiosas. Como suele suceder, los de arriba se cagan (a veces, literalmente) sobre los de abajo. Y la Administración permanece como un ente abstracto que nunca se manifiesta.
Gracias a un diseño de producción acertadamente minimalista, El hoyo no parece una producción modesta. Sin embargo, su riqueza está en las ideas con que la intriga se mantiene llena de suspenso hasta el final. En este tipo de propuestas, la resolución es la que suele fallar y esta no es la excepción. No obstante, la película es una combinación atractiva de thriller, ciencia-ficción y violencia gore. La noticia es que Netflix la ha adquirido para su exhibición y pronto se podrá ver en la comodidad del hogar.
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