El flagelo del tráfico de armas
al vez sea necesaria, hoy más que nunca, la intervención de la comunidad internacional para frenar, hasta donde sea posible, el trasiego de armas de Estados Unidos a México que significa, entre otras cosas, el constante llamado de atención de los organismos de protección a los derechos humanos por la cotidiana violencia en la que se ha metido al país.
El canciller Marcelo Ebrard decidió que este tema, el del contrabando de armas a nuestro país, era la forma de contratacar las acusaciones de la administración Trump, y eso le ha dejado a él y a México en una posición menos penosa de la que muchos analistas de la conflictiva internacional habían augurado.
Y es que México y Ebrard están llenos de razones para exigir que cese la introducción ilegal de armas a nuestro territorio. Todos saben que hablar de restar un poco, sólo un poco, de poder a los fabricantes y vendedores de armas de Estados Unidos es más que pecado. Por eso es tan importante que el tema se dé a conocer a profundidad en todas partes.
Es muy cierto que en el trasiego de armas las aduanas mexicanas tienen gran culpa; eso no se debe olvidar, y ese factor deberá ser parte, ya lo es, de la estrategia de la cancillería para ir acabando con el problema, pero las armas en tierras de nuestro país han ido acumulando datos que asustan.
La Secretaría de Relaciones Exteriores ha logrado identificar algunos lugares en EU donde se adquieren las armas. Arsenales que compran los traficantes en bazares, en los cuales, por lagunas en la ley, no se verifican antecedentes a compradores ni tienen límites en la venta de armas.
A México llegan ilegalmente cada año más de 200 mil armas, y es necesario advertir que en la mayoría de los homicidios dolosos, y otros crímenes de muy alto impacto, las armas utilizadas –siete de cada 10– provienen del país del norte. De esa cifra, 41 por ciento vienen de Texas, 19 por ciento de California y 15 por ciento de Arizona. En su mayoría son rifles y pistolas semiautomáticas, como las llamadas cuernos de chivo, preferidas de los narcotraficantes.
Una encuesta realizada en 2017 por la Escuela de Salud Pública de Harvard, primera realizada en México sobre los dueños de armas y que se aplicó en nueve de las más importantes ciudades del país, en uno de los cuestionamientos pregunta: ¿Qué tan de acuerdo está con la idea de que cualquier mexicano pueda poseer un arma de fuego? En la Ciudad de México, 27 por ciento estuvo en total desacuerdo con la posesión de armas, y en casi todos los estados consultados la gente prefería lograr la paz que tener un arma.
De cualquier forma, esperemos que la cancillería esté contemplando este tema como uno de los más preocupantes para el gobierno actual, y no sólo como una forma de enfrentar las necedades del señor Trump y sus constantes amenazas. De los esfuerzos de la SRE dependerá otro eslabón de la estrategia de pacificación que requerimos con urgencia.
De pasadita
Y ya que andamos por los rumbos del señor Ebrard, más valía que echara un vistazo a su memoria. Su experiencia con los chuchos durante su mandato en la jefatura de Gobierno de la Ciudad de México debió haberle dejado una huella profunda para su quehacer profesional. Un buen político no debería tropezar dos veces con el mismo problema, cuyo final ya conocemos. Por eso la pregunta: ¿por qué repetir la historia con Monreal?