20 de abril de 2019     Número 139

Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER

Suplemento Informativo de La Jornada

El volcán Popocatépetl y la
percepción del riesgo en Hueyapan


Fumarola del Popocatépetl vista desde una de las
calles de Hueyapan. MAEOC

María Alejandra Elizabeth Olvera Carbajal

Apostado sobre las faldas del volcán Popocatépetl se encuentra el municipio nahua de Hueyapan, perteneciente al estado de Morelos. Esta comunidad indígena ha construido una estrecha relación con el volcán, la cual ha influido profundamente en su forma de entender el mundo.

Para Hueyapan, y también para las comunidades aledañas, el volcán es uno de los ejes sobre los que gira la cotidianidad. En cualquier momento del día se habla de él como si fuera un miembro más de la familia. El volcán determina aspectos fundamentales de la vida misma, pues influye de manera directa en la reproducción campesina de las comunidades, ya que puede traer la lluvia, detenerla, evitar plagas y generar buenas cosechas para los pueblos. Los pobladores saben que su propia existencia depende de dicha montaña.

El culto al volcán existe desde la época prehispánica y se ha mantenido hasta nuestros días. El conocimiento especializado que se tiene sobre él ha sido conservado por algunas personas. Son los llamados “tiemperos” quienes por medio de sus dones fungen como intermediarios entre el Popocatépetl y la sociedad. Por medio de sueños, visiones inducidas por trances u oraciones, el volcán les indica lo que necesita. Ellos son los encargados de organizar las “subidas” a los santuarios, en donde se realizan rezos, peticiones y se entregan ofrendas al volcán, que incluyen comida, bebida, cantos, oraciones, flores y copal. Generalmente, estas visitas ocurren dos veces al año. La primera debe ser antes del mes de mayo, cuando se pide “lluvia, buen temporal, salud, todos los bienes para los alrededores, para la humanidad”. La segunda, pasando la temporada de lluvias, debe ocurrir durante los meses de octubre, noviembre y diciembre, cuando “hay que ir a dar gracias por lo que ya hubo”.

Los habitantes de Hueyapan cuentan que el volcán, personificado en un anciano llamado Don Goyo, se le ha presentado a varias personas para hacerles saber sobre sus necesidades. Estas historias se han convertido en mitos que se comparten entre los pueblos que rodean al volcán. En Hueyapan, por ejemplo, narran una historia conocida del pueblo vecino de Santa Cruz, perteneciente a Puebla, en donde Don Goyo le pidió a una mujer que le permita llevarse a su hija, ya que no tiene quién vea por él: “[…] bueno, ¿quién eres?, por qué te quieres llevar a mi hija, mi hija nomás va al molino, ¿por qué te la quieres llevar? Él le dice: me llamo Goyo y tu hija me gusta pa’ que me vaya a cambiar, porque a mí ya me abandonaron de años, de años, ya nadie por mí. […] Pero, ¿qué cosa quiere? Quiero mi sombrero, mi camisa. Por eso con esto ando, ya no tengo con qué cambiarme”.

Es así, que además de las ofrendas, a los santuarios se debe llevar lo que Don Goyo haya solicitado personalmente. Se puede observar que algunas cruces colocadas en las cuevas llevan algún traje especial para el volcán. En general, los pobladores de Hueyapan le tienen gran cariño y un profundo respeto, no sólo porque de él dependen los fenómenos meteorológicos de los que se sirve la agricultura, sino porque encierra un gran simbolismo que le da sentido a su explicación del mundo. Los habitantes de dicha comunidad reconocen que vivir cerca de Don Goyo los hace afortunados, pero algunos también están conscientes del peligro en el que su cercanía los coloca.

El 21 de diciembre del año pasado, Don Goyo cumplió 24 años de actividad eruptiva. En 1994, el volcán despertó. Los habitantes saben que es en diciembre cuando el volcán se encuentra más activo, pues fue también en este mes, pero del año 2000, cuando los habitantes de los poblados más cercanos al volcán tuvieron que abandonar sus viviendas y resguardarse en refugios, pues había incrementado su actividad de forma preocupante. Sin embargo, en muchos casos, al regresar, luego de la contingencia, se percataron de que otras personas habían ingresado a sus hogares, robándoles sus pertenencias y hasta sus animales. Una habitante de Hueyapan recuerda lo siguiente: “Mire usted, la gente se fue, era un pueblo fantasma, o sea, nomás quedaron señores, unas 50 señoras y muchos se fueron, pero así les robaron; les robaron maíz, animalitos, tonces nosotros no nos fuimos, y ya ni nos da miedo. Dice mi esposo que es lo que Dios diga y estamos en manos de Dios. Dice que si Diosito nos acaba, pues nos acaba, ¿qué más podemos hacer?”

En semanas recientes el volcán Popocatépetl ha tenido nuevamente una gran actividad. Luego de registrarse exhalaciones constantes de cenizas, gases y material incandescente, el pasado 28 de marzo, el Centro Nacional de Prevención de Desastres (Cenapred) informó que el semáforo de prevención volcánica pasaba de la fase 2 del amarillo, a la 3, lo que significa un crecimiento rápido de domos de grandes dimensiones y su destrucción en fuertes explosiones. También se han registrado fumarolas, gas, caída de ceniza y lava en áreas cercanas, así como explosiones de intensidad creciente con lanzamiento de fragmentos incandescentes y posibles flujos piroclásticos de mediano alcance.


Pintura mural en la secundaria Justo Sierra, del Barrio de San Andrés, en Hueyapan. MAEOC

Hueyapan se encuentra a apenas 15 kilómetros del cráter del volcán.  Es por eso que son frecuentes las historias que refieren que algunas ocasiones se escuchan “los tronidos del Popo”, haciendo que se cimbren los vidrios de las casas. Muchas personas han señalado que se escucha debajo de la tierra “como algo que hierve dentro”. Para la mayoría de la población, el hecho de que Don Goyo “esté echando sus fumarolas” lo mantiene tranquilo, pues dice que él sólo está haciendo su trabajo, pues Popocatépetl significa “cerro que humea”. Por el contrario, “la volcana Iztaccíhuatl” es más peligrosa, pues está dormida y “en cualquier momento despierta, imagínese qué no va a hacer”. Algunos habitantes coinciden en que actualmente ha incrementado la alarma debido a lo que se dice en televisión, aunque piensan que, si el volcán hiciera erupción, las oportunidades de evacuación serían casi nulas. Así lo narra una habitante de la comunidad: “Ve que luego se ve en las noticias cuando un volcán estalla, y pues ¿cuándo salimos? No hay caminos. Ahora sí que lo que Dios diga, si dirá que hasta ahí, pues ya. Hay mucha gente que sí se preocupa porque en las noticias están diciendo esto, lo otro, pero yo ya lo tomo como cualquier cosa. Si Dios dice que va a suceder, no podemos hacer nada”.

Es fundamental que, ante cualquier incremento en la actividad eruptiva del Popocatépetl, las autoridades responsables de protección civil consideren los factores culturales implicados en el esfuerzo para garantizar la seguridad de los habitantes. Desde la percepción local, la tregua del volcán con las comunidades se mantiene gracias a la buena relación que se ha construido con él durante cientos de años a través de la actividad ritual. Es fundamental no romper esa relación de respeto y reciprocidad con esta montaña que es guardián y fuente de vida para los pueblos indígenas y campesinos de la región. •


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