Lunes 12 de agosto de 2019, p. 7
Berlín. El paraíso está vallado. Se dice que la antigua Persia –actual Irán– contaba con una gran tradición en la creación de jardines placenteros. En persa pairi-daeza
significa espacio limitado, amurallado. De ahí procede el término paraíso.
Traspasar los límites entre el jardín y el paraíso, el hombre y la naturaleza, la Tierra y sus habitantes, son algunos de los temas tratados en la exposición El jardín de los placeres terrenales. La muestra que presenta el museo berlinés Gropius Bau transporta al visitante a través de la obra de 22 artistas contemporáneos a un mundo de contextos complejos, a veces de ensueño, a veces de salvaje brutalidad.
El punto de partida es la interpretación de una obra muy antigua. En el siglo XVI se creó una copia del panel central del famoso tríptico El jardín de las delicias, de Jerónimo Bosch, también conocido como El Bosco.
El insólito mundo representado entre el paraíso, en el segmento izquierdo del tríptico, y el infierno, a la derecha, cautivó a Stephanie Rosenthal durante décadas. Era una fascinación personal, casi infantil
, explica la directora del Gropius Bau. Rosenthal agrega que le fascina que se pueda hablar del estado del mundo actual a través de lo que sugiere esa imagen del paraíso y el jardín.
Muchas de las obras que forman parte de la exposición, comisariada además de por la propia Rosenthal y Clara Meister, adoptan ese enfoque. La artista sudafricana Lungiswa Gqunta ha construido un césped brutalmente fascinante a partir de los bordes afilados de botellas de cola rotas. Los jardines y el césped representan un lujo inalcanzable
, señala. La artista hace referencia al sistema del apartheid, cuyas consecuencias todavía sufre su país. Los negros a menudo accedían a los jardines para trabajar, no para disfrutarlos.
Obras, reclamos para el disfrute
La británica Tacita Dean participa en la exposición con una conmovedora película sobre Michael Hamburger (1924-2007), poeta y traductor judío que huyó de los nazis al Reino Unido. Dean muestra a Hamburger en su estudio, rodeado de un huerto, donde el poeta habla exclusivamente de las distintas variedades de manzanas y sus orígenes sin mencionar los sucesos personales vividos.
Semillas y ascendencia juegan también un papel clave en el trabajo de la australiana Libbi Harward, quien en su obra sólo utiliza plantas que llegaron a su continente a través de viajes de descubrimiento realizados por europeos.
En el exterior de la muestra se expone una instalación de la brasileña Maria Thereza Alves, compuesta por semillas, escombros y hormigón. Se trata de una obra en movimiento. Las plantas que nacerán de las semillas irán creciendo entre los escombros y el hormigón y modificarán constantemente la obra.
Por su parte, el artista chino Zheng Bo también se conecta en sus videos con el reino vegetal. En un jardín podemos encontrar otras especies, pintarlas, olerlas, saborearlas, aprender de ellas, bailar con ellas o incluso establecer relaciones eróticas con ellas
, explica.
Una sala con fondo blanco ha sido decorada con grandes puntos de colores por la japonesa Yayoi Kusama. En la estancia se erigen tres enormes esculturas de tulipanes igualmente decorados por grandes y coloridas motas.
La exposición también incluye obras musicales. Las notas de una composición de John Cage de los años 1980 rebotan en los cantos de las piedras de un jardín.
Otro reclamo para el disfrute de los sentidos es la videoinstalación de la suiza Pipilotti Rist Homo Sapiens Sapiens, proyectada en el techo. Este trabajo formó parte de la Bienal de Venecia en 2005 y muestra a dos mujeres explorando paisajes e interactuando con los frutos que encuentran a su paso. La directora de Gropius Bau, Stephanie Rosenthal, describe el efecto que produce: Es un auténtico placer sentir la textura de las frutas y la piel de las personas transmitidas de forma tan real y directa
.