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Puntos sobre las Íes

Recuerdos // Empresarios (XCIV)

I

mpactante…

Así fue el nacimiento del volcán Paricutín a los ojos de la hermosa Conchita Cintrón, quien nunca olvidó aquella pequeña posada y las llaves que se llevó la furia, que seguramente convirtió en cenizas.

Y volvió a los caminos de Dios.

Esos, en los que, según sus propias palabras, rara vez había vigilancia o señales de tránsito. Así que tenían que descubrir su ruta, atravesando inmensidades, por las muy camperas indicaciones, señales de un maguey con ramas caídas o de un cacto o una piedra de tamaño desusado. “Al caer la noche nos orientábamos por el firmamento, pero nuestra pericia era imperfecta y no faltó vez en que nos perdimos por el camino. Al salir en una noche oscura de Aguascalientes, pasó sencillamente lo que cuento.

“En tal ocasión, al querer alcanzar un coche para pedirle orientación a su conductor, éste, notando que lo perseguíamos, huyó como un loco. Creyó que lo queríamos asaltar y se perdió en un mar de polvo y estrellas. Eran aproximadamente las cuatro de la madrugada cuando vimos unas luces y aceleramos la marcha. ¿Qué pueblo tan grande sería aquel? Después de cuatro horas de camino estábamos otra vez en Aguascalientes. Fue un viaje redondo.

El chofer que huyó al sentirse perseguido no tomaba sino las medidas consideradas naturales en ciertas regiones con fama de peligrosas. También nosotros pasábamos por ellas con todo género de precauciones. No sé para qué, pues nuestras dos miserables pistolas poco harían al enfrentarse con los supuestos bandoleros. En una ocasión, al salir una noche de Barra de Navidad y encontrar un árbol atravesado en el camino, nos preparamos para el asalto. ¡Con cuánta razón, pensamos, nos habían advertido que no viajáramos de noche! Ruy y Fernando salieron del coche, cada cual por su lado y en el silencio de la floresta, apenas quebrado por el cantar de las ranas y el susurro de las aves nocturnas, cubrieron el vehículo desde la oscuridad, mientras yo, al volante rodeé el árbol. Algunos amigos nos aseguran que los bandidos se asustaron con nuestra maniobra. ¿Fue así? Lo dudo. Más bien creo que pudo haber sido un gran camión con el que nos habíamos encontrado hacia poco tiempo el que debió causar la caída del árbol.

“Mencioné, al comenzar esta narración, a ‘dos miserables pistolas’, pero debo aclarar que una vez, entre Río Grande y Fresnillo, hicimos un viaje escoltados por un agente secreto, un coche blindado y una ametralladora.

“Nosotros no habíamos querido aceptar la escolta. En el pueblo se peleaban entre sí, sin pensarlo dos veces, mas con nosotros eran corteses y cariñosos. No teníamos motivo para temer los tiros de las discordias. A pesar de nuestros argumentos, el agente secreto XZ23, diciendo ser su obligación protegernos, insistió en acompañarnos a Río Grande, y allá fuimos.

“Creo que el detective estaba ansioso de encontrar bandidos para comprobar su existencia. No lo sé. Confieso que cuando los faros del coche iluminaron el cuerpo de un hombre caído en la carretera, todos sentimos un escalofrío, Recordé las horribles fotografías de gente asesinada que el XZ23 le había mostrado a Ruy para convencerlo del peligro del viaje. Un hombre en la carretera. Así nos habían dicho que solían asaltar. Paramos y vimos que nuestra escolta se preparaba para el ataque. Armaban, en la oscuridad, la ametralladora. El silencio se hacía sentir en tal forma que se notaban los pasos de los guardias sobre las piedras del camino. Avanzaron. No pasó nada. El hombre parecía inmóvil. Fernando y Meléndez salieron del coche y se acercaron a él, protegidos desde lejos por nuestros amigos. Levantaron el cuerpo.

“¡Hola! –dijo éste– y empezó a cantar. ‘¡Que van a secar el agua! Qué importa, se las cambio por tequila’.

“¡Valiente borrachera! –dijo Fernando.

“Y nuestras carcajadas alegraron la noche.

“Nuestra llegada era recibida, en muchos lugares, con banda, cohetes y confeti, cosa que a mi hermoso carnero Golondrino molestaba sobremanera. Teníamos que encerrarlo para que no acabara la recepción. Al principio desconocíamos la importancia que ciertas empresas le daban a estas manifestaciones… pero lo aprendimos por experiencia propia…”

(Continuará)

(AAB)