20 de abril de 2019     Número 139

Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER

Suplemento Informativo de La Jornada

Istmo de Tehuantepec

Alimentación y educación:
ejerciendo derechos en el
Bachillerato Asunción Ixtaltepec

Jesús Hernández Velázquez Profesor del Bachillerato Asunción Ixtaltepec


Maristas del Bachillerato “Asunción Ixtaltepec” se solidarizan con Juchitán.

Muchos años antes de que la legislación del Estado mexicano moderno buscara garantizar los derechos a la alimentación y la educación para toda la nación, en nuestras comunidades indígenas zapotecas estos dos elementos eran ya considerados necesidades básicas: alimentación y educación eran asegurados por la propia comunidad. Las normas, conceptos, costumbres y valores enraizados en la educación tradicional eran transmitidos de generación en generación y se expresaban en la vida práctica y cotidiana, como una permanente capacitación de los niños y niñas para su participación en la vida productiva y comunal.

Es en el siglo XX, sobre todo a partir de los años cuarenta, con los impulsos gubernamentales orientados hacia el desarrollo del capitalismo en nuestro país, que la educación escolar como cabeza de la modernización, comienza a entrar a nuestras comunidades y con ella el desplazamiento sistemático de la educación tradicional, con impactos devastadores en todas las dimensiones de nuestra cultura comunal en general. Actualmente la educación se entiende de manera generalizada como escolarización; por lo tanto, la educación se asume como un proceso en el que los niños, niñas y jóvenes tienen que aprender pautas de conducta y comportamientos ajenos a los valores y prácticas ancestrales de vida de sus comunidades que en muchos casos aún resisten y se aferran a los elementos fundamentales de su vida comunal.

El Bachillerato Asunción Ixtaltepec es una institución escolar de carácter privado; fue fundado en 1986 por los Hermanos Maristas en Asunción Ixtaltepec, municipio habitado por la etnia zapoteca, perteneciente al estado de Oaxaca. Su trabajo de inicio fue ofrecido a una población estudiantil de la localidad y de los pueblos vecinos, fundamentalmente zapotecos y mestizos, posteriormente se extendió hacia otras comunidades de la región a través de un internado, en el que se recibe a jóvenes de otros pueblos indígenas y campesinos de escasos recursos económicos y que en sus comunidades no cuentan con alternativas educativas del nivel bachillerato; así el Bachillerato amplió su población estudiantil en número y diversidad, al tener ahora en su seno a jóvenes mixes, zoques, chontales, zapotecos de la sierra, ikoots o huaves.

¿Cuál es o cuál debería ser la característica de la filosofía y práctica educativa de una escuela que atiende a este sector de jóvenes que viven en este contexto? ¿Cómo podemos reivindicar la escuela como educadora y no como instructora para el trabajo asalariado y por lo tanto expulsora de jóvenes de su comunidad?, éstas han sido las preguntas constantes que nos hacemos como educadores y que se han convertido en guía de nuestro quehacer educativo. En sus 33 años de existencia, nuestra escuela ha transitado por varias etapas en la búsqueda de un acercamiento e involucramiento en la cultura de la comunidad donde se inserta y a la de la región istmeña en general. Nuestro modelo y proyecto educativo están claramente orientados desde sus inicios por un humanismo crítico como principio pedagógico y una práctica que busca cada vez más responder a  las necesidades reales del contexto sociocultural del joven, teniendo como aspiración principal el reforzamiento de sus culturas locales; una identidad escolar que se expresa en las diversas actividades que realizamos en nuestro centro educativo.

Una de las principales actividades que realizamos en el ámbito escolar es precisamente la de asegurar una alimentación nutritiva y saludable al joven estudiante, al mismo tiempo que recuperamos el trabajo productivo como un valor importante de nuestras culturas indígenas.

