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1er. Informe de gobierno
Tercer Informe, mañanera recargada

Con aplausos, empresarios, gobernadores y legisladores interrumpen 34 veces el discurso

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▲ Bernardo Gómez (de espaldas) saluda a Gonzalo López Beltrán, durante el primer Informe de gobierno del presidente Andrés Manuel López Obrador.Foto Marco Peláez
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▲ En un escenario austero en Palacio Nacional, varios militares ocuparon las sillas que quedaron vacías durante el Informe.Foto Marco Peláez
 
Periódico La Jornada
Lunes 2 de septiembre de 2019, p. 5

Ya nadie podrá decir que no ha venido a una mañanera.

Los funcionarios del gobierno federal que no habían sido convocados a temprana hora asistieron ayer a una suerte de mañanera recargada, acompañados por empresarios, gobernadores y representantes de los poderes Legislativo y Judicial.

¿Qué esperar de nuevo en un ejercicio oratorio del Presidente que habla largamente todos los días en sus conferencias matutinas?

El presidente Andrés Manuel López Obrador volvió a los temas que han dominado sus ejercicios matinales e incluso se dio tiempo de bromear, sin banda presidencial cruzando el pecho: No voy a leer todo, ¿eh?

Ya en la enumeración de logros, habló de la venta de propiedades incautadas a delincuentes comunes y de cuello blanco, y agradeció al empresario que adquirió el inmueble que fuera propiedad de Zhenli Ye Gon. ¿No lo invitamos?

En ambos casos hubo risas, además de las 34 baterías de aplausos que celebraron distintos pasajes del discurso.

Como la forma es fondo, la Presidencia de la República decidió que el acto en Palacio Nacional fuese bautizado como Tercer informe de gobierno al pueblo de México. Los otros dos, se entiende, fueron el que ofreció en marzo al cumplirse 100 días de gobierno y el mensaje con Zócalo lleno con el que López Obrador conmemoró el primer aniversario de su victoria electoral.

El escenario fue austero. Una mampara de la mitad de la altura de las que acostumbraba el antecesor de quien hoy dirigió un mensaje a la nación.

La austeridad alcanzó incluso a las presentaciones. Usualmente, el anfitrión corre la cortesía de dirigir su mensaje a los invitados oficiales, con sus nombres y cargos, especialmente a los representantes de los poderes Legislativo y Judicial. Esta vez se les nombró de modo genérico y no se citó a ninguno por su nombre.

Ese honor le correspondió sólo a Manuel Bartlett, director de la Comisión Federal de Electricidad, en estos días bajo fuego por presuntas propiedades no declaradas.

No hizo falta que la prensa aplaudiera, porque la mayoría de los asistentes fue pródiga en celebraciones sonoras.

Treinta y cuatro veces las palabras del Presidente fueron coronadas con aplausos.

La primera tanda, larga, fue para recibirlo. Ya durante su exposición, el primer aplauso vino cuando volvió a resumir en una frase el propósito esencial de su gobierno: Acabar con la corrupción y la impunidad.

Las celebraciones sonoras agarraron vuelo cuando comenzó la enumeración de logros y hubo aplausos para el combate al huachicol, la cancelación del aeropuerto de Texcoco, la autosuficiencia alimentaria, el fin del Estado Mayor Presidencial, los ahorros en compras gubernamentales, el incremento de la producción petrolera, los apoyos sociales sin intermediarios, la cartilla moral y el acuerdo sobre ductos, entre otros temas.

Hacia el final de su pieza oratoria, el Presidente de la República se refirió a la oposición.

Viven, dijo, aturdidos y molestos, mientras el resto de los mexicanos está feliz, feliz, feliz.

Mientras una pequeña marcha opositora avanzaba sobre el Paseo de la Reforma, el Presidente seguía: “No queremos que desaparezcan las protestas y críticas de nuestros adversarios… no han podido constituir, y esto lo celebro y toco madera, que no se pueda crear un grupo con la fuerza de los reaccionarios de otros tiempos. Lo digo con respeto, no quiero que se entienda como prepotencia o burla: están moralmente derrotados”.

La oposición moralmente derrotada le respondió de inmediato con la toma de la tribuna en la Cámara de Diputados, a cargo de los legisladores del PAN, que quieren se cumpla la ley vigente y el acuerdo político para que uno de los suyos presida ese órgano.

El flamante presidente del tricolor, Alejandro Moreno, anunció en redes sociales que este lunes dará una respuesta “clara, firme y contundente. El PRI no tolerará que México retroceda…”, avisó, por si alguien andaba con el pendiente.

Los números, que abundan en otros temas en el mensaje en Palacio Nacional, no aparecen en el tema de seguridad, donde sí aparece el tono autocrítico: No son buenos los resultados en cuanto a reducción de los índices delictivos.

López Obrador tuvo siempre la protesta como fondo de sus palabras. Militantes del Frente Nacional de Lucha por el Socialismo, que mantienen un plantón en la banqueta del Palacio Nacional desde hace un mes y tres días, se encargaron de acompañar con sus arengas, y su equipo de sonido a todo volumen, el discurso del Ejecutivo.

Los miembros de esa organización exigen la presentación de desaparecidos y la libertad de un dirigente que, según el gobierno de Chiapas, fue detenido por robo en flagrancia.

¿Cambio de régimen? Muy pronto para saberlo. Lo que sí fue evidente en el domingo del Zócalo fue el cambio de formas: el Metro estaba abierto, el Zócalo no fue un estacionamiento y los invitados salieron a la vista de todos, sin vallas de por medio, y sin haber participado en el tradicional besamanos.

Con una aprobación que va de 60 a 70 por ciento, López Obrador entregó su primer Informe por la tarde. Horas antes, uno de sus invitados, el empresario Germán Larrea, se escabullía de la prensa luego de aplaudir y escuchar al Presidente decir que se rescatarán los restos de los mineros de Pasta de Conchos.

–¿Qué le pareció el Informe? –alcanzó a preguntarle la reportera Alma Muñoz.

–Muy bien –respondió el dueño de Grupo México, y alzó el pulgar en señal de aprobación antes de perderse en un pasillo de Palacio.