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¿La Fiesta en Paz?

Mauricio Romero o el arduo cultivo del periodismo taurino fuera de cacho

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▲ Aficionados se apostan frente a un toro durante las Fiestas de los Zapotes, que se celebran cada 28 de diciembre en Costa Rica.Foto Afp
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a añeja expresión fuera de cacho se empleaba para designar la colocación del torero que al ejecutar una suerte está fuera de la jurisdicción o terreno del toro. Y digo se empleaba porque el posmoderno toro de lidia mexicano –en afortunada expresión del crítico poblano Alcalino–, gracias a su pasadora acometividad permite colocarse en la sala o en el baño, ceñido o a larga distancia, mandando para ligar y estructurar la faena o acompañando la semiembestida y conseguir continuidad.

En el ruedo de la vida, estar fuera de cacho es estar fuera de lugar, descolocado, sobre todo para efectos prácticos, y en periodismo es negarse a pertenecer al coro que entona melodías gratas a los poderosos, es ir de plano contra los intereses del poder, llamar a las cosas por su nombre aunque el poder pretenda ignorar lo que se le dice o de plano arriesgarse a que embista de la peor manera. El periodista fuera de cacho es especie en extinción. En los toros y en lo demás.

“A los taurinos que siguen tan preocupados por no saber qué va a pasar con la Fiesta en el siguiente sexenio, les digo: ni se van a prohibir las corridas de toros ni se van a expropiar las plazas y ganaderías ni se asomará una nueva sombra sobre el ya oscuro mundo taurino mexicano. La pudrición seguirá su curso, pero no por el triunfo de Andrés Manuel López Obrador, sino por las razones transexenales ya conocidas y de las que son responsables los propios taurinos… el gran capital que controla a México tiene entre sus activos accesorios el comercio taurino y no permitirá, como ha sido hasta ahora, que se ataque externamente a la Fiesta: ellos, los del dinero, son los únicos capacitados para destruirla desde adentro. La agonía de la Fiesta continuará por el cáncer de la mansedumbre y la minoría de edad que le inoculan los propios ganaderos, toreros, empresas y funcionarios dizque vigilantes, y no por el relevo en la Presidencia.”

Habla Mauricio Romero, licenciado en comunicación de la UNAM Acatlán, autor de un insólito y valioso Manual de normas grafemáticas, éticas y de redacción para medios taurinos mexicanos, así como de exhaustivos reportajes en el portal Contralínea, donde denunció complicidades, fraudes e irregularidades en la Plaza México, situación que no tiene visos de cambiar con el nuevo alcalde. En el blog porfandangos.wordpress.com publica sus reportajes y columnas.

La sencilla pregunta ¿Considera que la integridad de las corridas que se dan en la Plaza México, en cuanto a la edad de los astados y sus cornamentas, está garantizada? sirvió a Romero para llevar a cabo una reveladora encuesta entre algunos cronistas y locutores. De los entrevistados casi nadie se atrevió a responder con un tajante no, pues su profesionalismo se los impide.

Jaime Oaxaca, aguerrido periodista de Puebla, contestó: “Por supuesto que no. Desde hace mucho la autoridad en la Plaza México es la empresa, y esto lo manejan a su conveniencia. Estoy con… no la certeza, porque sería muy petulante de mi parte, pero sí con la sospecha de que ni se cumple con la edad ni se cumple con la integridad de los cuernos. Entonces, ¿no es posible asegurarle al aficionado que compre un boleto que verá toros mayores a cuatro años y con las cornamentas intactas?, le preguntó Romero. No, no lo es, respondió Oaxaca y agregó: además, me parece que el reglamento habla de que el examen post mórtem se hará a petición del juez de plaza y que lo hará el veterinario. Pero el doctor Javier García de la Peña es prácticamente un empleado de la empresa y, por otro lado, los jueces tienen prohibido solicitar este examen. Prohibido por la empresa, que es realmente la autoridad. Además, ya no existe el laboratorio en la Plaza México”. Aléguenle, positivos.