Sor Juana Inés de la Cruz, Pinocho, Frida Kahlo, el poeta Nezahualcóyotl, un unicornio de cristal que brilla bajo el Sol, Benito Juárez, el indígena Juan Diego y Vincent van Gogh con sus girasoles amarillos son algunos de los personajes que residen en una casa particular: el Museo de Marionetas Alfín.

Colgantes de sus hilos esperan el domingo para recibir a los visitantes en el primer museo dedicado a los títeres en la Ciudad de México.

‘‘Las marionetas nos hablan”, sostiene Héctor Mendoza Heinze, quien dirige ese recinto con la encomienda de preservar la tradición de titiriteros de los hermanos Rosete Aranda, Carlos V. Espinal e hijos, provenientes de Huamantla, Tlaxcala.

‘‘Es un privilegio ser titiritero, una tradición que se aprende”, refiere sobre una labor que, añade, se desarrolla con amor. Con formación en lengua y literatura hispánicas en la Universidad Nacional Autónoma de México, Mendoza fue alumno de Alfredo Mejía Barón (1948-2006) y parte de su compañía desde 1992.

Siete piezas originales de Rosete Aranda

Heredera de los personajes construidos por grandes maestros del arte titiritero y restaurados por Alberto Mejía Barón Alfín, esa casa de cultura exhibe siete piezas originales con rostros de madera de dulces expresiones, objetos antiguos de Rosete Aranda.

Un joven Mozart, con su blanca cabellera, destaca en este conjunto de edad centenaria, ideado para la representación de la ópera La flauta mágica. Por momentos sale de la vitrina para hacer cantar a la reina de la noche. También algunas máscaras se integran a la colección permanente.

Mendoza Heinze ha continuado con la creación de nuevas marionetas, algunas de personajes históricos, otras de cuentos fantásticos, así como con arquetipos contemporáneos. Las más recientes son figuras de cristal. Varios de estos seres aguardan la llegada de los niños para que éstos se hagan cargo de los hilos y les den vida, escriban sus historias para generar el gusto por los títeres, ‘‘una fuerza dramática que hace limpieza del corazón”.

En la casa ubicada en Julio Ruelas 22, colonia San José Insurgentes, residen casi 120 marionetas en una exhibición permanente. ‘‘Aquí es museo, también es teatro”, cuenta Mendoza Heinze.

‘‘Por instantes, como en el teatro, bajan las divinidades a tocar y dar vida. Es la maravilla de la magia”. En el callejón, a una cuadra de la avenida Revolución, no se adivinaría la presencia del peculiar hogar de los seres en miniatura con ánimas propias. Apenas un letrero anuncia el lugar, así como las campanas hacen saber la presencia de la iglesia en la esquina, dedicada a Nuestra Señora de la Candelaria.

Es un jardín donde posan coloridas sillas para presenciar la obra en el pequeño escenario, acorde al tamaño de los protagonistas y el público especializado en vivencias fantásticas. La trágica historia de amor de Romeo y Julieta, de William Shakespeare, es representada los domingos con funciones a las 12, 13:30, 15:30 y 16:30 horas.

‘‘Tenía ganas de pasar un domingo diferente; la visita superó mis expectativas”, se lee entre las páginas de un cuadernillo en blanco que aguarda comentarios del público. ‘‘No fue la visita clásica y plana que puede uno encontrar en un museo sin movimiento. Encontré color, luz, sonido y vida en cada rincón”.

Junto con María Isabel Benet, de la compañía De la Tinta a la Voz, Héctor Mendoza Heinze ha iniciado la creación de obras que integrana actores, música y títeres en las propuestas teatrales, ademásde que planean ofrecer clases magistrales de arte dramático en 2019.