l golpe fue, ciertamente, inopinado. La reforma presentada en el Senado se enfocó al corazón del sistema bancario. Se tocaban, de improviso, las comisiones bancarias. Un inventado juego de mecanismos con el que se extraen las enormes y crecientes utilidades bancarias. Y, como era esperado, la respuesta se desgajó en varios niveles. Primero, las acciones de los bancos, en el mercado de valores, perdieron fuertes cantidades; segundo, se devaluó el precio de la moneda (peso), y tercero, el mando de los bancos, con matrices externas, se dejaron oír en la misma casa del futuro gobierno. Muchas tragedias para un solo día de acciones por parte de los senadores y su nervioso partido (Morena) Al parecer no se resistieron las presiones y el mismo presidente electo salió a prometer que, por los próximos tres años no habría modificación alguna al entramado fiscal y bancario. Los famosos mercados recuperaron algo de lo extraviado y todo quedó en un aparente desaguisado del liderato senatorial.
La alharaca, sin embargo, no cesó. Las múltiples voces que expresan las posturas del mundo financiero aparecieron, con autoridad en buena parte derivada. Afirman que tal decisión cambiará, ahora sí y por entero, la relación entre la iniciativa privada y el venidero oficialismo. Otros, los más aguerridos, fueron mucho más para allá. Los hubo que de inmediato y con clarividencia para nada despreciable vieron luchas internas entre los morenos y el inicio de la contienda por la lejana sucesión. La mayoría se precipitó, una vez más y con renovado ahínco, a dibujar panoramas trágicos de fracasos, calificaciones a la baja y deudas aumentadas. La confianza, el nerviosismo de los mercados, la intranquilidad que daña la inversión, resonaron de nueva cuenta por doquier. El mundo difusivo mostró sus más álgidos pronósticos de desastre.
Lo cierto es que el músculo bancario también se hizo presente. Muy a pesar de su escaso apoyo popular, la industria bancaria dio, una vez más, muestras de su proverbial insensibilidad. Abrió todo un abanico de razones que suenan por completo alejadas del sentir de sus clientes. No se cobran comisiones exageradas, el margen de bancarización debe tomarse en cuenta para no difundir números inciertos, alegan y repiten, al unísono, sus enterados defensores. La banca es una enorme caja logística que opera para beneficio de los depositantes, de los solicitantes de crédito y para cimentar el desarrollo del país. Todo un sistémico alegato redondeado con verdades a medias y francas mentiras, al menos para lo tocante al difícil caso de la banca mexicana. Una industria ferozmente extractiva de utilidades para beneficio exclusivo de sus matrices. Son ellas las que gozan de los indebidos privilegios concedidos, tanto por gobiernos en general, como por aquellas instituciones obligadas a vigilar su comportamiento: el Banco de México. Es esta institución y sus muy galardonados directivos los que han fallado, persistentemente, en su cometido de reguladores vigilantes. Han pospuesto decisiones desde hace muchos años en aras de su imagen de impoluta eficiencia. Otros organismos diseñados para modular el deficiente servicio de los bancos y su tendencia concentradora han fallado de manera por demás criticable. Pero todos se cubren con un manto de cuidados extremos que los hacen aparecer como intocables.
Lo verdaderamente inesperado fue, sin embargo, la decisión del líder senatorial de persistir en continuar el proceso de la iniciativa de marras. Se abrió así todo un nuevo campo a la especulación. ¿Está loco Ricardo Monreal? ¿Cómo se atreve a desafiar a López Obrador y sus millones de votos? ¿Están de acuerdo ambos personajes? Dos hechos salen a flote: los banqueros iniciaron negociaciones y tienen un lapso de tres años para terminarlas. No es razonable suponer que hubo un duelo entre Monreal y AMLO. Hubo, sí, una táctica frente al poderoso grupo de presión bancario. Se les tocó con fuerza y es esperable un acuerdo futuro para bien de los usuarios de la banca y el público en general. El gobierno en ciernes marca, de nueva cuenta, el territorio y el momento para asentar su mando. No dejaron el asunto para ser resuelto dentro de tres años, como parece. Lo han empezado a evidenciar de inmediato con fulgurante habilidad política. Ricardo Monreal refuerza su ya probado y astuto manejo de puntos sensibles y saldrá, de este trasteo, con su perfil mejorado.