Jueves 15 de noviembre de 2018, p. 7
En 2015 Fernando del Paso recibió el Premio José Emilio Pacheco a la Excelencia Literaria, el cual otorga la Feria Internacional de la Lectura Yucatán (Filey).
Muy a su estilo, recordó su amistad con Pacheco y se refirió, contundentemente, a los sucesos que se vivían en México, sobre todo respecto de la inseguridad.
Con ese discurso, pronunciado en Mérida, Del Paso hizo historia, como apuntó entonces la Rayuela de La Jornada: ‘‘Como un moderno Émile Zolá, para salud de la República pronunció un nuevo Yo Acuso”.
El autor dijo: ‘‘Hoy que el país sufre de tanta corrupción y crimen, ¿basta con la denuncia pasiva?, ¿basta con contar y cantar los hechos para hacer triunfar la justicia? ¿Es ético aceptar premios por nuestra obra y limitarnos a agradecerlos en público, como lo hago en estos momentos? No lo sé. Pero vale la pena plantear si nuestra posición sirve para algo.
Duele que la patria parece desmoronarse
‘‘Quiero decirte lo que tú ya sabes”, continuó, como si José Emilio lo escuchara, “que hoy también me duele hasta el alma que nuestra patria chica, nuestra patria suave, parece desmoronarse y volver a ser la patria mitotera, la patria revoltosa y salvaje de los libros de historia.
“Quiero decirte que a los casi 80 años de edad me da pena aprender los nombres de los pueblos mexicanos que nunca aprendí en la escuela, y que hoy me sé sólo cuando en ellos ocurre una tremenda injusticia; sólo cuando en ellos corre la sangre: Chenalhó, Ayotzinapa, Tlatlaya, Petaquillas.... ¡Qué pena, sí, qué vergüenza que sólo aprendamos su nombre cuando pasan a nuestra historia como pueblos bañados por la tragedia!
Rarámuris y triquis
¡Qué pena también, que aprendamos cuando estamos viejos que los rarámuris o los triques mazatecas, son los nombres de pueblos mexicanos que nunca nos habían contado, y que sólo conocimos por la vez primera cuando fueron víctimas de un abuso o de un despojo por parte de compañías extranjeras o por parte de nuestras propias autoridades!