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¿Del campo a la escuela? alimentación escolar ante la epidemia de obesidad Katia Yetzani García Maldonado El Poder del Consumidor A.C. [email protected] “No hay comida sana que debemos consumir a nuestra edad, solo comida chatarra que nos afecta tanto en rendimiento como en nuestra salud. Directivos y maestros del plantel ignoran esto pues nosotros no nos podemos quejar, ni la sociedad de alumnos puede hacer algo”. Tal como nos muestra el testimonio anterior, las escuelas se han convertido en un espacio de grandes intereses económicos, dejando atrás la salud de niñas y niños. Es una realidad que en todas las modalidades de oferta de alimentos en los espacios educativos de nuestro país (cooperativas, tiendas escolares, puestos, desayunadores o comedores) prevalece la oferta de alimentos ultraprocesados y bebidas azucaradas sobre la presencia de alimentos frescos producidos de manera local. Se sabe que el 34.3% de la energía de la dieta de los escolares mexicanos proviene de productos ultraprocesados. Esta exposición a prácticas alimentarias poco nutritivas y de alto contenido energético hace a la población infantil más propensa a presentar problemas relacionados con la mala nutrición. De acuerdo con la Encuesta Nacional de Salud y Nutrición de Medio Camino 2016, 1 de cada 3 escolares viven con obesidad (30%), sin embargo, esa prevalencia aumenta a 50% cuando concluyen la educación primaria y, de no hacer nada, 1 de cada 2 infantes nacido a partir del 2010, desarrollará diabetes. Necesitamos tener presente que la obesidad infantil no sólo es causada por malos hábitos individuales de consumo, sino que también es resultado de todo un entorno que promueve la obesidad, denominado ambiente obesogénico, en el que la escuela se convierte en un espacio clave, pues es ahí donde niñas y niños pasan gran parte de su tiempo y consumen alimentos y bebidas que van pautando sus hábitos de alimentación. Como ejemplo claro de este ambiente que propicia la obesidad, tenemos la falta de agua simple potable y la alta presencia de bebidas azucaradas en las escuelas, por lo cual los niños continúan consumiendo bebidas con cantidades elevadas de azúcares (refrescos, jugos, néctares, yogurts) que ponen en riesgo su salud. Otro factor clave es que los escolares están expuestos constantemente a publicidad de alimentos y bebidas no saludables al interior y exterior de las escuelas debido a que, los logos y colores representativos de las empresas de alimentos y bebidas (especialmente de Coca-Cola y Boing), pueden encontrarse en las bardas, en el mobiliario (mesas, sillas, lonas) de las tiendas de las cooperativas escolares y en la infraestructura para las actividades deportivas, como las canastas y las porterías, pese a que desde 2015 la Ley General de Salud prohíbe este tipo de publicidad; la cual, de acuerdo con la Organización Mundial de la Salud, se aprovecha de la credulidad e inexperiencia de niñas y niños, logrando implantar su marca y sus productos desde etapas tempranas de la vida. En este contexto, los productos del campo pasan prácticamente desapercibidos en los espacios escolares de oferta de alimentos, lo que nos habla de la desvalorización del campo por parte las autoridades educativas y del mal uso de nuestros impuestos al continuar enriqueciendo a las grandes industrias de alimentos en lugar de favorecer la economía local de campesinas y campesinos para alimentar al pueblo, incluidas niñas y niños, con el fruto de su trabajo. Todos estos datos nos indican que en las escuelas del país prevalece un ambiente que propicia la obesidad, con lo cual se están violando los derechos de la infancia. Debemos tener presente que el Estado tiene la obligación de cumplir con la regulación de alimento y bebidas en las escuelas, lo cual contribuirá a garantizar el derecho a la salud y a la alimentación, cumpliendo con lo señalado en la Ley General de Educación y la Ley General de Derechos de niñas, niños y adolescentes. Esta situación puede ser diferente, se tiene el ejemplo de Brasil, en donde, por ley, se establece que un mínimo de 30% del valor traspasado a los estados, municipios y Distrito Federal por el Fondo Nacional de Desarrollo de la Educación (FNDE) para el Programa Nacional de Alimentación Escolar (PNAE), debe ser utilizado en la compra de alimentos de la agricultura familiar y del emprendedor familiar rural o de sus organizaciones, priorizando las comunidades tradicionales indígenas. Además, se implementan un conjunto de acciones formativas, de práctica continua y permanente para estimular la adopción voluntaria de prácticas y elecciones alimentarias saludables que influyen en el aprendizaje, el estado de salud y la calidad de vida de los escolares. Por lo tanto, es urgente que en México se implemente una política de alimentación en entornos escolares, libre de conflicto de interés, como pilar fundamental de una política integral para la prevención del sobrepeso y la obesidad que contemple políticas regulatorias, educación nutricional y fomento de la agricultura. Dentro de este último rubro es indispensable que se asegure:
¡Logremos que los productos del campo lleguen a nuestras escuelas y digamos adiós a toda la comida chatarra! •
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