illiam Barr tiene fama por ser uno de los fiscales federales de Estados Unidos menos proclives a llegar a arreglos con los implicados en delitos a cambio de penas menores. Es responsable de investigar los abusos sexuales contra menores de edad cometidos por el multimillonario Jeffrey Epstein, que, luego de estar un mes en prisión, se suicidó en circunstancias todavía no suficientemente aclaradas.

El magnate se libró hace 10 años de ir a la cárcel en Florida por una acusación semejante. Los testimonios de otras víctimas lo llevaron nuevamente ante la justicia y esta vez no pudo eludirla.

Su muerte no cierra el caso, pues la reciente Ley de Víctimas de Abuso Sexual Infantil de Nueva York considera que los delitos cometidos contra menores no prescriben durante un año independientemente del momento en que se producen.

Las autoridades tienen una lista de personalidades del mundo económico, político y social que presuntamente le ayudaron a cometer sus fechorías. Poseen el libro negro donde el pedófilo anotó los nombres de quienes viajaban en su avión, bautizado Lolita Express, a la enorme mansión que poseía en las Islas Vírgenes. Algunos iban en busca de los placeres que les proporcionaban mujeres menores de 15 años reclutadas en los colegios de la élite internacional y entre aspirantes a modelo.

En la lista destaca Ghislaine, socialité británica por años fiel colaboradora del pedófilo y amiga, como lo fue Epstein, del presidente Donald Trump. Ella heredó la fortuna de quien fuera magnate del periodismo inglés, Robert Maxwell, muerto en 1991. También figura Andrés, príncipe de la familia real británica.

El fiscal Barr aseguró que ‘‘la muerte de Epstein plantea muchas preguntas, pero nadie escapará de la justicia’’. Además, seis víctimas presentaron una demanda contra el patrimonio y los cómplices del millonario, cuya herencia asciende a más de 500 millones de dólares.

Esta negra historia de abusos sexuales contra mujeres menores de edad apenas comienza.