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¿Y dónde están los jóvenes? Alma Patricia Soto Sánchez Conacyt-Ciesas Sureste
Los estudios recientes acerca del campo mexicano reflejan preocupación por dos problemáticas: el envejecimiento y la feminización del campo. Dichos estudios plantean que la tierra está en manos de una población que tiene en promedio 50 años. Esto plantea varias preguntas, de entrada y la que ocupa este artículo es la de ¿y dónde están los jóvenes? Si andan fuera, ¿piensan volver?, ¿qué pasa con esto, especialmente en lugares como Oaxaca, donde el pertenecer a la comunidad y la propia existencia de las comunidades está basada en la participación y trabajo de sus miembros? ¿qué pasa con la producción y con los conocimientos que se transmiten a partir de las experiencias con el territorio? Si habla uno con los jóvenes -yo los he encontrado en las escuelas, principalmente de bachillerato y universidades que buscan una educación propia o comunitaria-, ellos muestran que el campo, su comunidad, su territorio están en su corazón y en sus miradas de futuro, se auto-asignan como campesinos, pero, a pesar de esto, cada vez les resulta más difícil estar implicados directamente en el presente de sus comunidades, es decir, el regresar se vuelve camino difícil; aunque piensen que salir a estudiar les puede dar las herramientas para regresar y hacer algo por su comunidad. Al finalizar los estudios se les dificulta volver y se les encuentra fuera, enviando recursos económicos a padres y hermanos, para regresar lo que se les apoyó a ellos en su momento, o en procesos organizativos, pero casi siempre más allá de las fronteras comunitarias. Regresar se complica no sólo por las propias circunstancias económicas familiares, o por que no se encuentra espacio para su voz y su participación dentro de la comunidad, sino pareciera estar prohibida y negada por el contexto y las políticas hacia el campo, la cada vez mayor importancia del dinero para vivir (y estudiar), los proyectos extractivos y los efectos del cambio climático, es decir, debido a que la situación de sus comunidades parece no ofrecer posibilidad de gestar opciones de futuro. En el crecimiento desordenado de las ciudades las posibilidades tampoco son claras, en estos espacios sus conocimientos y experiencias valen poco o casi nada, hay que empezar de cero, y a veces negarse para poder pertenecer. Pero desde ahí, desde esa migración para estudiar, o para trabajar, se les descubre mirando hacia sus comunidades y resistiendo desde sus vínculos y relaciones, se viven interdependientes. Son entonces también parte de lo que construye presente, que se intenta novedoso ya que se hace desde la ausencia. Podemos decir entonces que los espacios para las y los jóvenes son poco claros, tanto fuera como dentro, por ello valdría la pena pensar ¿porqué la fuerza que prevalece pareciera ser la que empuja a salir a las y los jóvenes? ¿de que manera se les ha ido negando la posibilidad de estar y ser presente en sus comunidades? Evidentemente el conflicto está presente entre los adultos que quieren que sigan siendo lo que ellos son, que quieren que sean distintos y ellos que todavía no saben que quieren ser. Se tensionan las expectativas entre que se espera que cuiden el territorio que es de ellos, y el que se espera que salgan, sean ‘alguien’ y dejen atrás el castigo del campo. Propongo entonces reconocer que los y las jóvenes son presente y que desde sus identidades y formas distintas, buscan transformar relaciones dentro de las familias -esto es particularmente interesante con las mujeres que estudian y reclaman cargos dentro de los sistemas normativos-, al cantar rap y hip hop en sus lenguas originarias, desde el arte que se hace grafiti en las ciudades, al ir escribiendo su historia con la de sus territorios, al sembrar y comer, al caminarlos y aprenderlos, al usar las redes sociales para organizar resistencia y apoyos a la misma, gestando experiencias desde las cuales se refuerzan sus conocimientos, desde su etnicidad politizada a partir de la reflexión y de su confrontación con las realidades de despojo y de desigualdad, construyendo escenarios y horizontes en los que se imbrican elementos de su comunidad con elementos desde la escuela y la modernidad así como desde los procesos sociales que se viven a lo largo y ancho de México y otros lugares del mundo, gestando nuevas posibilidades para la re-existencia y la autonomía de sus territorios. •
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