n las pasadas tres décadas el orden económico que emergió de la Segunda Guerra Mundial se erosionó por el abandono de la política de pleno empleo, la mayor movilidad del capital, la reducción del ingreso de la clase trabajadora, el recorte en el gasto social en casi todas las economías del mundo y el aumento del poder de mercado de las grandes corporaciones. Hoy, el fantasma de nuevas guerras comerciales y la gran desconfianza que buena parte del electorado ha manifestado en muchos países frente a las instituciones tradicionales amenazan con aniquilar lo poco que quedó de aquel orden económico que fue testigo de la era dorada del capitalismo.
Hace dos semanas la Unctad dio a conocer su informe anual para 2018 (unctad.org) y ya desde el título, con una referencia a la quimera del libre comercio
, envía un mensaje que nadie debe ignorar. La tesis fundamental del informe es que la globalización neoliberal, que tantas veces fue descrita como ejemplo de eficiencia, flexibilidad y competitividad, ha desembocado en un mundo quebradizo y marcado por un desempeño económico mediocre. Hoy la globalización se caracteriza por mayor desigualdad, una intensa concentración de poder de mercado en unas cuantas megacorporaciones y la subordinación incondicional al mundo de las finanzas.
En este panorama domina un crecimiento débil, alimentado por las altas tasas de endeudamiento que representan una grave amenaza para la economía mundial. Sobre este punto, hasta el Fondo Monetario Internacional ha sonado la alerta y se hace coro de las preocupaciones de la Unctad. Antes de la crisis financiera el nivel de la deuda mundial alcanzaba 142 billones (castellanos) de dólares y hoy ese monto rebasa 250 billones, lo que es equivalente a tres veces los ingresos globales. Los bancos han aumentado su tamaño debido a la inyección de fondos públicos, mientras las actividades del sistema bancario sombra ya son dos veces más grandes que la economía mundial. El endeudamiento creciente, la consolidación del dominio del sector financiero y la creciente desigualdad son los rasgos característicos del estancamiento económico en la globalización neoliberal.
Por el lado de los flujos de comercio internacional sobresale la tendencia a la mayor concentración en casi todas las ramas de la industria. Quizá el dato más impactante es que uno por ciento de las empresas en el mundo concentra 55 por ciento de los flujos de comercio internacional. La administración de precios por estas corporaciones es sólo una de las consecuencias de su mayor poder de mercado y desemboca en lo que el economista Luis Zingales, de la Universidad de Chicago, denomina el círculo vicioso de los Medici
: más dinero trae aparejado mayor poder político, y eso se acompaña de más dinero.
Hoy la mayor parte del comercio de manufacturas se encuentra organizada alrededor de cadenas globales de valor (CGV), que dependen de las grandes empresas que las administran. Durante algunos años muchos pensaron que la inserción en esas CGV permitiría a los países subdesarrollados asimilar tecnologías y construir eslabonamientos para alcanzar el desarrollo industrial. Pero si bien las grandes corporaciones que organizaron esas cadenas de valor permitieron a algunos países vincularse con la división internacional del trabajo al aprovechar su dotación de fuerza de trabajo (mal pagada), lo cierto es que el espejismo de la industrialización sigue alejándose.
La base de datos de la matriz insumo-producto mundial (véase wiod.org) revela que la distribución por países del valor agregado en las manufacturas sigue siendo muy desigual. Entre 2000 y 2014 la participación nacional en el valor agregado mundial declinó en la mayoría de los países, con la excepción de China. Y la participación en las fases de producción (fabricación en sentido estricto) también se redujo, excepto en Canadá y nuevamente en China. La posibilidad de revivir el proyecto de industrialización por medio de un proceso de goteo es un sueño inalcanzable.
La política de establecer zonas económicas especiales dirigidas a fomentar las exportaciones es un subsidio para las grandes corporaciones en su afán por organizar esas CGV, pero no constituye un instrumento para el desarrollo industrial. En cambio, sí contribuyen a la desigualdad creciente al atrapar la economía anfitriona en una espiral de bajos salarios. Si algunos piensan que es posible repetir los logros de China al utilizar ese tipo de instrumentos, deben tomar en cuenta que ese país aplicó al mismo tiempo una vigorosa política industrial y tecnológica, con un decidido apoyo financiero y una gran inversión de largo plazo en educación. Esa combinación de políticas está ausente en la mayor parte de los países que hoy erigen zonas económicas de fomento al comercio internacional.
Los datos y el análisis de la Unctad revelan que no es posible alcanzar el objetivo de un desarrollo económico saludable con la simple administración del modelo neoliberal.
Twitter: @anadaloficial