Carecen de luz, agua, comida y ropa
Temen que ocurra otro alud; caminos hacia la sierra, casi intransitables
Lunes 3 de diciembre de 2018, p. 24
Huajicori, Nay., La noche del 23 de octubre Willa golpeó el norte de Nayarit como huracán categoría 3. En lo alto de la sierra del municipio de Huajicori, transformó pequeños arroyos en ríos, formó cuerpos de agua, desgajó cerros y desprendió rocas junto con pesados árboles que fueron arrastrados por varios kilómetros; los postes de energía eléctrica no resistieron las fuertes y prolongadas corrientes. La tubería de agua potable tampoco resistió.
Acatita es una localidad de Huajicori de apenas 21 casas, donde habitan sobrevivientes del alud de enormes rocas que Willa arrojó. Desde entonces no hay electricidad, agua ni apoyo gubernamental.
Los damnificados subsisten con el poco frijol y maíz que tenían guardado y rescataron. Sus casas están rodeadas de rocas. Algunos han intentado limpiar sus casas, y luego de intensas jornadas bajo el sol, pareciera que no han avanzado.
Para llegar a Acatita hay que pasar las localidades de Quiviquinta, Mineral de Cucharas, Las Quemadas y El Molino, además de siete arroyos y dos ríos, entre ellos el Acaponeta, que hoy apenas tiene agua. Cuesta creer que éste devastó comunidades río abajo en los municipios de Acaponeta y Tecuala y dejó un desierto de arena marina. ¿De dónde salió este material? Nadie lo sabe. Aquí había cultivos de maíz, frijol, jamaica, calabaza y otros productos. En tiempos de secas el arroyo medía cuatro metros de ancho; en época de lluvias, 40, y hoy alcanza casi un kilómetro.
Elizabeth Aragón es originaria de Huajicori, y sus abuelos, de Acatita. Los dos adultos mayores bajaron con dificultades de la sierra al pueblo. Los caminos estaban destrozados; sólo se podría pasar a pie, abriéndose paso con machete entre la maleza que dejó el huracán tras dos horas de fuertes vientos y cuatro de intensa lluvia.
Liz, como le dicen sus amigos, se unió a grupos organizados de Tepic, en particular con los que ocupan la caseta Trapichillo en la autopista Tepic-Villa Unión para recolectar dinero y ayudar a los damnificados; sin embargo, lo complicado es llegar: sólo pueden subir camionetas grandes de doble tracción, con neumáticos en muy buen estado y un chofer que conozca la zona o sea guiado por algún lugareño. Aún así, es fácil quedarse atascado en un vado o en un banco de arena.
Al paso de los tres vehículos que encabeza Aragón, la gente mira a los voluntarios con esperanza. Saben que pueden traer alimentos y ropa. En la caravana hay personas que llegaron de Guadalajara, Jalisco; llevan dos días sin dormir. Seleccionan alimentos, cargan un remolque y una camioneta y salen de madrugada desde la ciudad tapatía hasta Nayarit y luego suben a la sierra.
Su entusiasmo no disminuye ni un minuto. La mejor recompensa, coinciden, no es el gracias
que reciben, sino la expresión en los rostros de quienes reciben arroz, azúcar, frijol, atún, leche, galletas, cereal, papel higiénico y huevos, alimento este último que varios damnificados no han probado desde hace 30 días porque el huracán se llevó sus aves de corral.
Andrés Salinas de la Cruz, síndico municipal de Huajicori, dice que con el paso de Willa los cauces se perdieron y el agua de los arroyos podría extenderse.
En Acatita, sólo un aula de un pequeño plantel de prescolar y primaria se salvó de ser aplastado por las rocas; no ocurrió lo mismo con los baños y los páneles solares.
Alejandra Santillán, habitante de Acatita, ve con tristeza su humilde recámara rodeada de piedras. Aún puede usarla, pero teme otro alud. Ella y un familiar discapacitado se refugiaron en la única vivienda que quedó a salvo, al igual que otros vecinos. Lamenta que las autoridades no les hayan apoyado y pide que le echen la mano para irme allá enfrente, al otro lado del río
. Explica que para hablar por teléfono deben subir a un cerro, pero ahora tampoco es una opción, pues no hay energía eléctrica para cargar las baterías; tampoco hay señal de televisión y sólo se captan dos estaciones de radio.
Arriba de Acatita hay más poblados? Contadero, Barbacoa, San Antonio, Tecomatita, Agua Cerrada, El Cerrito, Corral de Piedra, Tamazole, El Tobós, El Guamuchilito, Villa Madero, Huitalota, El Arrayán, La Campana, El Salto, Mesa del Coco, San Andrés y Las Catalinas, pequeños todos, pero con damnificados que buscan cómo sobrevivir sin cosechas ni ganado y temerosos de que ocurra otro desastre.
La esperanza de 180 mil damnificados en ocho municipios de Nayarit, olvidados por el gobierno anterior, radica en que el presidente Andrés Manuel López Obrador cumpla su compromiso de visitar las zonas afectadas y ordene enviar ayuda.