Opinión
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Futuro y azar
C

ada Año Nuevo, más allá de las festividades que celebran el día de su nacimiento, puede preguntarse qué nos reserva este tiempo que va a abrirse a lo desconocido. ¿El porvenir es previsible? ¿La lógica de la razón es capaz de aprehender el secreto de los acontecimientos futuros? O bien, ¿es el destino o el azar lo que decide? Esta cuestión puede renovarse al infinito, pues se plantea a todos y cada uno, sean pronosticadores, astrólogos, futurólogos, expertos de previsiones y cálculo, profetas, adivinos o videntes en esferas de cristal o restos de café turco.

La contemplación de las 100 fotografías reunidas en el libro El azar objetivo, de Georges Sebbag, publicado en las islas Canarias por Espacio de las Artes de Tenerife, aborda una cuestión del mismo orden a partir de un punto de vista particular, descubierto y utilizado por los surrealistas. El descubrimiento de André Breton y de sus amigos consistía en responder al enigma del azar con una invención que respondía a la cuestión con otra cuestión: ¿el azar obedecería a una ley que rebasa la lógica del mundo real y existe, pues, un azar objetivo? Observar las fotos del libro de Sebbag lleva a preguntarse si el momento en que fueron captadas por la cámara se debe al azar o a un cálculo del fotógrafo en busca de imágenes sorprendentes.

En el jugador de solitarios o de lotería como en el jugador de ruleta, así sea la rusa, existe la fe en la decisiva y tan prometedora como engañosa casualidad. El encuentro de Edipo con su padre desconocido, el mismo que lo abandonó para evitar la muerte presagiada a manos de ese hijo, ¿se debe a un destino implacable o es un simple azar? Desde los albores del pensamiento, los hombres se preguntan por qué es el ser. ¿Por un azar o a causa de un orden inmanente a su misma esencia?

“Un coup de dés jamais n’abolira le hasard” (Un golpe de dados jamás abolirá el azar), escribe Stéphane Mallarmé en el poema que consagra a la meditación sobre el misterio de lo imprevisible y de lo desconocido. Algunos poetas, aspirantes a aprehender la verdad del ser y de la vida, se pretenden videntes a riesgo de perder la razón, lo cual apenas inquietaba a los surrealistas, para quienes la razón racional era, al contrario, una restricción de la que era necesario liberar la mente si se deseaba dejar aparecer las sorpresas del inconsciente.

La tradición es dar a los otros los mejores deseos de enhorabuena con motivo del nuevo año. Formular un voto es una manera prudente de conjurar el azar. Más vale desear un porvenir dichoso que fiarse a las sorpresas de un futuro desconocido, sobre todo cuando depende de una fuerza incontrolable. Si existen ejemplos de azar objetivo, como un encuentro, una señal extraordinaria, una suerte inesperada, nuestro optimismo puede verse alentado al pensar que lo desconocido no es siempre maléfico y puede, incluso, revelarse maravilloso.

Descubrimientos y revelaciones del azar objetivo como el encuentro de la copa y el cuchillo descrito por Sebbag: en mayo de 1933, en un restaurante, Breton invita a Péret a una demostración del plegado fálico de una servilleta, frente a Crevel, Giacometti, Eluard y Thirion. La mesera, atenta a la escena, cambia los cubiertos y le escapa un cuchillo que cae en la copa de Péret. El cuchillo atraviesa la copa, la corta sin romperla y se inmoviliza en su interior sin derramar una gota. Segunda causa de asombro, el cubierto clavado en la copa es similar a la servilleta fálica erguida dentro de su copa.

Fotos tomadas por Ray, Weston, Cartier-Bresson y otros, no todas sorprenden como el encuentro sobre una mesa de operación de un paraguas y una máquina de coser, referido por Lautréamont.

Si toda elección es parcial, acaso debió incluirse la fotografía del rostro de la muerte, captado por Graciela Iturbide, desde el asombro absoluto durante un instante de posesión, en un cementerio, pues, para mí, representa la quintaesencia del azar objetivo.