Nuestra escuela es un espacio libre del consumo de comida chatarra y de líquidos embotellados, situación que hemos logrado iniciando en el año 2012 con la constitución de la Cooperativa Escolar, en la que participaban voluntariamente alumnos y maestros y trabajaba desde tres espacios de acción: I) El funcionamiento y administración de la cafetería escolar, que tenía entre sus objetivos el combate directo a la comida chatarra, ofrecer alimentos sanos  a precios accesibles al alumnado en general y apoyar a compañeros alumnos en condiciones económicas muy apremiantes a través de becas para el desayuno; II) El trabajo en la parcela escolar, que buscaba la producción de las hortalizas para el consumo directo en la cafetería, la valoración y revaloración del trabajo manual en su relación directa con la madre tierra, la recuperación del control de la producción y el consumo de los alimentos propios y la producción para cubrir las necesidades del colectivo escolar y no para la venta; III) La producción de pan, que buscaba establecer un vínculo de comercio justo con los productores de trigo y de harina de trigo que son nuestros compañeros estudiantes de San Pedro Quiechapa—Sierra Sur Oaxaqueña, producir los panes de trigo orgánico para el consumo directo en la cafetería y en las celebraciones escolares y cubrir las necesidades de consumo de pan de trigo orgánico en las familias de los cooperativista y del alumnado que lo requiera.

En 2017, nuestra región se vio afectada por uno de los terremotos más poderosos que se registran en la historia sísmica de nuestro país. La fugaz experiencia comunitaria vivida durante este momento en nuestro Istmo, expresada sobre todo en la ayuda y apoyo mutuos entre vecinos y en la implementación de las cocinas y comedores colectivos, difícilmente han podido tener continuidad en nuestros pueblos, a pesar de que todos los participantes manifestamos en reiteradas ocasiones un sentimiento de satisfacción y nostalgia por esos momentos preciosos de convivencia y solidaridad humanas. Son múltiples las razones por las que estas prácticas ancestrales heredadas de nuestros abuelos y abuelas zapotecas solo sirvieron para enfrentar los episodios más fuertes de las consecuencias de los sismos y en la medida que ha ido disminuyendo la contingencia, tristemente observamos cómo se diluyen sus posibilidades de reproducción.

En nuestro espacio escolar hemos asumido el reto de recuperar nuestra memoria comunitaria y hacer lo que parece imposible en nuestras comunidades: darle continuidad a las enseñanzas que la manifestación de nuestra madre naturaleza a través de los sismos, lluvias y vientos nos dejaron en 2017 y quizás continuarán en los tiempos venideros. Actualmente la cafetería escolar ha sido reemplazada, funciona ya normalmente la cocina y el comedor comunitario, en el que diariamente todos los integrantes de la comunidad educativa, compartimos los alimentos a la hora del desayuno, estos alimentos son elaborados colectivamente por los grupos escolares, que organizados adecuadamente asumen la responsabilidad, cada uno un día de la semana. El Huerto escolar sigue funcionando de igual manera con el trabajo y la responsabilidad colectiva, así como la panadería, que provee los panes que se consumen con un buen café por la mañana antes del desayuno, para no estar en ayunas recibiendo las primeras clases.

En este momento en que observamos un regreso a la “normalidad”, en medio de una anarquía y desorganización social que lacera a los habitantes de nuestras comunidades, sobre todo a quienes intentan la reconstrucción de viviendas, de escuelas y demás edificios caídos durante el terremoto, los que constituimos la comunidad educativa del Bachillerato Asunción Ixtaltepec, consideramos que estamos caminando y construyendo en el sentido que nuestros referentes educativos del cambio nos señalan; estamos convencidos que otra educación es posible, una educación que nos está permitiendo analizar la manera tradicional de organizarnos en comunidad, que nos está facilitando conocer en la práctica una manera nueva de entender el trabajo como productor de valor de uso y no como instrumento de la oferta y la demanda; en fin, una educación reivindicada como un derecho  y respetuosa de la cultura ancestral de nuestros pueblos, en permanente relación con las actividades prácticas de producción, que recupera el trabajo manual productivo como valor y que asegura ese otro derecho fundamental, que es el derecho a la alimentación sana y nutritiva.•

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