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Lúcida hasta el último suspiro, murió Olga Harmony, memoria del teatro mexicano
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▲ La también escritora, en imagen de archivo en su biblioteca particular.Foto Víctor Camacho
 
Periódico La Jornada
Lunes 12 de noviembre de 2018, p. 7

Olga Harmony, dramaturga, docente y decana de la crítica teatral en México, falleció ayer a los 90 años en su casa, rodeada de su familia. Estuvo lúcida hasta el último momento, informó su hija Lucila Rousset Harmony.

Sus restos serán cremados este lunes a mediodía y aún no se decide el destino de las cenizas.

La directora del Instituto Nacional de Bellas Artes (INBA), Lidia Camacho, informó que se realizará un homenaje a quien fuera colaboradora de La Jornada en los próximos días.

Ser imparcial, mas no objetiva, fue el principio de su trabajo de crítica de teatro, cuya labor se inscribe junto a la de personajes como Ignacio Manuel Altamirano, Manuel Gutiérrez Nájera, Luis Reyes de la Maza o Jorge Ibargüengoitia.

Durante más de 70 años la Harmony –como se le llamaba familiarmente en el ámbito– se reconocía a sí misma como espectadora con voz que exige calidad.

Sus opiniones lo mismo llegaron a provocar encono en quienes se sentían agraviados por sus juicios, que reconocimiento por la sólida formación que la respaldaba.

Su crítica, aun cuando generaba diferencia de opinión, fue reconocida por la comunidad teatral como incisiva y generosa, reflexiva y clara, rigurosa y honesta.

Su labor la llevó a ser distinguida en noviembre de 2002 con la Medalla del INBA por su obra en beneficio de la reflexión y del desarrollo de la actividad teatral y en noviembre de 2010 recibió la presea Xavier Villaurrutia, en el contexto de la Muestra Nacional de Teatro.

Para algunos creadores escénicos de distintas generaciones, era enorme la influencia que ejercía Olga Harmony. “A tal punto, que a veces en los ensayos, cuando un actor se sale de su marcaje, bromeamos: ‘¡Cuidado!, ahí está la maestra Harmony’; puede parecer un chiste, pero ella está ahí, con nosotros, desde los ensayos”, expresó en algún momento el director Martín Acosta.

Olga Harmony fue hija de emigrantes europeos, nació en Ciudad de México el 23 de abril de 1928. Estudió filosofía, sicología y teatro en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).

Durante varias décadas ejerció la docencia del arte teatral en la Escuela Nacional Preparatoria y de 1970 a 1971 en la Escuela Nacional de Artes Dramáticas de La Habana. Junto con otros creadores escénicos, instituyó la Academia Mexicana de Arte Teatral, la cual, de acuerdo con ella misma, no contó con el suficiente apoyo de la comunidad para que se consolidara.

Fue colaboradora en distintos periódicos de circulación nacional, así como fundadora y articulista de este diario.

De su autoría, se han llevado a escena: Teresa entre los cuerdos, Nuevo día, El lado humano, El día del maestro, El diosero y La ley de Creón, por la que fue distinguida en 1984 con el Premio Juan Ruiz de Alarcón al mejor trabajo de estreno nacional, así como El cuento de Manolo, ganador del Premio José Revueltas en 1979. También escribió la novela Los limones.

Algunos de sus ensayos se encuentran en el volumen Escenarios de dos mundos, (Carlos Morales comp., Madrid, 1987) y entre otros trabajos, hizo fichas de teatro para Theatre Companies of the World, Universidad de Kansas, 1986.

A Olga Harmony le tocó ver puestas en escena con escenografías de papel y con la concha donde se ubicaba el apuntador, en las cuales las protagonistas eran las hermanas Blanche, quienes hacían un teatro a la española y cada semana tenían un estreno.

Eran épocas que la gente joven no se puede imaginar. Al teatro íbamos en bola, pero al entrar nos dividíamos; las muchachas nos sentábamos abajo y los muchachos arriba, llegó a recordar nuestra colaboradora.

De igual manera, Harmony vivió la proliferación de los teatros llamados de bolsillo, como el Arcos Caracol. En cierta ocasión, recordó con humor la también dramaturga, que Salvador Novo decía que ese lugar tenía el vestíbulo más grande del mundo, porque para fumar había que salirse a la calle.

Harmony vivió también de cerca uno de los movimientos artísticos que marcarían el devenir cultural de nuestro país: Poesía en Voz Alta, en la Casa del Lago.

Opinó también sobre el pleito que durante muchos años hubo entre dramaturgo y director, polémica que buscaba resaltar quién es el creador fundamental de una puesta en escena.

Fue testigo del surgimiento y desarrollo de diversas generaciones de teatreros, desde los conocidos como de la Nueva Dramaturgia, hasta los llamados directurgos, que escriben y dirigen sus obras, y los narraturgos, de teatro narrativo, que, a decir de la especialista, es una moda que viene de Alemania, aunque no hay nada que envejezca más pronto que las vanguardias.

Dedicó parte de sus reflexiones a señalar los temas y obstáculos que afectaban al arte teatral. Deploraba que el gremio estuviera muy desbalagado y no peleara por sus derechos. Causa de ello, decía, son las pocas oportunidades, la falta de espacios y las crisis económicas.

La crítica de teatro dejó testimonio de su larga trayectoria en el volumen Memorias: Olga Harmony (Ediciones El Milagro), en el que mediante una serie de conversaciones con el creador escénico David Olguín, la dramaturga, novelista y cuentista habla lo mismo de los primeros recuerdos de su niñez que de la manera en que vio desarrollarse este quehacer en México.

Uno de los libros que compila su labor como articulista es Ires y venires del teatro en México (1996). Fue por su conocimiento y experiencia que se le consideró decana de la crítica, memoria del teatro mexicano. sQueda en el recuerdo de muchos la asistencia de Olga Harmony a una puesta en escena; siempre era esperada, no sin cierta emoción e incertidumbre. Cuando eso ocurría, solía escucharse atrás del telón: Hoy vino Olga.